lunes, 27 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 16

—Ya te dije por qué. Esa chica sólo quiere causar problemas.

¡Por lo que a Paula se refería esa farsa ya había durado bastante!

—¿Y de qué manera estoy haciendo eso, señor Alfonso? —dejó de fingir, hablándole en su propia voz, muy disgustada.

Él le soltó la mano enseguida y su rostro reflejaba furia.

—Muy divertido, señorita Gonzalez. Tal vez debías dedicarte a la actuación.

—Estaba pensando lo mismo. Deje que le asegure, señor Alfonso, que no vine a causar "problemas". Me encontré hoy con Priscilla porque ella lo sugirió y además, me simpatiza. Pero ahora que conozco la opinión de usted acerca de mi madre y de mí… incidentalmente, mi madre no conoció nunca al padre de Priscilla, mucho menos nueve meses antes de mi nacimiento. Lo siento, señor Alfonso, ¿dijo algo?

—Dije maldita Prisci y su lengua larga.

—Si usted no hubiera hecho comentarios, ella no hubiese podido repetirlos. Hace veintiún años mi madre estaba casada con mi padre y en ese tiempo nací yo. Los comentarios que hizo acerca de ella son una calumnia —sus ojos brillaban por la furia—, y no voy a quedarme tranquila.

—Sólo fue una conjetura —se defendió—. Tu parecido con Prisci… es enorme. Yo sólo trataba de encontrar una razón.

—¡Pues no es ésa!

—No, lo acepto. Tu edad debilita mi argumento. ¿Creo que dijiste veintiuno?

—Casi —confirmó resentida—. El mes entrante.

—Mmm, y en ese tiempo, el padre de Prisci también estaba felizmente casado con su madre.

—Solicito una disculpa por sus comentarios, señor Alfonso.

—Señorita Gonzalez…

—¡Una disculpa! —repitió ella—. Mi madre está muerta y no puede defenderse por lo que yo exijo una disculpa en su nombre —se quedó mirándolo retadora.

—Está bien —las palabras le salieron con dificultad—. Te ofrezco mis disculpas. Parece ser que estaba equivocado.

Paula dió gracias al ver regresar a Priscilla. La muchacha se inclinó y besó a su prometido en los labios antes de sentarse a su lado.

—Siento haber tardado tanto —le dijo a Paula—. ¡Me temo que Sandra es tan parlanchina como yo! —le lanzó una sonrisa a Pedro—. ¿Qué estás haciendo aquí, querido? No es que no me dé gusto verte —entrelazó sus dedos con los de él—, pero creí que estarías muy ocupado esta tarde.

—Tuve un rato libre y pensé que te encontraría aquí.

Para poder espiarla, pensó Paula y parecía que Pedro también amaba a Priscilla pero con posesividad y extrema protección.

—Paula y yo iremos de compras —la sorprendió Priscilla—. ¿Quieres ir con nosotras?

—No, gracias —Pedro sonrió burlón—. Pero más tarde puedes enseñarme las compras.

Priscilla esbozó una sonrisa maliciosa.

—Pensé comprar algo de ropa íntima.

Pedro rió en forma sensual.

—¡En ese caso, definitivamente puedes enseñármela más tarde! —se levantó—. Las dejaré para que disfruten de sus compras.

—Adiós, señor Alfonso—dijo Paula, topándose con su mirada.

—Adiós, señorita Gonzalez. Hasta más tarde, Prisci —y se inclinó para besarla.

—No creo que alguna vez deje, de asombrarme lo atractivo que es —Priscilla sonrió y se estremeció de placer—. O el hecho de que estoy comprometida con él. Oh bueno, ¿quieres ir de compras?

Era tarde cuando Paula regresó a casa de su tía, le fue difícil despedirse de Priscilla. Esta quería que se encontraran de nuevo, pero Paula afirmó que estaría demasiado ocupada durante el tiempo que le quedaba en Inglaterra.

Un par de días después, Priscilla volvió a llamar y Paula hizo lo imposible para evitar verla.

—Por favor —insistió Priscilla—. Me simpatizas, Paula, siento que puedo hablar contigo. Tal vez sea porque nos parecemos tanto, no sé, pero siento como si hubiera un lazo entre nosotras.

Paula también lo sentía, era una sensación extraña. Deseaba ayudar a Priscilla con cualquier problema que tuviera.

—Anda, Paula—la animó Priscilla  dándose cuenta de que cedería—. ¿Quieres que vaya por tí?

—¡No! —todavía no les había mencionado a sus tíos sus encuentros con Priscilla y no quería tener que decírselo ahora—. Te… veré en alguna parte.

Se pusieron de acuerdo y Paula llegó al lugar y hora convenidos. Priscilla se retrasó.

Después de quince minutos, comenzó a preocuparse, y pasada media hora llegó a la conclusión de que algo le había pasado a Priscilla. El número telefónico de la chica figuraba en el directorio, así que llamó a su casa. La criada le dijo que la señorita Chaves estaba descansando en su cuarto, y que no tenía ninguna cita esa tarde con nadie.

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