miércoles, 8 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 14

—Increíble, ¿no es cierto? Pero de algún modo lo logran. Luego, al día siguiente, cuando la estampida comienza en serio hay un rodeo…

—¿Con potros salvajes? —los ojos de Paula reflejaban emoción.

—Sí —Diego confirmó, sonriendo—. Y por la tarde tenemos la carrera de carretas.

—¿Esas enormes carretas pueden correr? —Paula preguntó asombrada.

—Bueno, no tanto —Diego hizo una mueca—, han sido adaptadas para correr pero aun así, es emocionante y hay exhibiciones, ganado, una enorme feria con espectáculos ¡Tienen de todo lo que tú quieras!

No había estado en una feria desde que era niña y su expresión se tornó nostálgica.

—Estoy seguro de que Pepe te llevará —comentó Diego con amabilidad—. El acostumbra ir.

—Nos iremos para Inglaterra dentro de dos semanas.

—Lo sé, pero tendrán tiempo antes de que se vayan. ¡Oh, soy un pésimo anfitrión! ¿Gustas café o limonada? —añadió al tiempo que ella iba a rechazarlo—. Limonada natural —insistió.

—Bueno, está bien … gracias.

Él regresó en pocos segundos con un vaso de limonada en su mano.

—Creo que voy a bañarme y a rasurarme, ¿no hay problema si te dejo unos minutos?

—¡Por supuesto que no! —se apresuró a contestarle, temiendo que le hiciera preguntas personales acerca de Pedro—. No te preocupes.

—Entonces no tardaré.

—No te preocupes por mí —tomaba su limonada despacio y con agrado, cuando de pronto se sintió avergonzada de encontrarse allí, ya que con su presencia indicaba que estaba dispuesta a aceptar el convenio. Se levantó inquieta, caminó agitada por la habitación y de pronto una foto que estaba sobre un mueble atrajo su atención; era una foto de Diego con una chica de pelo negro, muy bella y se miraban con ternura.

Paula levantó la mirada cuando Diego entró en la habitación, llevaba ropa limpia y el cabello húmedo. La expresión del muchacho se ensombreció cuando vio la foto en la mano de Paula, ella la colocó de nuevo en su lugar.

—Lo siento… ella es muy… muy bella —dijo, disculpándose.

—Sí… era muy bella.

—¿Era? —Paula abrió los ojos, asombrada.

—Murió —él se volvió—. Pepe está retrasado —Diego miró su reloj de pulsera.

¡Oh, Dios!, era una tonta, había abierto una herida que aún no cicatrizaba.

—¿Preferirías que esperara afuera? —le preguntó a Diego con suavidad.

—¡De ninguna manera! —él trató de ocultar su tristeza—. Creo que todavía estoy un poco sensible al respecto.

—Entiendo —Paula contestó compasiva—. Mi madre murió hace poco más de un año y aún la extraño.

—Eso es muy duro —expresó Diego, moviendo la cabeza.

—No tanto como perder una esposa…

—No estábamos casados. Sabrina  murió un mes antes de la boda. Tú pensaste que éramos casados por la casa, ¿verdad?

—Bueno, pues sí.

—La amueblamos y decoramos juntos; no he cambiado nada.

—Es perfecta y está preciosa —era cierto.

Diego asintió.

—Sí, Sabrina era muy creativa.

—No fue mi intención hacerte sentir mal —Paula emitió un suspiro mostrando su pesar.

—No me hiciste sentir mal —él sonrió—. Es bueno hablar de ella, no sé por qué pero todos piensan que cuando alguien que uno ama, muere, es como si nunca hubiera existido. No recuerdo cuándo fue la última vez que se mencionó a Sabrina.

—Tal vez tratan de mitigar tu dolor —indicó con dulzura.

—Yo preferiría hablar de ella a embotellar mis recuerdos dentro de mí.

—Ya lo creo.

—Claro que lo sabes y lo entiendes, tu madre… ¿tenías una relación estrecha con ella?

—Sí.

—Entonces, sabes cómo me siento… —se interrumpió—, creo que ya llegó Pepe.

Paula se puso tensa otra vez.

—¡Sí! —Diego se había recuperado y sonreía como siempre—. Reconocería sus pasos en cualquier circunstancia.

—No oigo nada —confesó la chica.

—Ya escucharás —dijo convencido—, es Pepe.

Se oyó el ruido de la puerta al abrirse y luego al cerrarse, segundos después Pedro Alfonso entraba en la habitación.

Paula se quedó pasmada al verlo; él la miró como quitándole cada una de las prendas antes que volviera a mirara Diego, y sus ojos se empequeñecieron al ver el pelo húmedo del amigo.

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