miércoles, 15 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 33

—Y tú pudiste habérmelo dicho.

—Yo… tú… oh, ¡demonios! —la miró impaciente y malhumorado.

—¿Qué demonios? —la joven enarcó una ceja.

—Sólo eso, demonios —levantó los hombros con resignación—. Bueno, está bien, nadie te dijo que Sabrina era mi hermanita y tú no preguntaste.

—No me pareció bien hacerlo —se atrevió, a añadir.

—Pues no te importaba, ni te importa si no fuera porque yo no le quito las novias a mis amigos y menos al mejor de ellos.

—Yo pensé que la amabas, después de todo, no podemos escoger a quien deseamos amor.

Es cierto —le contestó burlón—. Sí pudiéramos hacerlo todos terminaríamos con el señor y la señora "perfectos".

—El mundo sería menos complicado.

—Y más aburrido —añadió Pedro con frialdad.

—Tal vez —ella reconoció—. ¿Quieres hablarme de Sabrina o prefieres no hacerlo?

—Creo que sí, Diego y yo fuimos juntos a la escuela, fue por mí que ellos se conocieron. Sabrina se enamoró de él cuando tenía dieciséis años y creo que él también se enamoró de ella. Pero mi hermana era todavía una niña mientras que él ya tenía veinticinco años. Él les habló a mis padres de sus sentimientos y les dijo que quería casarse con Sabrina y ellos le dijeron que deseaban que ella terminara sus estudios… supongo que pensaron que hacían lo correcto en aquel momento.

—Pero a tí no te parece, ¿verdad?

—¡Demonios!, yo no podría esperar siete años para casarme con la muchacha que amara, pero creo que Diego está hecho de algo más duro que yo. Él aceptó los términos de mis padres y guardó sus sentimientos para cuando Sabrina fue mayor — encogió los hombros—. Sabrina fue a la universidad como se había planeado, y cuando regresó a casa, Diego le pidió que se casara con él —parecía una historia romántica, lo que hacía aún más extraño que ella se hubiera quitado la vida. Sí —Pedro confirmó—. Sólo que Sabrina ya tenía la enfermedad de las dietas. Creo que lo que quería hacer, era que Diego se interesara en ella, no sabía que él ya la amaba y pensó que siendo más delgada, obtendría su atención. Nadie sabía de eso, sólo pensábamos que la pérdida de peso se debía a que trabajaba demasiado. Luego, cuando Diego le pidió que se casara con él, subió un poco. Todo parecía ir bien hasta que decidió que debía estar más delgada para el día de su boda. Oh, parecía tan felíz, muy enamorada esperaba con ansia el día de su matrimonio y nadie sabía que andaba mal —su voz se quebró—, que estaba enferma, de que su obsesión… por la dieta…

—No me digas más, si así lo prefieres —Paula tocó su brazo con suavidad—, creo que puedo imaginar el resto.

—Sí, creo que sí. Mis padres todavía no se recuperan del golpe y tú has visto a Diego. Creo que todos nos culpamos por no habernos dado cuenta…

—Pero no podían saberlo —ella protestó—, ellas lo ocultan muy bien.

—Sí, pero eso no lo hace más fácil de soportar, sabiendo que ella se quitó la vida porque estaba asustada de engordar.

—Yo no tengo eso, Pepe—le aseguró con dulzura—. De verdad, sólo he estado demasiado cansada para comer. Ya verás, después de dos semanas de comer bien recuperaré mi peso.

—Si tú lo dices… pero de cualquier modo voy a seguirte vigilando.

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