domingo, 26 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 11

—Se pone peor.

Pronto se percató de que él había cerrado la puerta ventana a su espalda. Sacó una cajetilla de cigarrillos y encendió uno.

—Es notorio que jamás habías estado en una de las fiestas de Cinthia.

Paula se movió inquieta, deseando que dejara de mirarla con tal intensidad.

—No —confirmó nerviosa.

—¿Has estado mucho tiempo en Inglaterra? —la pregunta sonó desinteresada y sin embargo Paula  sintió que no era así.

—Unos días.

—¿Estás aquí con tus padres?

—Ambos se mataron en un accidente automovilístico hace seis meses — respondió nerviosa.

—Ya veo. Lo siento. ¿Estás aquí de vacaciones?

—Sí —no tenía objeto mencionar que se estaba recuperando de las heridas sufridas en el accidente. Eso no era asunto de ese hombre.

—Entonces, ¿el señor Glenn es un conocido nuevo?

—Muy nuevo. No entiendo la razón de tantas preguntas, señor Alfonso.

—No pareció sorprenderte el parecido de Priscilla contigo, y como según dices eres americana y acabas de llegar a Inglaterra, me preguntaba cómo es que te enteraste de la existencia de Macarena.

—No me gusta lo que trata de implicar, señor Alfonso—sonaba como si la acusara, como si sospechara de algo que no sabía qué era.

—Lamento que lo hayas tomado así, pero estoy seguro de que puedes comprender mi curiosidad por saber la razón que tuviste para buscar a mi prometida.

—¡Yo no la busqué! —protestó Paula—. Confieso que quería verla, pero sólo porque muchos me confundieron con ella, usted, inclusive. Yo no tenía ningún otro motivo para querer conocer a Priscilla.

Pedro no se mostró afectado por la reacción de la chica.

—¿Eso hice?

—Sabe que sí. ¿Por qué cree usted que yo quería buscar a Priscilla? —había dos manchas rojas de furia en sus mejillas.

—Es rica, y…

No pudo seguir. Paula  le dió una fuerte bofetada y su satisfacción pronto se esfumó al ver el brillo de furia en los ojos masculinos.

—¡Se lo merecía! —exclamó, retrocediendo—. Usted…

Ahora fue el turno de él de dejarla sin habla… pero su método fue mucho más destructivo. A Facundo le gustaba besarla y él creía que la excitaba, pero este hombre, hizo estragos en ella con sus labios, excitándola en contra de su voluntad.

—¡Cómo se atreve!

Su indignación sólo lo divirtió.

—¿No pudiste haber dicho algo más original que eso? ¡Me desilusionas, señorita Gonzalez!

—Y usted a mí, señor Alfonso —se limpió la boca con el dorso de la mano—. Yo había esperado más que brutalidad del famoso Pedro Alfonso—agregó, insultante.

—Tu parecido con Priscilla es enorme —miró con desdén sus curvas y rostro arrebolado.

—Tal vez ella aprecia su… su salvajismo, pero yo no. Discúlpeme señor Alfonso, espero no volver a tener la mala suerte de encontrarme con usted —giró en redondo pero la mano de él le impidió alejarse—. ¡Suélteme!

Pedro  se quedó mirándola.

—Espero que jamás nos volvamos a encontrar, Paula—dijo con voz apasionada—, por una razón diferente a la tuya.

—¡Adiós, señor Alfonso! —se alejó de él y en esa ocasión no hizo el intento de detenerla.

—Adiós, Paula … —se interrumpió cuando ella cerró la puerta ventana tras sí.

La chica se acercó a Pablo que todavía hablaba con Macarena.

—Estoy lista para marcharme —anunció.

Priscilla  soltó la carcajada.

—¿Te perturbó Pepe? Veo que sí —la tomó de un brazo—, pero no debes hacerle caso. Si te insultó, cosa que creo que hizo, probablemente sólo trataba de protegerme. Pedro piensa que tiene que protegerme de algo.

—Entonces esta vez lo hizo bien —contestó Paula—. Siento haberla molestado, señorita Chaves. Le aseguro que no tenía intenciones de perturbarla.

Priscilla sonrió con desdén.

—No estoy perturbada. Esta noche me divertí como no lo había hecho en mucho tiempo. Si me das tu número telefónico, tal vez te llame alguna vez para invitarte a almorzar.

Paula titubeó, Pedro estaba decidido a que ella y Priscilla no volvieran a verse.

—Oh, por favor —la alentó Priscilla—. Pepe no tiene que saber nada de esto. Por favor —agregó esbozando una sonrisa cautivadora.

—Está bien —anotó en un pedazo de papel que Priscilla le dió  el número telefónico de su tía—. Pero sólo estaré aquí un par de semanas más, cuando mucho.

—Oh, te llamaré antes que te vayas —le aseguró Priscilla.

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