miércoles, 1 de junio de 2016

Volver A Amar: Capítulo 58

Una vez en la cama Paula correspondió a fondo, entregándose al tierno cariño de su marido, sin retenerle nada, dándole todo su amor, toda su persona, emocionada y sorprendida de poder sentir un cálido placer invadir su cuerpo, hasta el último poro, desde la cabeza hasta los pies, elevándola cada vez más…

—Dámelo, querida —le urgía Pedro con el cuerpo pegado al de ella y los muslos moviéndose a un ritmo suave y erótico—. ¡Dámelo todo!

Ella no tenía idea de lo que quería decir, no tenía idea de lo que significaba toda esa locura. Y de repente lo supo, lo supo con una claridad increíble. Ola tras ola de éxtasis la cubrieron, un éxtasis que Pedro controló hasta el glorioso final, desahogándose sólo hasta estar seguro de que Paula había satisfecho su pasión.

—Gracias —la besó en el rostro y la garganta con labios ardientes—. ¡Gracias! —gimió abrazándola con fuerza, mientras sus cuerpos seguían unidos.

Paula no podía hablar. No era frígida, ¡Jamás lo había sido!

—¡Oh, Pedro! —lo abrazó llorosa—. ¡Pedro! —lo miraba radiante, segura de que nunca antes había sido tan feliz, llena de una satisfacción que la inundaba por entero.

—Lo sé —él rió feliz—. Jamás pensé que hacer el amor podía ser tan maravilloso —dijo—. Tan absolutamente maravilloso.

—Sí —ella se pegó a él; lo era. Jamás había soñado que pudiera ser así, que amar a alguien pudiera proporcionar tanto placer. Había estado casada antes, tenía una hija de casi seis años, y a los veintiséis era la primera vez que experimentaba un placer tan absoluto. Su amor por Matthew lo había logrado, su amor total por todo lo que le concerniera.

—Pareces sorprendida —le dijo él con gentileza.

Sin embargo, ni siquiera ante Pedro podía admitir la farsa de su primer matrimonio.

—No, yo…

—Estoy bromeando, querida —rió feliz—. Te deseo de nuevo, Paula.

—Yo te deseo también —admitió ella con timidez.

—Lo sé —y poniéndose serio empezó a besarla de nuevo.

Paula  volvió a sentir el frenesí casi al instante, sabía que no se cohibiría con Pedro nunca más, con él la pasión era dar, no quitar a la fuerza.

Despertó despacio la mañana siguiente, envuelta en un suave letargo, saciada hasta el máximo. La noche que acababa de pasar en brazos de su marido era algo que jamás había podido soñar.

—Despierta, dormilona —le murmuró su marido al oído.

—Mmm —la joven se estiró, perezosa. Una sonrisa se asomó a sus labios, que se ofrecían ansiosos.

—Te amo, Paula —gimió besándola.

—Yo también te amo —repuso ella sin dudarlo.

—Creo que debíamos irnos de luna de miel —le dijo entre beso y beso.

—Pero, si ya tuvimos una —rió ella.

—No como ésta —Pedro le lanzó una mirada traviesa, con expresión relajada y amorosa.

—¡Pedro! Martina puede venir en cualquier momento.

—No lo hará —se inclinó a besar los suaves senos femeninos.

—Mamita, ¿por qué?… ¡Oh! —Martina se detuvo en la puerta—. ¿Mamá? — preguntó ansiosa.

Pedro se derrumbó sobre Paula con una especie de gruñido.

—Pues mira que… —murmuró apenado.

Paula le lanzó una mirada de advertencia y se enderezó, alargándole una mano a Martina.

—¿Qué pasa, querida?

Martina se acercó despacio a la cama, con los ojos muy abiertos.

—Yo… el desayuno —dijo nerviosa—. No estabas abajo, como de costumbre, así que yo… pensé que no te sentías bien.

—Tu mamá está muy bien —Pedro se reclinó en la cabecera de la cama—. Y, ¿no te enseñaron a llamar antes de entrar? —la riñó con ternura.

La pequeña se ruborizó, sonriendo.

—Yo no… bueno, a mamita no le suele importar. Y nunca entraba al dormitorio de papá, no después de aquel día en que se enfadó mucho conmigo.

Paula notó el repentino interés de Pedro.

—¿La habitación de tu papá? —preguntó, haciéndole sitio a la niña en la cama. Martina se acomodó entre ellos.

—Papá dormía en la habitación que estaba junto a la de mamá —reveló inocente—. Pero me gusta más así —le sonrió feliz.

—Estoy de acuerdo —admitió él con suavidad.

Paula se levantó de la cama, evitando la mirada intensa de Pedro sobre ella.

—Voy a vestirme —murmuró.

—Paula…

—Tengo que preparar el desayuno —y escapó al baño.

Jamás pensó que Martina pudiera revelarle a Pedro su vida con Antonio.

Hasta esa mañana, Martina nunca la había visto en la cama con Pedro, pues, como la misma niña dijo, por lo general ella estaba en la cocina cuando bajaba a desayunar.

Pero Pedro estaba decidido a preguntar sobre ese asunto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario