miércoles, 22 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 61

—No con cualquiera, mi vida. Ya había decidido que quería darte mi inocencia a tí. Al final, se la di al hombre que amaba, con el que quería casarme, como tú me lo aconsejaste.

—Y yo pensé que estabas avergonzada.

—¿Siendo que te amo tanto? —negó con la cabeza—. Nunca estuve avergonzada de la manera a la que te refieres, y al igual que tú, he estado deseando amarte otra vez desde entonces.

—Me pregunto si podremos salir de aquí sin que nadie se dé cuenta.

—No creo —la chica sonrió—; además, quiero que vean el original del cuadro.

—¿Estás segura? Puedo hacer que lo quiten de ahí.

—¡No te atrevas! —ahora sabía que era resultado de un profundo amor.

—Pau, ¿estás segura de que podrás soportar ser mi esposa? Ya has visto cómo es, vivo como preso la mayor parte del año y el resto asediado por la prensa…

—Lo que me recuerda —interrumpió con voz severa—. ¿Quién era esa morena que estaba juntó a tí la otra noche?

—No estarás celosa ¿verdad? —él sonrió—. No hay razón —rió entre dientes—. Ni siquiera estaba con ella, es sólo que estaba parada junto a mí cuando tomaron la foto. Sólo fui a esa fiesta porque Matías me dijo que debía hacerlo. Salí diez minutos más tarde, estaba tan preocupado por tí que no podía pensar en nada más. Cuando descubrí que te habías ido, que sólo desapareciste… no quiero ni recordarlo — levantó los hombros.

—¡Oh, mi amor! —lo besó apasionada.

El carraspeo de alguien fue lo que los hizo separarse.

—Me molesta tener que interrumpirlos… —Matías sonrió—, pero es que la prensa quiere algunas declaraciones de tu parte, Pedro.

—Entonces tendrán una muy importante —se levantó ella junto a él—. ¿Lista, querida?

—Lista —los ojos de Paula brillaban de felicidad.

Ella miró sobre su costura cuando Pedro entró en la habitación y de inmediato se levantó para recibir el apasionado beso de saludo.

—Mi segundo desnudo está terminado —murmuró él.

—¿Ya está listo? —preguntó emocionada.

La pintura de Paula estaba colgada en una pared del estudio, donde sólo su esposo podía verla.

—Sí —la besó con ternura.

—No estoy segura de aprobarla —dijo con severidad fingida—. ¡Damas desnudas jugueteando por tu estudio!

Pedro sonrió complacido.

—Esa "Damita desnuda" se quedó dormida a medio camino. Tuve que cambiarle el pañal y llevarla a la cama.

—Pobre. Aun no entiende que su papito quiere pintarla —soltó una carcajada.

Su hija, Olivia Sabrina, tenía tres meses y el cabello tan negro como el de su padre y los ojitos como lagunas azules. Los dos la adoraban y después de dieciocho meses de matrimonio, el amor entre ellos se había hecho más profundo.




FIN

3 comentarios:

  1. Hermoso final! Nos hizo esperar hasta lo último para que se declaren su amor! Gracias por compartirla!

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  2. Que hermosa historia!!! Me mató de amor!!

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