miércoles, 29 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 22

—¿Cómo sabe todo eso? —le preguntó por fin—. Acerca de que todavía amaba a mi madre.

—Miguel jamás hizo un secreto de eso. Tal vez ahora que está realmente muerta… quizá comience a olvidar y perdonar.

—Mi madre no…

—No a tu madre, Paula —la interrumpió—. A sí mismo.

—¿A sí mismo…?

—No debe haber sido fácil vivir consigo mismo todo este tiempo. Tal vez tú también debías tratar de perdonar.

—Y usted debería meterse en sus propios asuntos. El hecho de que vaya a casarse con mi hermana no le da derecho a inmiscuirse en la forma como manejo mi vida.

—Puedes vivir tu vida como se te antoje, pero si Priscilla tiene algo que ver en el asunto sí voy a opinar. Ya te tiene mucho cariño… y a mí… a mí me gusta ver que tenga cerca las cosas que la hacen feliz. Tú la haces feliz.

Paula nunca imaginó que Pedro amara tanto a Priscilla, y por alguna razón esa idea no le gustó. Se sobresaltó al pensarlo. Tal vez cuando solicitó su apoyo, ella misma se sintió atraída hacia Pedro. Eso sí que sería una ironía de la vida, ¡las gemelas enamoradas del mismo hombre! No podía permitir que eso sucediera.

—¿Adónde me lleva?

—Sólo iba de un lado a otro en espera de que te calmaras.

—Ya estoy calmada, y me gustaría ir a casa.

—Miguel querrá volver a verte… lo sabes, ¿verdad?

—Pues puede esperar… para siempre.

—Paula…

—Agradezco su apoyo, pero eso es todo. No volveré a ver a Miguel Chaves.

—¿Y a Priscilla?

—Priscilla es… un caso distinto. Dije que la llamaría y lo haré.

—Gracias —dijo en voz baja Pedro.



Cuando Paula entró en la casa no estaba su tía, así que pudo ordenar sus pensamientos. No invitó a Pedro a pasar y él no pareció darle importancia. ¡Después de todo, no era huérfana! Tenía un padre y una hermana, una hermana a la que ya quería. Sería imposible no amar a una persona que tanto se parecía a ella y su afecto parecía estar correspondido.

—Te veo pálida, querida —comentó la tía Susana cuando regresó con las provisiones.

Paula la ayudó a guardarlas. Todavía no sabía cómo hacer para mencionarle a su tía su encuentro con su padre y Priscilla. Por supuesto, sus tíos debían saber acerca de ella y Priscilla, lo que ahora también explicaba el nerviosismo de su tía hasta el punto de romper una taza. No la preocupó haberla roto sino la mención del nombre de Priscilla.

—¿Paula? —su tía la miraba con el ceño fruncido.

La chica se mordió el labio inferior. Aún no había decidido lo que haría acerca de su padre y por el momento no tenía deseos de hablar del asunto con su tía. A pesar de que los viejos habían sido tan amables con ella, también ayudaron a engañarla acerca del pasado.

—Yo… pues… tengo dolor de cabeza.

—Qué pesar, creo que Ezequiel quería que salieras con él esta noche. Dijo que quería verte antes que te fueras.

—Pero todavía estaré aquí unos días más.

—Ya conoces a Ezequiel —bromeó la tía—. Se ha encariñado mucho contigo.


Y Paula también le tenía cariño, en forma fraternal, y por eso aceptaba sus invitaciones. La llevó a la taberna que visitaron la primera vez y la animó como nadie lo logró.

—Así está mejor —sonrió cuando la vió reír por una de sus bromas—. ¡Comenzaba a preguntarme si lograría hacerte sonreír esta noche!

—Lo siento —dijo con pesar, dándose cuenta de que no podía ser una velada muy agradable para él.

—La tía Susana mencionó algo de un dolor de cabeza cuando llamé. ¿Todavía te duele?

—No, ya se me pasó. Siento haber sido esta noche una aguafiestas.

—¿Estás preocupada porque te vas?

—Oh, sí, Inglaterra parece como mí… hogar —más ahora. Su vida en Florida parecía un sueño e Inglaterra la realidad.

—¿Estás pensando en quedarte? —preguntó Ezequiel, interesado.

—N… no lo creo. Tengo que regresar por un tiempo de todas maneras, pero tal vez vuelva.

—Me gustaría que lo hicieras —le acarició una mano.

Ella se sintió alarmada.

—Eze…

—Lo digo de manera fraternal.

—¿Siempre le agarras a tu hermana la mano así?

—No lo sé, nunca tuve una hermana.

Ella se soltó a reír, Ezequiel siempre lograba hacer que las cosas volvieran a la normalidad y su pánico de esa tarde le pareció tonto. No era la primera persona en el mundo que de pronto descubría que tenía una familia, y después de todo, quería a Priscilla. Los sentimientos hacia su padre eran más difíciles de definir. Su madre la había educado para que amara su recuerdo, por eso siempre cargaba la foto con ella, pero cuando el hombre se le presentó en carne y hueso, no quiso saber de esa relación, porque Manuel había sido su padre y siempre lo sería.

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