domingo, 26 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 8

—Sí, eres exacta a Priscilla Chaves.

Paula frunció el ceño. Alguien había notado el parecido de nuevo. Despertó su curiosidad. Sería divertido ver a esa chica, y establecer en qué consistía el parecido.

—¿Qué clase de fiesta es? —tardó en decidirse.

—Para divertir a los ricos desocupados —dijo con desdén.

—¿Cómo conseguiste entonces una invitación? —se burló ya sin enfado.

—¡Eres mala! —se burló Pablo—. En realidad sé de buena fuente que Priscilla Chaves estará allí, nada menos que con su prometido. Pedro Alfonso. Sería interesante ver su expresión cuando la viera.

—Está bien. ¿Qué me pongo?

—Lo menos posible —casi pudo oír la risa de Pablo—. A decir verdad, generalmente llevo a esas fiestas a alguna de mis modelos, y ella se pone la ropa más escandalosa. Me gusta hacer una entrada triunfal —agregó con humor.

—De acuerdo —Paula sabía qué vestido se pondría—. Estaré lista a las ocho.

—Mejor a las nueve —aconsejó Pablo—. Esas fiestas casi nunca están en su apogeo sino hasta las diez y media.

—Y mientras más tarde lleguemos, más triunfal será nuestra entrada —eso pensó Paula por las experiencias que tuvo con Facundo—. Está bien, a las nueve.

Buscaba el guardarropa cuando su tía entró en el cuarto. Acababa de encontrar el vestido dorado y la capa haciendo juego y con rapidez las ocultó debajo de la otra ropa. Era seguro que la tía Susana no lo aprobaría.

—La cena está lista —anunció la señora.

—Yo también —Paula sonrió—. ¡Me estoy muriendo de hambre!

Mientras cenaban mencionó la fiesta y el tío convenció a la tía Susana para que no pusiera objeciones.

—Deja que la chica se divierta, porque se irá de aquí bastante pronto.

—Pero, Arturo…

—¡Deja de protestar! —el tío habló con firmeza—. Paula sabe lo que hace. Tal vez Pablo nos parece un poco alocado, pero estoy seguro de que Paula lo considera divertido.

—Lo es —sonrió de acuerdo con su tío.

—Entonces, eso es lo que cuenta. ¿Hay más papas, Susana?

—¿No ibas a empezar hoy tu dieta?

—Puede esperar hasta mañana —rió.

—Sabía que dirías eso, por lo que hice la cantidad normal de papas —fue a la cocina por ellas.

El tío de Paula se volvió y le guiñó un ojo.

—Después de treinta años me conoce mejor que yo mismo.

Paula deseó, que si alguna vez se casaba, ella y su marido fueran felices después de estar casados tantos años.

Cuando por fin se puso el vestido dorado, se sintió contenta de tener la capita, porque servía para cubrir lo que dejaba a la vista el diminuto corpiño del traje. Cuando oyó a Pablo acercarse a la puerta, asomó la cabeza por la puerta de la sala y se despidió a toda prisa, saliendo para encontrarse con el chico antes que sus tíos vieran lo que llevaba puesto.

Pablo no se escandalizó sino que quedó encantado.

—Bellísimo —murmuró con admiración.

—Deja de decir tonterías y vámonos —ordenó Paula, riendo felíz.

Él se dirigió a la parte más exclusiva de Londres. Los coches que estaban en el camino particular de la casa, eran costosos. El de Pablo era un Jaguar, modelo antiguo, así que no estaba fuera de lugar. Mientras cerraba las puertas del auto sonrió al ver su expresión.

—Lo compré barato. Estaba hecho un desastre cuando lo encontré y Ezequiel me lo arregló.

—Es agradable tener un amigo que se pueda encargar de tus coches —dijo ella bromeando.

—Un amigo a quien no le importa que su chica salga conmigo una noche.

Ella dejó de sonreír.

—No soy su chica, Pablo. Sólo somos amigos.

—Lo sé. Eze me dijo que se lo habías advertido. No te preocupes, Paula, a Eze no le importa porque él tampoco tiene deseos de una relación seria.

—Yo no estoy interesada en ningún tipo de relación.

—¿Una aventura amorosa desgraciada? —le preguntó con suavidad.

—Nada de aventura amorosa. Lo que hubo, fue malo.

—¿Y ya pasó?

—Así es.

—Bien, entonces entremos a deslumbrar a la multitud.

—En ese caso, será mejor que me quite esto primero —se quitó la capa y su cabellera rubia cayó como cascada sobre un hombro y un seno.

—¡Cielos! —Pablo exclamó con admiración—. Deslumbrante es la palabra exacta. Vamos —la tomó del brazo—. Esto lo voy a disfrutar.

Paula caminó a su lado y entraron en el vestíbulo de la casa.

—¿En realidad me parezco a la tal Priscilla Chaves? Mi tía y… no, sólo mi tía cree que todo es coincidencia.

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