domingo, 12 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 26

—Desnuda.

—¿Desnuda? —estaba a punto de desmayarse.

—Sí.

—¿Sin la ropa puesta? —entrelazaba las manos con nerviosismo.

Pedro hizo una mueca de burla.

—Eso significa desnuda en general, sí. Estoy seguro de que estás de acuerdo con que el billete fue muy costoso. No te tocaré, Paula —prometió con suavidad—. Cuando pinto estoy absorto en mi trabajo.

—¿Tanto? —no podía creer que el hombre que le había demostrado tanta pasión pudiera controlar sus emociones por completo.

Él sonrió con ternura.

—Cuando pinto un desnudo, no sé de él. Nunca he pintado uno antes, pero si te toco, no podré llamarlo Inocencia, ¿verdad?

—No —se sonrojó.

—Entonces, ¿trato hecho?

—Yo… no… creo que podría —hizo una mueca—, desnuda no.

—Podría pintarte de memoria —dijo en voz baja.

—Pepe…

—Pero no —continuó como si ella no hubiera hablado—. Estoy seguro de que tu cuerpo no puede ser como lo recuerdo —sonrió con tristeza—; quiero la pintura verdadera, no el producto de mi imaginación. ¿Lo harás?

—Yo… ¿y si no lo hiciera?

—Nunca pienso en negativos —Pedro descartó la idea.

—¿Por eso le dijiste a Diego que esperara mi llamada? —la seguridad de Pedro acerca de eso todavía la lastimaba.

—¿Hubieras preferido que no supiera quién eras y haber tenido que dar explicaciones?

—No, pero…

—Yo no hago tratos con "peros" ni condiciones, Paula. Le dije a Diego que lo hiciera porque yo quería que llamaras, no porque estaba seguro de que lo harías. Si no hubieras llamado… —levantó los hombros—, pero lo hiciste y aquí estás y quiero pintarte. Serás la primera para mi, Paula.

—Sé que debería sentirme halagada, pero…

—No estás segura de que puedas hacerlo —terminó la frase comprensivo y agregó—: Bien, piensa en eso y mañana me comunicarás tu decisión.

—¿Mañana?

—Por supuesto —Pedro  asintió—. Sólo tenemos dos semanas, si lo quiero terminar para mi exhibición en Londres, tendremos que empezar mañana.

—¿Tu exhibición? —preguntó asombrada—. Por eso vas a Inglaterra. ¿Eran tus pinturas las que traías ayer en esa canasta?

—Sí, ¿ya tienes una respuesta o debo esperar?

—¿Puedo contestarte mañana? —Paula se mordió el labio inferior.

—Sí —él suspiró—, nos veremos luego.

—¿Adonde vas?

—A sacar a Sheba a su caminara. ¿Quieres ir con nosotros?

—No. Prefiero quedarme a limpiar la cocina.

—Está bien —levantó los hombros y se fue.

¡Posar desnuda! ¿Podría hacerlo? ¿Acaso no era mejor que la idea inicial de compartir el lecho de Pedro? Todavía la impresionaba pensar en él como el pintor Alfonso. No había hecho la relación entre el atractivo hombre que conoció y el mundialmente conocido pintor.

Escuchaba los ladridos de Sheba en la distancia cuando se sentó en la antesala, encendió la televisión para ver sin interés la comedia norteamericana que presentaban. No le llamó la atención y se movía inquieta por la habitación, de pronto escuchó un ruido que parecía provenir de afuera. Nunca había oído algo así y se puso muy nerviosa. ¿En dónde estaría Pedro? Sheba ya había caminado suficiente. Él no debía haberla dejado sola, podría haber algo en la oscuridad, un oso, o un lobo… el ruido de la puerta la hizo correr al encuentro de Pedro.

Ella se arrojó en sus brazos sin preocuparle la sorpresa de él.

—¡Gracias a Dios regresaste! —respiró aliviada contra el pecho masculino.

—¡Demonios!… ¿qué te pasa, Paula? —la apartó de sí y se inclinó para recoger su sombrero poniéndolo en la percha.

Una vez más ella se sintió una verdadera tonta.

—Yo… te tardaste… tanto que…

—Sólo estuve fuera quince minutos —respondió a la vez que se quitaba la chaqueta y la colgaba.

Paula estaba avergonzada de ser tan miedosa.

—Me pareció una eternidad. ¿En dónde está Sheba?

—Ella no duerme en la casa. Es un perro guardián.

—Oh —asintió; de pronto frunció el ceño e inquirió—: ¿Guardián de qué?

Pedro encogió los hombros y se dirigió a la antesala con Paula siguiéndolo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario