—Tómate tu café —él ordenó—, está cargado y sabroso, te hará sentir mejor.
—¿Cómo lo sabe? —preguntó malhumorada—, puede ser que no me guste el café. ¿No se le ocurrió pensar eso antes de pedirlo?
—Debiste decírmelo.
—Pues sucede, que sí me gusta. Lo que me disgusta es que alguien decida por mí todo el tiempo.
Los ojos de Pedro se empequeñecieron mostrando su impaciencia.
—Lo siento mucho Su Majestad, ¿es este lugar de su agrado, Alteza?
Ella se sonrojó por su sarcasmo y miró a su alrededor con atención. Comparado con el lugar donde había trabajado, éste era mucho mejor, limpio, bien decorado y con el personal uniformado.
—Bien, señorita, ¿le gusta?
Paula lo miró a los ojos, era el hombre más atractivo del lugar; la mayoría de las mesas estaban ocupadas. Él se había quitado el sombrero y su cabello parecía aún más negro, un poco desaliñado como si hubiera pasado la mano sobre él para arreglarlo.
—Está bien —levantó los hombros, molesta consigo misma por reconocer lo atractivo que era Pedro.
Melina regresó a tomarles la orden. Paula ordenó con desgana huevos con tocino, y Pedro: huevos, tocino, salchichas, tortillas.
—¿Quieres tortillas? —le ofreció.
—No, gracias —ella sonrió en contra de su voluntad.
—¿Papas fritas? —Pedro preguntó de nuevo con la esperanza de que aceptase.
A ella le agradaban, así que movió la cabeza, afirmando.
—Por favor —añadió con cortesía al mismo tiempo que permitía que la camarera llenara la taza de café. Había aprendido que a cualquier lugar que fuera siempre llenarían su taza una y otra vez al menos que se les indicara lo contrario. Lo sabía, porque algunas veces lo único que podía pagar era esos litros de café.
—Por fin encontramos algo que es del agrado de la señorita —dijo Pedro con sarcasmo a la vez que se apoyaba en el respaldo mirándola con ojos empequeñecidos, Paula se sonrojó.
—Lo siento, perdóneme si soy mala compañía. No todos los días pierdo mi empleo ni soy arrojada de mi vivienda.
—Veremos qué podemos hacer acerca de eso más tarde. Ahora quiero que me hables de tí, dime cómo llegaste aquí.
—En avión —contestó burlona.
—Muy graciosa. ¿De dónde sacaste el dinero para venir?
Por la ropa que llevaba puesta era evidente que ella no hubiera podido pagar el billete.
—¿De dónde cree que lo saqué? ¿Caminando por las calles?
Pedro suspiró y no había duda de que su paciencia se estaba agotando.
—Tú dímelo —dijo despacio—, ¿caminando por las calles?
—¡Por supuesto que no!…
—¿Porqué te indignas tanto Paula? Tú trajiste el tema a colación, yo sólo estoy preguntando. ¿Fue ésa la manera en que reuniste el dinero para volar hasta Canadá?
Él hablaba en serio. ¡Maldición! Su sarcasmo le había resultado contraproducente. La atenta mirada de Josh le indicó que esperaba una respuesta.
—No, Alberto me compró el billete sencillo.
—¡Cielos! En realidad debe haber querido deshacerse de tí, eso no es una buena referencia, ¿verdad?
—¿Cómo? —Paula lo miró sorprendida.
—No importa. Tú eres buena para la limpieza.
Paula se sonrojó.
—Buscaré otro tipo de trabajo, si a eso te refieres.
—Querida, es seguro que lo harás, y con tu talento no hay duda de que encontrarás un buen empleo.
—Si estás siendo sarcástico…
—No, conozco a muchos hombres que saltarían de gusto si tuvieran a alguien como tú para mantener su casa limpia durante el día y su cama caliente en la noche.
—¡Eres un!…
—Nuestro desayuno ha llegado, Paula —interrumpió, sonriendo a la susceptible Melina.
Erin vio la sonrisa y el efecto que tuvo en la muchacha y desvió la mirada.
Él pensaba que con una sonrisa tenía a Melina en la palma de su mano. La joven pensó que después de desayunar se marcharía en busca de otro empleo antes que anocheciera o se arriesgaría a dormir bajo las estrellas.
Paula agradeció a la camarera por haberle servido.
—No me gusta lo que implica tu gran idea —le dijo a Pedro una vez solos.
Él la miró.
—Yo no estaba haciendo implicaciones, sólo mencioné un hecho, ya que por los antecedentes de tu récord es seguro que encontraras otras situaciones desagradables.
—Yo no escogí que Marcos me hiciera proposiciones amorosas —sus ojos brillaron tornándose en un color violeta profundo.
—Como tampoco escogiste que Alberto te echara de su casa y te reemplazara por otra mujer llamada Marta. Seguro sabes cómo escogerlos. Paula, —él sacudió la cabeza—. Ahora desayuna, y no hablaremos más hasta que yo haya terminado. No me gusta discutir con una mujer hermosa mientras como.
—¡Eres un!…
—Es verdad, Paula —sus ojos brillaban—. Come.
Ella obedeció, al principio fue difícil pero después se sintió contenta al tener más apetito.
Que buena que está esta historia!!!
ResponderEliminarQué bueno que Pau se fue de ese lugar tan horrendo!!!!
ResponderEliminarMe encanta esta historia! Ojalá pedro sepa cuidarla y deje de pensar en ella en algo que no es!
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