lunes, 27 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 15

—¿Es eso malo? —Priscilla puso cara de chiquita culpable.

—No —sonrió Paula—. Me gustaría poder hacer lo mismo —aunque no estaba segura de ello. Los meses que pasó en inactividad forzosa, la habían hecho anhelar el regreso al trabajo.

—Me mantengo bastante ocupada —le contó Priscilla—. Papá siempre tiene visitas y yo debo ser su anfitriona. Y además está el club de deportes, voy allí a menudo. Y luego…

—Está bien, está bien —Paula rió y la hizo callar—. ¡Te creo!

—Tú eres modelo, ¿verdad? Pablo me lo dijo.

—Sí —Paula se mordió el labio inferior, indecisa de decirle algo a Priscilla acerca de su cita con Pablo. Después de todo, no era asunto suyo con quién salía la otra chica. Sin embargo…—. ¿Pasaste con él una velada agradable?

—Él está bien, pero… ¿oye, acaso me metí en tu terreno? Él me dijo que no había nada entre ustedes dos.

—No hay nada. No lo decía por mí —Paula arqueó una ceja.

—¿Entonces?… oh, te refieres a Pepe. Bueno, supongo que no le agradaría mucho.

—Y tendría derecho. Estás comprometida con él —le recordó Paula.

—Él siempre está ocupado, trabaja mucho. Además, viaja a menudo debido a los negocios. Me siento sola. Pero de todas maneras, no volveré a ver a Pablo.

Eso no le preocupaba. Priscilla podía tener cien hombres además de Pedro si quería, pero ella tenía la sensación de que el novio no aguantaría ese trato y a menos que Priscilla quisiera perderlo, tendría que restringir sus actividades con otros hombres.

Priscilla no pareció estar de acuerdo con ella cuando se lo comentó.

—Me perdonará, siempre lo hace.

Entonces Pedro debía ser un hombre más comprensivo de lo que ella pensaba. Quizá amaba a Priscilla más de lo que parecía.

—Mi boda con Pepe hará que todas las cosas marchen bien —le dijo Priscilla al verla fruncir el ceño—. Él y mi padre son socios. Cuando nos casemos, Pepe tendrá la seguridad de convertirse eventualmente en el único dueño. Ha sido tan bueno conmigo, que es lo menos que puedo hacer por él. Y es apuesto, ¿verdad? Distinguido.

—Sí —aunque a Paula no le parecía buena razón que se casara con él porque había sido bueno con ella. Tal vez se amaban a su manera, pero así no era como ella deseaba amar a su compañero de toda la vida.

—Mmm, me encanta que me vean con él —Priscilla puso expresión soñadora—. ¡Y es tan dominante! Papi dice que es un hombre de negocios fuera de serie.

Paula cambió de opinión respecto a que Priscilla no amaba a su prometido. Era notorio que lo adoraba, aunque hacía esfuerzos por ocultarlo. Su relación era muy complicada para que ella la entendiera, así que decidió olvidar el asunto.

—Yo… ¡oh mira, ahí está Sandra! —exclamó Priscilla—. San… maldición, entró en el restaurante —se volvió hacia Paula—. ¿Te importaría si te dejó unos minutos? Tengo que ver a Sandra.

—No —sonrió Paula—. Ve.

—¿No te irás?

—No, no me iré. Terminaré de tomar mi café y té espejaré aquí.

Priscilla tardó más que unos minutos, tanto que Paula comenzó a inquietarse.

Cuando vió entrar en el restaurante a Pedro, su corazón dió un vuelco. No soportaría que le hablara en forma descortés, no después que Priscilla le confío las cosas que había dicho de ella, los insultos que profirió en contra de su madre.

Él se le acercó enseguida.

—Creí que te encontraría aquí. ¿Por qué no me lo dijiste antes en lugar de usar tanta evasiva? —se sentó en la silla que acababa de dejar vacante Priscilla.

¡Creyó que era Priscilla! Su enfado por las acusaciones respecto a su madre y a ella salieron a flote. Trató de acordarse del tono ronco de la voz de Priscilla, esperando salirse con la suya. Ese hombre era arrogante y estaba equivocado acerca de ella, entonces, ¿por qué no aprovechar la oportunidad para vengarse de él?

—Tal vez no quise que estuvieras encima de mí —¿era ella realmente la que hablaba? Había logrado dar una buena impresión del tono de voz de Priscilla, tan buena que pudo engañar a Pedro.

Él suspiró, apenas podía contener la ira.

—Lo único que quiero saber…

—…es qué hago, cada minuto del día y de la noche —terminó por él mejor no podía actuar—. Sólo salí a almorzar, Pedro

Él le cubrió una mano con la suya y Paula tuvo que controlarse para no alejarla.

—Mientras tu padre está ausente, me siento responsable por tí.

Paula  hizo pucheros como había visto que Priscilla hacía.

—¿Pero Pepe, qué puede pasarme si salgo a almorzar?

—A tí podría pasarte cualquier cosa aun sentada en casa —dijo bromeando—. ¿Con quién vas a almorzar?

—Bueno, la verdad…

Pedro entrecerró los ojos.

—¿Acaso has vuelto a ver a la chica Gonzalez?

—¿Y por qué no he de verla? —para su sorpresa todavía pudo fingir el acento de Priscilla.

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