lunes, 6 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 8

—Paula, llamada de teléfono —Paz le ofreció el auricular y sonrió—. Es un tipo.
Paula dejó el recipiente de azúcar que había estado rellenando y se dijo que no había razón para sentir pánico. Pero no pudo evitar que su corazón se desbocara y se quedó sin aire un momento.
Casi nunca recibía llamadas en el trabajo. La última que recordaba en todo el año había sido para informarla de que Luz se había despertado con fiebre y ese día no podría ir a la guardería.
¿La habría encontrado Facundo otra vez? Siempre lo hacía. Pagando cincuenta dólares, se podía encontrar a cualquiera por Internet. O tal vez algún conocido de él la había visto allí. Podía ser algo peor. Un médico de urgencias para decirle que su hija había sufrido un accidente terrible.
—¿Hola? —dijo.
—Paula, soy Pedro. Siento llamarte al trabajo.
Pedro. No había hablado con él hacía casi una semana. No desde el café compartido al amanecer.
—¿Va todo bien? ¿Le ha ocurrido algo a Luz?
—¿Qué? No. Que yo sepa, está bien. Llamo por otra cosa. ¿Tienes un minuto?
—Claro. Pero deja que te llame desde el teléfono de la sala de empleados —apuntó su teléfono, colgó y anunció que iba a tomarse un descanso.
Paz sonrió con malicia cuando Paula pasó a su lado. Iba a tener que dar explicaciones después.
Se sentó en una de las sillas de plástico y levantó el auricular. Segundos después oyó la voz grave de Pedro.
—¿Qué ocurre? —preguntó.
—Tengo que pasar por la cafetería y quería explicarte el porqué.
—Es un local público, cualquiera puede entrar.
—Lo sé, pero esto es distinto —hizo una pausa—. Antes de dejar los marines, un compañero mío murió. Se llamaba Ben. Era buen chico. Éramos amigos. Recibió una bala y escribí una carta a su familia.
—Lo siento —murmuró ella, deseando poder decir algo más válido, más cargado de significado.
—Perdió a su familia cuando era muy joven y se crió en familias de acogida. No encontré a quién enviar la carta. Pero me habló de una chica, Ashley. Estaba loco por ella y quería casarse cuando regresara. Sólo sé que estudiaron juntos en el instituto y su nombre de pila.
—Y quieres darle la carta a ella —dijo Paula, consciente de que momentos como ése hacían que pusiera su propia vida en perspectiva. Si lo pensaba bien, no tenía nada de qué quejarse.
—Sí. Ben asistió a cuatro institutos en cuatro años. He hecho una lista de todas las Ashleys y estoy visitándolas una por una.
—Ashley Bledsoe trabaja aquí —de repente, la llamada adquirió sentido.
—Está en la lista. Quiero pasar por ahí y hablar con ella, pero no quería que le diera un patatús.
—Nunca habría pensado que eras un tipo que usaba palabras como «patatús» —dijo ella, sonriendo.
—Tengo muchas facetas.
A ella le gustaban todas las que había visto.
—Ashley trabaja hasta las dos. Si vienes sobre la una y media, habrá poco jaleo. Puedes hacer tus preguntas mientras almuerzas.
—Parece un buen plan.
—No le diré nada —comentó ella. Percibía que para él era importante iniciar la conversación.
—Te lo agradezco. Nos veremos a la una y media.
Ella colgó y miró por la ventana. Ben debía de haber significado mucho para Pedro, si se tomaba tantas molestias. Suponía que pasar por situaciones peligrosas juntos creaba vínculos de amistad muy fuertes.
Quienquiera que fuese la Ashley de Ben, le esperaban malas noticias.
Paula intentó recordar si su amiga había mencionado a alguien llamado Ben, pero dada la tumultuosa vida romántica de Ashley, era difícil recordar el nombre de todas sus citas.
Se levantó y salió de la salita. Paz y Ashley la esperaban en el pasillo.
—¿Qué? —preguntó, consciente de que iban a acribillarla.
—Era un hombre —dijo Paz con una sonrisa—. Te ha llamado un hombre. Y no intentes simular que era tu dentista, o algo así. No sonaba a dentista.
—Era Pedro, mi vecino. Tenía una pregunta.
Ashley y Paz intercambiaron una mirada.
—Oh, oh —dijo Ashley—. ¿Una pregunta que no podía esperar hasta esta noche? No me creo que tengas un lío y no nos lo hayas dicho.
—No lo tengo —protestó Paula—. Lo juro. Pedro es mi nuevo vecino. Hemos hablado unas cuantas veces, nada más. No hay nada entre nosotros.
Ninguna de sus amigas pareció convencida. Estuvo a punto de decirles que iba a pasar por allí después, pero decidió reservárselo. De una manera u otra, sacarían conclusiones. Prefería ver su reacción  ante Pedro antes de hablar, en compensación por lo que la harían sufrir después.

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