miércoles, 15 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 37

—Tú no tienes la culpa, aunque debo reconocer que esto nunca me había pasado.

—Nunca habías pintado un desnudo, tú lo mencionaste.

—Lo hice cuando estaba en la universidad y sin mayores problemas. Tal vez estoy haciendo todo mal —dijo reflexionando—. Sí —su rostro se iluminó de emoción—, sí, eso es, no estoy trabajando de manera objetiva.

—Una cuestión de lujuria, echando a perder tu arte —comentó Paula con sarcasmo, herida por ser sólo un cuerpo para él.

—Es algo así —asintió—. Pareces complacida con la idea de salir el sábado — sus ojos se empequeñecieron—: ¿Ya estás aburrida de mi compañía?

—Yo…

—Tenemos todavía más de una semana. ¿Crees que podrás soportarlo?

—Sí —ella se sonrojó—. Tú estás interpretándome mal de manera deliberada. Es sólo que sería agradable ver a otra mujer para hablar. Tú no entenderías…

—¡Oh, sí te entiendo! Yo tengo una vida extraña, Paula. Durante el invierno casi no veo a nadie y durante el verano voy por todo el mundo con mis obras. Es una vida rara, pero me gusta: sin embargo, dudo que a otras personas les gustara, sobre todo a una mujer, ¿por qué crees que nunca le he pedido a una chica que comparta mi vida?

—Creo que porque no has encontrado a la mujer que quieres para compartir tu vida.

—En efecto, pero aunque ya la hubiera encontrado, dudaría en pedirle que compartiera esto. Ser la esposa de un artista puede resultar una experiencia desagradable. Ninguna mujer en sus cinco sentidos podría soportar tanta soledad.

—Las mujeres enamoradas no están por lo general en sus cinco sentidos —dijo burlona.

—¡Nunca había pensado en eso! Gracias, Paula —soltó una carcajada.

—De nada —respondió y en ese momento Pedro salió.

Parecía que ya había puesto la idea del matrimonio en la mente del hombre que amaba, ¡y… tal vez un matrimonio con otra mujer!

Melina y Jonathan fueron tan amables con ella como la primera vez, lo que tal vez se debía al continuo mal humor de Pedro, el buen humor que tenía hacía tres noches había desaparecido a la mañana siguiente y la ignoraba o le contestaba con irritación.

—Pepe nos dijo que aprendiste a montar —dijo Melanie, sentada muy cerca de su esposo.

Paula le lanzó a Pedro una mirada de disgusto, pero él parecía no estar escuchando la conversación ya que miraba sin ver.

—Sí —todavía recordaba el dolor que le había causado la primera cabalgata que realizó.

Melanie movió la cabeza afirmando.

—Este es un lugar maravilloso. Hay muchas áreas verdes.

—En Londres casi no hay —Paula  hizo una mueca de tristeza.

—No, supongo que no —Melanie sonrió—. ¿Vas sólo de visita, no?

—Yo…

—Paula irá conmigo la próxima semana —después de todo Pedro sí estaba escuchando la conversación—. ¿Verdad, querida?

Esa era la primera muestra de afecto que había recibido de él en muchos días y para su pesar, el corazón le dió un vuelco de emoción.

—Sí —sonrió con timidez.

—Lo que será muy agradable para tí —Melanie le sonrió—. Me pregunto si tú estarás tan contenta de regresar como Pepe cuando vuelve de sus viajes.

—Oh, pues yo…

—Tu hogar está en donde está tu corazón —dijo Pedro con calma y colocó su brazo sobre los hombros de Paula—. ¿No es así, cariño?

Ella se preguntaba el porqué del rápido cambio de actitud de él hacia ella.

—Oh, sí —contestó.

—¿Cómo está Sabré? —Pedro preguntó a Jonathan, su mal humor había desaparecido.

—Mejor, ¿quieres verlo?

—Oh, ahora no Jonathan —Martha protestó—, yo quería que todos estuviéramos juntos y charláramos.

—Ustedes dos hablen —les aconsejó Pedro—, sé que se mueren de ganas, pero no le saques a Erin mis secretos, Melanie—dijo burlón—, ella es un poco tímida.

Las mejillas de Paula se encendieron. Pedro estaba dando a entender a sus amigos que su relación era mucho más íntima de lo que parecía ser.

—No es cuestión de timidez —respondió Paula con serenidad—. Como yo no conozco muchos de tus secretos, no puedo revelárselos a Melanie.

Él sonrió; era evidente que disfrutaba avergonzándola.

—En ese caso, no le dirás que tengo una cicatriz en un muslo que me hice cuando jugaba fútbol en la universidad.

—Espero que no mencionarás…

—La cicatriz de tu apéndice —él terminó con lentitud—. No, no la mencionaré —dijo provocativo al mismo tiempo que la besaba en la nariz antes de levantarse—. Así que quedamos en que guardaremos eso para nosotros.

—Sí —ella contestó nerviosa sin haberse dado cuenta de que él había visto la cicatriz. Pero claro que la había visto cuando posó para él.

Melanie soltó una carcajada en cuanto se quedaron solas.

—No debes hacerle caso a Pepe —dijo—, lo he conocido durante toda mi vida y todavía me sorprende.

—Él… yo…

—Él es imposible —Melanie terminó—, oh sí, sin embargo, es el mejor amigo que Jonathan y yo hemos tenido.

Paula apreciaba que fuera un amigo fiel, pero, ¿tenía que avergonzarla de esa manera?

—¿Más café? —Melina ofreció al verla tan pensativa.

—Oh, sí, por favor —la siguió hasta la cocina—, en realidad preparaste una comida deliciosa.

Paula había disfrutado el pollo y la patata al horno.

—Gracias —Melanie aceptó el cumplido con timidez—, Pepe nos dijo que te está pintando.

—Oh, ¿de veras? —Paula se humedeció los labios, nerviosa.

—¿Cómo va?

—Yo creo que bien… —¿cómo decirle que no había estado en el estudio más que una vez?

Melanie asintió, no estaba sorprendida de la falta de conocimiento de Paula acerca de la obra.

—Él protege su trabajo, es muy reservado en cuanto a eso.

—Sí.

—Espero que nos lo muestre antes de irse a Inglaterra. Me gustaría mucho verlo. ¿Tiene título? Por lo general, Pepe les da nombre a sus obras.

Después de la manera en que Pedro había actuado, con tanta familiaridad, ¿Cómo podría decirle que el cuadro se llamaría Inocencia?

1 comentario:

  1. Muy buenos capítulos! como me gustaría que Pedro se abra más también...

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