domingo, 26 de junio de 2016

La Usurpadora: Capítulo 9

—Bueno, espero que no tengas el carácter de Priscilla. En ocasiones puede ser una coqueta, por lo menos eso es lo que he oído. Pero en lo que se refiere al rostro y cuerpo, son idénticas.

—Difícil de creer.

—Pero cierto. Hoy ví unas fotos suyas. Es algo que no es natural. Pero entremos, así podrás comprobarlo por ti misma.

La habitación en la que entraron estaba llena de gente, que hablaba en voz alta. Cuando el mayordomo los hizo pasar, varias personas se volvieron para mirarlos y una pelirroja alta se les acercó.

—Nuestra anfitriona —Pablo tuvo tiempo de murmurar antes de que la mujer los embriagara con el exquisito aroma de su perfume.

—¡Pablo querido! —exclamó antes de abrazarlo y besarlo en la mejilla—. Y veo que trajiste a Macarena contigo —su tono cambió—. ¿Qué hiciste con Pedro, querida? —le habló a Paula.

—Yo…

—Esta es Paula Gonzalez, Cinthia —interrumpió Pablo.

La expresión de la mujer cambió.

—¿A qué estás jugando, Priscilla? —preguntó por fin.

—No, yo… —Paula estaba más confundida que nunca.

—Un cambio de acento no hace que dejes de ser Priscilla Chaves—dijo la mujer con desdén—. Y Pedro se pondrá furioso cuando llegue. Pero bueno, es tu problema. Las bebidas están allá —movió la mano en dirección del bar—. Sírvanse de comer —se acercó de nuevo a las personas con las que había estado conversando.

—¿Lo ves? —Pablo haló a Paula hacia el bar—. Si puedes engañar a Cinthia, ¿por qué no a otro? Ella y Priscilla han sido amigas desde el internado.

—¿Estás seguro de que "amigas" es la palabra correcta?

—Así se portan en este grupo. Se dan de cuchilladas por la espalda cada vez que pueden. Por ejemplo, lo más probable es que todos esperen ansiosos la escena entre Pedro Alfonso  y la supuesta Priscilla Chaves.

—¡Qué agradable! —no pudo ocultar el sarcasmo.

—Ven, vamos a beber algo —la alentó Pablo—. Ahora que ya estamos aquí, más vale divertirnos.

Una hora después, al ver que ni Pedro Alfonso ni Priscilla Chaves habían hecho su aparición, Paula comenzó a preguntarse si irían y se lo dijo a Pablo.

—No te preocupes —le aseguró, alegre—, vendrán. Apenas son las diez.

—A mí no me importaría, pero aquí todos parecen creer que soy Priscilla.

—Entonces se llevarán un buen susto cuando la verdadera Priscilla llegue. Toma otra copa.

La chica comenzaba a pensar que debían marcharse, la situación se hacía cada vez más difícil, con esa gente convencida de que era la otra chica que sólo trataba de hacerles bromas. Cinthia Robotham Jaxnes, su anfitriona, se molestó mucho con ella minutos antes, cuando insistió que se llamaba Paula Gonzalez.

De pronto, Pablo le susurró al oído:

—Ahora sí, mira hacia la puerta.

Paula lo hizo. Reconoció enseguida a Pedro Alfonso vestido con una chaqueta de terciopelo y pantalones haciendo juego, la camisa blanca como la nieve resaltaba su bronceado. Contuvo el aliento cuando su mirada se posó en la chica que estaba a su lado. El peinado era distinto al suyo y el vestido más atrevido que el que ella llevaba… si eso era posible, sin embargo, era como ver su imagen en un espejo. Con razón insistía todo el mundo en que era Priscilla. Las dos eran iguales.

—¿Lo ves? —preguntó Pablo excitado—. ¿No te lo dije? Acerquémonos a ellos.

—¡No! —estaba demasiado confusa para conocer a la otra muchacha.

—Vamos —insistió Pablo—. ¡No voy a perderme la diversión ahora!

Paula permitió que la halara hacia la puerta, no se sentía capaz de oponer resistencia. ¿Cómo podían dos personas parecerse tanto? A menos que fueran parientes, pero ella no tenía primos y era hija única. Movió la cabeza, aturdida, y luego alzó la vista para encontrarse con dos ojos azules fijos en ella.

Pedro la observaba detenidamente. Primero miró a su prometida y luego a Paula, sin dejar de fruncir el ceño. Se inclinó a susurrarle algo a Priscilla al oído, y ésta levantó la cabeza, sus ojos eran del mismo color café que los de Paula.

Pablo fue el único del grupo de cuatro que permaneció inmune a la repentina tensión.

—Hola —saludó animado a Priscilla—. Permite que te presente a Paula Gonzalez— hizo el anuncio con placer, disfrutando de la situación.

—Señorita Gonzalez—Pedro fue el primero en romper el silencio.

—Señor Alfonso —dijo ella sin dejar de mirar a Priscilla y la otra tampoco le quitaba la vista de encima. De pronto, ese bello rostro sonrió malicioso.

—¿Así que tú eres la chica que ha andado por todo Londres personificándome? —acusó bromeando.

—Difícilmente haciendo eso —replicó Pedro—. La señorita Gonzalez ha estado actuando como ella misma, los demás son los que la han confundido contigo —miró a Paula con ojos entrecerrados—. Creo que le debo una disculpa —agregó como si le costara trabajo pronunciar las palabras.

—Alejémonos de la puerta —sugirió Priscilla—. Parados aquí estamos llamando la atención.

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