lunes, 13 de junio de 2016

Propuesta Arriesgada: Capítulo 29

Por primera vez en muchos días, Paula tenía hambre, pero no se atrevió a tomarse unos minutos para comer siquiera una rebanada de pan. Pedro había sido muy enfático y cumpliría cada una de sus palabras.

Pedro tenía un lienzo limpio sobre el caballete cuando ella entró en el estudio, y un terciopelo azul cubría el sofá que se hallaba a unos cuantos centímetros de él. Paula se detuvo nerviosa en el umbral de la puerta esperando que él notara su presencia, pero estaba muy distraído.

De pronto se volvió y la miró con indiferencia.

—Ya estoy listo —dijo, lacónico.

Ella se humedeció los labios.

—¿En dónde me desnudo?

—En realidad no importa, donde quieras.

—¿No tienes una cortina o algo así?

—No, nunca la he necesitado. Este es mi primer desnudo, recuérdalo.

—Sí —ella asintió con la mirada fija en el suelo—, voy a desvestirme aquí ¿está bien? —se puso detrás de una silla que quedaba de espaldas a él.

—Donde quieras —contestó cortante—, ¡pero apresúrate!

—No tienes por que irritarte —sintió un nudo en la garganta en el momento que se quitaba la ropa—, puede ser tu primer desnudo —murmuró—, pero también ésta es la primera vez que yo poso para un desnudo.

—Sigamos adelante, Paula —él suspiró.

—¿Podría dejarme las prendas íntimas?

Él la miró con impaciencia.

—¡Quítatelas, Paula, y rápido antes que yo lo haga por tí!

—Está bien —contestó irritada—, pero creo que te odio.

—¿Se supone que eso debe molestarme? —acomodó la silla frente al caballete y tenía en la mano un pincel para bosquejos.

Paula arrojó su ropa íntima sobre la silla, se sentía avergonzada.

—No sólo creo que te odio, sé que te odio.

—Acomódate en el sofá —ordenó Pedro cortante—. Hoy sólo voy a decidir la posición y a hacer algunos bosquejos. Mañana empezaré a pintar en serio.

"Posar" se convirtió en la experiencia más desagradable de la vida de Paula. Pedro la ponía en cuanta posición se le ocurría y tocaba cada parte de su cuerpo como si fuera un pedazo de barro. "No dejes caer los hombros de ese modo" le aconsejó una vez. "Arquea las piernas, en esa posición parecen más delgadas". ¡Como si las tuviera gordas! y luego. "No inclines la cabeza así, se te hace papada".

—¿Acaso hay alguna parte de mi cuerpo que te guste? —al fin preguntó de mal humor.

—Tienes bonita piel, senos bien formados, buena constitución ósea —contestó con aire ausente tratando de decidir si dejaría el cabello sobre los hombros o lo echaría hacia atrás para que se destacara el rostro. Lo dejó esparcido sobre los hombros dando un paso atrás para estudiar el efecto.

—¡Buena constitución ósea! —explotó la chica.

—Sí, ¡no te muevas! —ordenó irritado—. He pasado media hora poniéndote en la posición correcta.

¿Había pasado sólo media hora? Le había parecido una eternidad. Parecía que su desnudez no significaba nada para Pedro y después de un rato, tampoco para ella.

Sin embargo, no le gustaba la idea de estar desnuda y menos la posición que le había designado Pedro: arrodillada en el piso con los brazos extendidos como si descara que alguien la amara.

De pronto Paula se levantó, decidida a vestirse.

—¿Qué piensas hacer? —Pedro la miraba con ojos empequeñecidos.

—Adivina —contestó irritada, se sentía segura con la ropa puesta.

—Tenemos que hacer algunos bosquejos más.

—Ya he tenido suficiente…

—¿Suficiente de qué?

—De esto, de tí, de… —la joven levantó los hombros.

—De degradarte, ¿has tenido suficiente de eso, Paula? —preguntó, tenso.

Ella lo miró furiosa.

—¿De qué… de qué estás hablando?

—Estoy hablando de ti, de la manera como aceptaste irte con un desconocido cuando ni siquiera sabías adónde ibas, de cómo aceptaste tener una relación más íntima con un perfecto extraño —caminó hacia ella y la sacudió tomándola por los hombros—, de eso es de lo que estoy hablando, Paula. De tí y de la falta de respeto que tienes por tí y por tu cuerpo. ¿Tienes idea del problema en que pudiste haberte metido?

Ella no se atrevía a mirarlo a la cara, estaba destrozada por esta agresión verbal.

—Tú parecías ser tan amable…

—¡Pude haber sido un lunático! —la sacudió otra vez—. ¡Amable! ¿Parecía ser amable cuando te dije bien claro que ibas a compartir mi lecho y que intentaba hacerte el amor?

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