miércoles, 22 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 55

—Puede ser que tenga que trabajar.

—Por favor, Pau —su tono era persuasivo—. Necesito… quiero que estés ahí.

Ella se mordió los labios, libraba una guerra en su interior. Por fin aceptó.

—Está bien, iré. Pero después de eso, ¿aceptarás que soy capaz de cuidarme sola y también que no quiero ser la responsabilidad de nadie?

—Sí —él aceptó de mala gana—. Iré por tí…

—No —ella negó con la cabeza.

—Entonces mandaré el coche a que te recoja.

—Yo sola llegaré a la galería —insistió.

—Pau…

—Pepe —lo miró a los ojos.

Un gesto involuntario iluminó las facciones de Pedro.

—Creo que después de todo, ya eres una adulta.

—¡Yo creí que ya lo sabías! —la exclamación salió antes que pudiera detenerla y se mordió los labios al ver que el buen humor de Pedro había desaparecido.

—Sí —reconoció con amargura—, mañana a las siete y media. ¿Sabes dónde está la galería?

—Sí.

Por fortuna, al día siguiente era día de paga y Paula aprovechó la hora del almuerzo para comprarse un vestido; sabía que la gente que iría a esa fiesta era muy importante para Pedro y si leían los periódicos sabrían que ella había llegado de Canadá con él y no quería avergonzarlo. Compró un vestido largo negro con escote en V, con maquillaje discreto y un peinado sencillo, estaba hermosa.

La galería se encontraba llena de personas que bebían champaña cuando la joven entró. Lanzaban exclamaciones de admiración ante cada pintura de Pedro.

—¿En dónde has estado?

Paula se volvió con tranquilidad para mirar a Pedro, un poco sorprendida por su actitud.

—Aquí —le contestó con serenidad, estaba impresionada de ver su aspecto impecable.

—¿Desde qué hora? —la miró con el ceño fruncido.

—Desde hace cinco minutos —contestó, confundida.

—Llegaste tarde —acusó.

—Sólo diez minutos…

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