miércoles, 8 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 11

Pedro tomó varias tazas de café.

—Bien —al fin se apoyó en el respaldo, su plato estaba vacío y sonreía con satisfacción. Miró el plato de la chica—. ¿Eso es todo lo que puedes comer? —frunció el ceño.

Ella asintió.

—¿Es suficiente para todo el día?

—Si, por lo general así es.

—Creo que deberías ver a un médico…

—¡No digas tonterías! —exclamó Paula, sonriendo—. Lo que pasa es que mi cuerpo está acostumbrado a comer menos, eso es todo.

—¿Alguna vez has oído de la anorexia nerviosa?

—Sí… pero no estoy enferma de eso —respondió con desdén.

—Tal vez todavía no —él reconoció—, pero para allá vas. Necesitas alimentarte bien, tres comidas balanceadas al día.

—Después de las que quedaría tan gorda como un elefante —dijo ella, sonriendo—. Tiendo a subir de peso con facilidad.

—Contrario a la creencia popular, es que la mayoría de los hombres prefieren a una mujer con un poco de carne sobre los huesos.

—Muéstrame a uno —ella rió con franqueza.

—Lo tienes frente a tí —la miró a los ojos.

—En estos días una debe estar delgada para lucir la ropa —alegó en defensa propia.

—No está bien lucir la ropa si eres horrible sin ella.

—Yo no me veo horrible.

—Es cierto —Pedro asintió—, por lo poco que ví cuando ese tipo casi te quita la blusa, yo diría que tienes un cuerpo bonito. Sólo que creo que deberías preocuparte por el hecho de que no puedes acabar una comida normal.

Paula se ruborizó al pensar en lo que él dijo acerca de su cuerpo.

—Estaré bien una vez que llegue a Inglaterra —le aseguró.

—¿Y cuándo será eso?

—Pues… no estoy segura —evadía la mirada inquisidora de Pedro—. Tal vez el próximo mes —agregó mintiendo.

—¿Por qué no ahora mismo? No tienes nada que te detenga aquí, ¿o sí?

—No, vine para ver a mi padre, pero eso no fue una buena experiencia.

—Háblame de ello —él la animó con suavidad.

—No hay mucho qué decir —contestó turbada.

—De todos modos, cuéntame —Pedro insistió.

Ella le contó a grandes rasgos lo de su visita a su padre, consciente de que él era bastante astuto para leer entre líneas y por la compasión que se reflejaba en sus ojos, sabía que la había entendido.

Una vez que ella terminó, él sólo movió la cabeza afirmando.

—Así que ahora estás sola en Calgary.

—Sí.

—¿Y por qué no regresas a Inglaterra?

—¡Porque no tengo dinero! Lo siento —suspiró—, no quise gritar. Es que es tan caro vivir en Calgary. Me tomará meses reunir el dinero para el vuelo de regreso.

—Bueno, quizá no —repuso Pedro con suavidad.

—¡Oh, sí! —movió la cabeza—. Yo no planeaba regresar, así que los pocos ahorros que tenía, los utilicé para comprar ropa. Y aquí es muy difícil ahorrar —se acomodó en su asiento—, lo que me recuerda que debo irme. Gracias por el desayuno, pero debo encontrar otro empleo enseguida.

La mano de él sobre su hombro, no le permitió levantarse.

—¿Qué clase de empleo?

Paula levantó los hombros.

—Supongo que lo mismo que he hecho hasta ahora.

—¿Limpiar y hacer camas?

—Sí —contestó con enfado—, al parecer ese trabajo nunca falta.

—¡Oh, claro que no! —Pedro asintió—. Yo sé de uno que tal vez te interese.

—¿De veras? ¿En dónde?… No, no puedo pedirte que me ayudes más — suspiró—. Tú has sido muy amable, de hecho yo debería pagar tu desayuno —sacó de la bolsa lo que Marcos le había pagado y sonrió—. Creo que asustaste a Marcos, me pagó más de lo debido.

—Guárdalo, Paula. Cuando yo invito a alguien a comer, no espero que pague. En relación con tu trabajo, ¿en serio, te interesa?

—Sí, creo que sí. ¿Consistiría en lo mismo, limpiar y cosas por el estilo?

—Sí, cosas por el estilo. Lo que debes decidir es si vas a encontrar mi acosamiento sexual más aceptable que el de Marcos Johnston o no.

No hay comentarios:

Publicar un comentario