miércoles, 29 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 18

—¿Es un amigo tuyo, querida? —preguntó su tía después.

—Amigo de una amiga —respondió con indiferencia—. Lo conocí en el club al que fui con Ezequiel la otra noche —era cierto—. Andaba por aquí y quiso venir a saludarme.

—Un hombre muy bien parecido —comentó la tía.

—Muy bien parecido —si le gustaban a uno los hombres arrogantes.

Titubeó acerca de mantener la cita para almorzar al día siguiente porque sabía que el placer que le daría ver a Priscilla, sería empañado por el hecho de que Pedro estaría allí también. Por fin decidió que si no iba actuaría como una cobarde, además, ni siquiera tenía que hablar con Pedro, a menos que quisiera.

Pero al parecer, él tenía otras ideas al respecto. En cuanto Paula llegó a casa de los Chaves, la pasaron a un estudio y el ocupante del cuarto no era otro que Alfonso.

—Prisci bajará en un minuto… se está acabando de vestir.

—¿Se siente mejor?

—Mucho mejor. En realidad me da gusto que se retrase, porque tengo algo que quiero discutir contigo.

—¿Ah, sí? —se puso a la defensiva enseguida.

—Sí, por favor, siéntate. Iré directamente al grano —se inclinó hacia adelante sobre el escritorio—. Me mentiste, señorita Gonzalez —agregó.

—¿Quiere explicarme de qué está hablando? En ningún momento le mentí —  estaba indignada.

—Existe algo así como mentir por omisión. Hice que te investigaran, señorita Gonzalez…

—¡No tenía derecho! —exclamó furiosa.

—Hice que te investigaran —repitió con calma—, y me encontré con que tu padre no era Manuel Gonzalez.

—¡Nunca dije que lo fuera!

—¿Quieres ser tan amable de dejarme terminar? También me enteré de que no eres americana de nacimiento, sino inglesa, y que…

La puerta a sus espaldas se abrió y entró otro hombre. Pedro le dirigió una mirada aguda a Paula antes de saludar al hombre.

—Regresaste temprano, Miguel.

—Me enteré de lo de Priscilla. Yo… ¡tú no eres Prisci! —acusó el hombre palideciendo mientras seguía mirando a Paula—. ¡Dios mío —dijo aturdido—, si no eres Prisci entonces debes ser…!

—Paula —agregó ella con voz ronca sintiendo que el mundo giraba a su alrededor—. ¡Y usted es mi padre!

Ese hombre era el mismo con quien su madre compartió su primer día de casada, el que estaba a su lado en la foto de la boda, el hombre que su madre le dijo que había muerto.

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