viernes, 3 de junio de 2016

Volver A Amar: Capítulo 62

—Sí, sí podía —le dijo con firmeza.

Pedrofrunció el ceño, la miraba con ojos escrutadores.

—¿Por qué no me lo habías dicho, Paula? —se acercó y la tomó de los hombros—. ¿Qué me estás ocultando?

No se atrevía a mirarlo.

—Sufrí una fuerte depresión nerviosa —reveló por fin—. Antonio iba a acusarme de inestabilidad mental para obtener la custodia de Martina. Yo estaba dispuesta a aguantar lo que fuera con tal de retener a Martina. Hasta me ofrecí a volver a su cama para que no se divorciara.

Ella sintió la furia invadir a Pedro.

—¿Aceptó?

—No —rió Paula con amargura—. ¿No oíste a María Laura? Soy un fracaso. O al menos, lo era —se ruborizó.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Pedro.

—Anoche —explicó nerviosa—, cuando tú y yo… cuando nosotros…

Él apretó sus brazos.

—Nunca antes habías sentido placer físico —exclamó asombrado—. ¿Es eso, Paula? ¿Nunca te dió ese placer?

Ella se apoyó en su pecho.

—Nunca —murmuró.

—No imaginé… Cuando dijiste que tu noche de bodas había sido un fracaso, pensé que luego las cosas se arreglaron. No sabía… —Pedro movió la cabeza aturdido.

—Antonio dijo que era frígida, que no servía en la cama. Cuando yo… cuando le dije que tal vez en parte era su culpa contestó que ninguna otra mujer con las que se acostaba decía lo mismo, que había algo mal en mí.

—¿Y tú le creíste? —preguntó Pedro colérico—. ¡Si lo hubiera sabido! — rugió—. Nada hay de malo en tí, Paula, excepto las humillaciones a que te sometió. Al decirte que no servías, te obligó a creerlo —le acarició la mejilla con ternura—. Cuando te hacía el amor y tú permanecías fría, pensaba que era porque lo seguías amando, que yo te fallaba. Y todo el tiempo él te convenció de que eras un fracaso — exclamó—. Amor es todo lo que necesitas, querida, amor que yo te voy a dar el resto de tu vida. Y ahora, cuéntame lo de la depresión —le pidió con suavidad.

Paula se puso rígida.

—Antonio dijo que carecía de estabilidad mental…

—Antonio no sabía de lo que estaba hablando —negó él irritado—. Si así fuera te habrías derrumbado cuando murió, dejándote con todas esas deudas. Al contrario, saliste a trabajar, luchaste para rehacer tu vida y pagaste todo el dinero que debían.

—Excepto a tí.

La expresión en el rostro masculino se suavizó.

—Considérala pagada del todo. Entonces, ¿por qué la crisis, Paula?

Ella se mordió el labio.

—Me enteré… Antonio no estaba conmigo cuando nació Martina. Yo creí que estaba trabajando y, como era vendedor, no resultaba fácil localizarlo. Más tarde me enteré que estaba con otra mujer.

—¿Cómo?

—Ella me vino a ver dos meses después del nacimiento de Martina. Ella… me dijo que también estaba embarazada, pero que Antonio se negaba a reconocer al hijo. Yo… yo me derrumbé, estaba hecha pedazos. Me llevaron al hospital y luego me mandaron de vuelta a casa. Pero no podía dejar que Antonio me volviera a tocar. No podía… soportar que me tocara. Luego, cuando le pregunté sobre aquella chica, me respondió que había abortado —Paula no pudo evitar un escalofrío recorrerle la espina—. Después de eso cada vez que hablaba de dejarlo, Antonio decía que me quitaría a Martina.

Pedro movió la cabeza.

—Ningún juez le habría dado la custodia de Martina.

—Pero la depresión nerviosa…

—¿No has oído hablar de la depresión post-parto?

—Lo mencionaron en el hospital, pero no entendí bien lo que significaba.

—Bueno, yo tampoco lo entiendo mucho —admitió él—. Pero creo que es algo que tiene que ver con cambios hormonales en el cuerpo después de dar a luz. Creo que eso era lo que tenías. Era imposible que pudieras con todo eso, un hijo y las humillaciones y vejaciones a que te sometía Antonio.

La esperanza iluminó el rostro de la joven.

—¿De verdad lo crees así?

—Estoy seguro de que eso era lo que intentaban explicarte en el hospital — asintió él abrazándola con ternura—. Y ahora, ¿por qué no subimos y comprobamos que no eres frígida?

La broma no la molestó en lo más mínimo.

—Dime, ¿todavía me amas?

—Más que nunca. ¿Pensaste que dejaría de hacerlo?

—No lo sé —se aferró a él—. Te amo tanto que no podría soportar perderte.

—Eres mi otra mitad, Paula; dejarte significaría arrancarme parte del corazón. Y nunca he tenido tendencias masoquistas —agregó burlón—. Te amo, querida  —le dijo con seriedad—. Y te amaré toda la vida.

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