lunes, 27 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 13

Cuando Ezequiel la llevó a pasear al día siguiente, quiso saber cómo había pasado la velada.

—¿En realidad es Priscilla Chaves parecida a tí?

—Pablo no lo creyó, él la encontró más atractiva.

—¡El hombre no tiene gusto! —refunfuñó Ezequiel.

—El prometido de Priscilla parecía estar de acuerdo con él.

—¿Alfonso? Bueno, supongo que él sí… después de todo, va a casarse con ella.

—Sí.

—¿No estás muy segura? —el chico enarcó una ceja.

—Oh, por supuesto que se casarán. Lo que pasa es… qué bueno, son una pareja curiosa. Pedro Alfonso debe tener muchos años más que ella.

—Treinta y cinco no es viejo.

—¡En él sí!

—Por lo visto no te conquistó —Ezequiel rió.

—¿Suele hacerlo? —inquirió Paula con desdén.

—Antes de su compromiso con Priscilla Chaves era el hombre más solicitado de la ciudad. Pensándolo bien —sonrió—, todavía lo es.

—Mmm, no tiene tipo de ser fiel —la había besado…

—Entonces, hacen buena pareja —comentó Ezequiel con sequedad.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Quiero decir que Pablo tiene una cita esta noche con la encantadora Priscilla.

Paula no pudo ocultar su sorpresa. Si Alfonso se enteraba alguna vez del asunto, estaría furioso. ¿Y por qué lo hacía Priscilla? Vió lo molesto que Pedro se puso cuando creyó que ella era Priscilla y había salido con Ezequiel. Después de todo, debía conocerlo mejor que ella, dándose cuenta de la fuerza de su enfado…

—¡Oye! ¿Acaso estabas interesada en Pablo? —Ezequiel interrumpió sus pensamientos.

—No, sólo me preguntaba por qué corría esos riesgos Priscilla.

—Yo diría que por gusto. Alfonso debe ser tremendo en un acceso de celos.

Realmente no. A ella la trató como a una colegiala traviesa cuando le ordenó en el casino que se fuera a casa. Y no la llevó él, sino que le dijo que su acompañante la llevara. ¡A eso no se le podía llamar un acceso de celos!

—¿Ya es hora de almorzar? —cambió de tema—. Comienzo a sentirme muy hambrienta.

—¡Creí que nunca preguntarías! —Ezequiel sonrió—. No me importa ser tu chofer, pero esta campiña verde y el aire puro me dieron sed.

Paula se sintió culpable, porque casi ni se fijó en la campiña que había ido a ver, por estar pensando en Pedro y Priscilla.

—¿En dónde estamos? —preguntó con interés.

—En Royal Berkshire.

—¿Estamos cerca del castillo de Windsor?

—Muy cerca. ¿Acaso quieres verlo también?

—Bueno… no importa —lo alentó con una sonrisa.

—Está bien —suspiró él—, pero primero una cerveza y almuerzo —agregó al ver que su rostro se iluminaba emocionado.

—¿Almuerzo en una taberna? ¡Maravilloso! Comienzan a gustarme las tabernas inglesas.

Ezequiel estacionó el coche afuera de una.

—Por todos los cielos, no le digas a la tía Susana que te llevé a otra. La vez pasada me reprendió.

—No se lo diré —le prometió Paula.

El almuerzo estuvo delicioso, una ensalada de camarón que les sirvieron en el jardín. Paula también disfrutó de la cerveza con limón que Ezequiel le compró. Gozó caminar por el castillo de Windsor, y aunque él se quejó, ella pensó que también lo había disfrutado.

—Apuesto a que hace años que estuviste allí —se burló la chica camino a casa.

Ya casi era hora de cenar.

Ezequiel se mostró avergonzado.

—Bueno, la verdad es que yo… jamás había estado allí.

—¿Jamás habías ido al castillo de Windsor?

—No pongas esa cara de sorpresa —dijo con timidez—. No es raro que no se visite un lugar que más o menos tienes cerca. ¡Probablemente tú, jamás has estado en Disney World!

—Equivocado —sonrió Paula—. He ido una docena de veces… me encanta. Es fantástico. Cuando voy, me siento como una chiquita.

—Tal vez también lo eres. Da gusto estar contigo, Paula. Y lo digo con sinceridad.

—Lo sé. Me divertí hoy.

—Yo también.

—Es como tener un hermano —comentó la chica soñolienta, apoyando la cabeza contra el respaldo.

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