lunes, 13 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 28

El camino de regreso le pareció más corto aunque cada paso que el caballo daba era la agonía para Paula, las piernas le dolían mucho. Pedro salió del caballo una vez que llegaron al corral. Se dirigió hacia Paula que trataba de hacer lo mismo, las piernas se le doblaron en cuanto tocó suelo.

—¡Firme! —Pedro la tomó de un brazo para ayudarla—. ¿Cómo te sientes? —le sonrió con franqueza; llevaba el sombrero hacia atrás y el pelo revuelto.

—Pues… bien —hizo un esfuerzo para mantenerse parada por sí misma y estaba sorprendida de lograrlo.

—¿Segura?

—Dije que estoy bien —contestó irritada—. Perdóname. Creo que se debe a que no tengo práctica —se sacudió el pantalón.

—Sí, creo que eso es —su júbilo aumentaba.

—¿Pepe?… —lo miró sospechosa—. ¡Tú lo sabías! —explotó—. ¡Tú lo sabías, malvado!

Él se dedicó a desensillar el macho.

—¿Sabía qué, Paula?—le preguntó con fingida inocencia, mirándola burlón.

La chica estaba furiosa y comenzó a proferir insultos.

—Maldito, malvado… —fue interrumpida por un beso de Pedro. Paula estaba demasiado molesta para corresponder a la caricia y golpeaba el pecho masculino con los puños.

—¡Sólo fue una broma —la alejó de sí.

—¡Una broma! —exclamó furiosa—. ¡Muy gracioso! —se volvió y se alejó de él, sus ojos chispeaban como fuego—. Pude haberme caído —acusó—, lastimado y lo hiciste bromeando —el tono de su voz llegó al de la histeria, sus temores eran reales.

—No estabas en peligro —Pedro no parecía estar preocupado.

—¿No? —gritó—. ¡Estaba aterrada y dices que no había peligro!

—Paula…

—¡No me hables! Eres de lo peor, el gusano más despreciable que he conocido. ¡Aun más vil que Marcos Johnston! —le gritó y se metió en la casa.

Pedro no intentó seguirla, lo que estuvo bien, tal vez lo habría golpeado si le decía una palabra más. Él lo había hecho a propósito, la había hecho sufrir la tortura de sentarse en el caballo por casi dos horas a sabiendas de que nunca había montado.

¡Cielos! todo le dolía y Pedro era el culpable. Ella estaba tendida sobre la cama cuando la puerta de la habitación se abrió.

—¿Qué quieres? —preguntó enfadada y se sentó decidida a no dar muestras de dolor.

—Quiero empezar a trabajar —expresó Pedro.

Ella se levantó con torpeza.

—Pues tendrás que esperar. Huelo a caballo y quiero darme un baño.

—Apresúrate, deseo empezar esta mañana.

—Todavía no he dicho si lo voy a hacer o no —le recordó nerviosa.

—Lo harás. Estaré arriba esperándote —cerró la puerta con fuerza.

¿Por qué estaría tan disgustado? Era ella quien había hecho el papel de tonta; sin embargo, el enfado de él la puso a la defensiva y estaba decidida a contrariarlo. Minutos más tarde, mientras se bañaba llegó a su mente el nombre Sabrina. ¿Qué tan cercana había sido esa mujer para Pedro? y ¿por qué se había suicidado? Nadie le había hablado de eso. ¿Podría ser que el amor de Sabrina por dos hombres hubiera sido demasiado para ella?

De pronto, la puerta del baño se abrió de manera violenta y Pedro apareció.

—Creo que te dije que no te bañaras —su disgusto era notorio.

Paula se cubrió los senos con las manos, ni siquiera había burbujas en la tina que ocultaran su desnudez. A Pedro, no le importaba eso, la miraba sin pasión.

—¡Vete de aquí! —le ordenó, indignada, con las mejillas encendidas—. Iré cuando esté lista.

Él se acercó a la tina.

—Si digo que quiero trabajar ahora, es porque eso es lo que deseo hacer —la tomó por la barbilla y la obligó a mirarlo—. Ahora sal de ahí y ve rápido a mi estudio. ¿Me entiendes?

—Sí… entiendo —asintió nerviosa.

Él hizo una mueca de burla.

—Si no estás en mi estudio dentro de cinco minutos, vendré por tí.

—Ahí estaré —le aseguró.

—De eso estoy seguro —dijo entre dientes antes de salir.

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