domingo, 26 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 7

Para Paula todo era un enigma. Se lo mencionó a su tía pero ésta no le prestó atención.

—Inclusive su prometido creyó que yo era esa otra chica —Paula frunció el ceño.

—Como estaba oscuro, tal vez fue un caso de identidad equivocada.

—Se siente raro parecerse tanto a otra persona.

—Tal vez no se parecen —insistió su tía—, sino fue debido a la poca luz del club. Es probable que la novia del señor Alfonso también tenga el pelo rubio y en la penumbra te parezcas a ella. Si yo fuera tú, Paula, olvidaría el asunto.

—Supongo que sí —suspiró—. Aunque sería interesante conocer a la tal Priscilla Chaves.

—¿Es ése su nombre?

—Ezequiel dice que ése es.

—Yo… ¡oh, maldición! —exclamó su tía al dejar caer una taza y ver acongojada que se estrellaba en el piso—. Una taza de mi mejor vajilla —se agachó a recoger los pedazos—. Espero que las sigan haciendo, me gustaría reponerla —echó los pedazos al cesto de la basura.

—Estoy segura de que las hacen —Paula barrió los pedazos que todavía quedaban esparcidos en el piso.

Su tío entró en la cocina.

—¿Se rompió algo?

—Qué bueno que yo no me caí —dijo enfadada su esposa—, porque tardaste bastante tiempo en venir.

Él se desconcertó ante el inesperado ataque.

—Sabía que Paula estaba aquí ayudándote a lavar la loza. Y sólo oí que algo se rompió, no un golpe fuerte, Susana.

—Está bien, tío Arturo —lo tranquilizó Paula—. La tía acaba de romper una de las tazas de su mejor vajilla y eso fue lo que la perturbó. Llévala a la sala y les haré a ambos una taza de té.

—Vamos, Susana, sólo fue una taza —le hizo la broma mientras ambos se dirigían a la sala.

—No fue eso, Arturo. Es que… —la puerta de la cocina se cerró cortando el resto de la conversación.

¡Pobre tía Susana! La vajilla era importante para ella. Trataría de conseguirle otra taza cuando fuera de compras esa tarde.

—¿Adónde te llevará Ezequiel esta noche? —le preguntó el tío cuando les llevó el té.

—No lo veré esta noche —no había aceptado su invitación, porque decidió que era demasiado tres noches seguidas—. Pero mañana me llevará a dar un paseo — agregó con pesar. Ezequiel estaba obstinado en volver a verla y ella aceptó por fin, que la llevara a dar un paseo por la campiña inglesa.

—Qué bueno que no es otro casino —su tía sacudió la cabeza en desaprobación.

—Fue toda una experiencia —rió Paula.

—No me gustaría que se repitiera —dijo con severidad la tía—. Después que te fuiste a la cama anoche, le dije lo que pensaba. ¡Imagínate, llevarte a un casino de juego! —agregó molesta.

—Lo haces sonar como un centro de perversión —se burló su marido.

—Estoy segura que a Alejandra no le hubiera gustado que Paula fuera a un lugar así, y a mí tampoco. Y Ezequiel le presentó a Paula a ese loco amigo suyo, Pablo.

—No está loco, Susana —sonrió el tío—. Tal vez es un poco extrovertido, pero no hay nada de malo en eso.

Logró conseguir una taza esa tarde, pero le pareció que había caminado todo Londres para encontrarla. Su tía se mostró encantada con la compra.

—Ezequiel telefoneó mientras saliste —su tía colocó la taza con las demás.

—¿Te dijo lo que quería?

—No "dijo lo que quería", yo se lo pregunté. Mencionó algo acerca de una fiesta esta noche.

—Ya veo —se mordió el labio inferior—. Entonces, ¿volverá a llamar?

—Mmm, me imagino que muy pronto.

Diez minutos más tarde hubo una llamada, pero esa vez fue Pablo.

—¿Te gustaría ir a una fiesta? —le preguntó.

—Creo que Eze piensa invitarme a una.

—En mi nombre. Yo soy quien quiere llevarte a la fiesta, Eze tiene que trabajar.

Paula se enfureció.

—Salí con Eze porque es el sobrino de mi tío, no espero pasar por todos los amigos de él.

—Oye —Pablo bromeó—, esa no es la idea.

—Entonces, ¿cuál es?

—De pronto supe por qué creí que habías trabajado en este país, y me pregunté si te gustaría conocer a tu doble.

—¿Doble…? —repitió desconcertada.

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