lunes, 13 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 24

Leyó la nota otra vez, convencido de que la había malinterpretado. Pero el mensaje estaba claro. Lo quería fuera de su vida.
Aceptó su decisión. Era la correcta; él había sabido que nunca habría nada entre ellos. De alguna manera, ella también lo había captado. Era mejor así, mejor para todos.
Sin embargo... Sentía un nudo de preocupación en el estómago. Algo le decía que Paula no estaba bien. Algo que lo llevaba a desear buscarla y hablar.
Dos noches antes había sido la tentación femenina personificada y él había estado muy cerca de rendirse. ¿Qué era lo que había cambiado?
Miró por la ventana. Paula y Luz solían estar en casa por la tarde. ¿Por qué no ese día? Si no conseguía encontrarla, ¿cómo iba a arreglar las cosas?

—No me puedo creer que esa vieja bruja te amenazase — dijo Paz, sirviendo más vino para las dos.
—Yo tampoco —Paula, acurrucada en una esquina del sofá de su amigo deseó que su miedo se apagara—. Odio cómo me asustó. Odio creerla.
—Pero debes hacerlo —dijo Paz, preocupada—. Ya lo has visto —indicó con la cabeza el ordenador ante el que Luz disfrutaba de una página web infantil.
Paula lo había visto. Todo. Una búsqueda rápida de Gloria Alfonso le había proporcionado más información de la que había deseado. La bruja tenía reputación de ser despiadada y resuelta. Había docenas de artículos sobre ella y muy pocos halagadores. Era una mujer rica y poderosa que solía salirse con la suya. Además, era cierto que estaba en algunos comités benéficos con Frank. Incluso había visto una foto de ellos dos juntos.
—No quiero perder mi trabajo —dijo Paula en voz baja—. Necesito el dinero y el seguro médico. Y el horario es perfecto para mí.
—Frank no va a despedirte. Incluso si Gloria se lo pidiera, no es de esa clase de hombres.
Paula deseó creerlo, pero no podía estar segura. Su relativamente estable pequeño mundo se tambaleaba.
—Gracias por acogernos —le dijo a su amiga—. Necesito algo de tiempo para pensar.
—Pueden quedarse el tiempo que quieras —Paz sonrió—. Sabes que las adoro a las dos.
—Nosotras también a tí.
A Luz le parecía una gran aventura. Paz tenía un dormitorio de invitados con un sofá-cama. Paula se alegraba de que estuvieran en la misma habitación; quería tener cerca de su hija.
—Pero tendré que volver a casa —murmuró.
—Podrían quedarse aquí—sugirió Paz—. Durante un par de meses. Podrías ahorrar el dinero del alquiler hasta tener bastante para otro piso.
—Es una oferta generosa y tentadora —contestó Paula, casi deseando poder aceptarla—. Pero tengo un contrato. ¿Y quién es Gloria Alfonso para echarme de mi casa? No tiene derecho. No he hecho nada malo. No es como si hubiera intentado atrapar a su apreciado nieto. Ni siquiera he... —miró a Luz y bajó más la voz—. Ya sabes.
—Pero no hacer «ya sabes» no significa que no hayas pensado en ello —Paz sonrió.
—Lo admito —suspiró Paula—. Estaba llegando al punto en el que habría roto mis normas por una noche de «ya sabes».
—He visto al hombre. No me sorprende.
—A mí sí. Tengo más sentido común. Una relación no es algo viable.
—Ahora ya no —corroboró Paz.
—Odio tener miedo —Paula tomó un sorbo de vino—. Lo odio. Creía que eso ya había acabado.
—Te sentirás mejor con el tiempo —dijo su amiga—. Tienes que mirar el lado positivo. ¿Quién querría una relación con un tipo con una abuela tan loca?
—Desde luego. Lo he descubierto, se acabó y nadie ha sufrido —dijo Paula, como si ésa fuera la verdad.
Esperaba que llegaría a serlo con el tiempo, pero echaba de menos a Pedro. Quería hablar con él sobre lo ocurrido y oírle decir que todo iría bien.
Pero se dijo que era asunto concluido. Para siempre. No había salido demasiado mal parada y, una vez más, había aprendido que los hombres eran mal asunto para ella.

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