viernes, 10 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 17

Pedro echó un vistazo a la lista de Ashleys que había preparado poco antes de mudarse allí.
—Un nombre demasiado popular —rezongó, mirando las que quedaban por tachar. Ben había asistido a cuatro institutos distintos en cuatro años. Pedro había apuntado los nombres de dos cursos por encima y dos por debajo, para cubrir todas las posibilidades.
Muchas mujeres se habían trasladado a otro estado. Había visitado a un par de ellas y había hablado con dos por teléfono, aunque no le gustaba esa opción. Tenía la sensación de que quien hubiera estado saliendo con Ben estaría al tanto de su muerte pero, por si no era el caso, no quería dar esa información por teléfono. Además, tenía que entregar su carta.
—¿Hola? ¿Pedro?
Se puso en pie y fue a la parte delantera del apartamento. Abrió la puerta y vio a la señora Ford abajo, al pie de la escalera. Tenía la mano izquierda envuelta en un paño de cocina y parecía temblorosa.
—Siento molestarte —dijo—. No puedo subir tantos escalones. Me he cortado la mano. Se me resbaló el cuchillo y...
Él entró, agarró su botiquín de primeros auxilios y corrió escaleras abajo.
—Vamos dentro —dijo, ayudándola a entrar.
—Normalmente no te molestaría por algo así —dijo, mientras él la llevaba al fregadero y le quitaba el paño—. Pero parece que no quiere dejar de sangrar.
Era un corte profundo, sobre la base del pulgar. A pesar de que la sangre que salía a borbotones, le pareció ver hueso, y eso no era buena señal.
—Va a necesitar puntos —afirmó—. Le pondré una venda temporal y la llevaré al hospital.
—Siento ser una molestia —dijo ella, mientras la vendaba—. Estaba viendo una serie de televisión, de vampiros, así que no prestaba atención a lo que hacía.
—Muy bien —la condujo a una silla y la sentó —. Voy por las llaves del coche. No se mueva.
Se planteó llamar a una ambulancia, pero pensó que él estaría en el hospital antes de que llegara. No sabía cuánta sangre había perdido la señora Ford, pero estaba lúcida y tenía buena salud para su edad. Si la mantenía tranquila e hidratada, estaría bien.
Agarró las llaves y una botella de agua y volvió a bajar. Encontró a la señora Ford de pie, en la entrada, con el bolso en el brazo.
—No sigue nada bien las órdenes —dijo, ayudándola a salir y cerrando la puerta.
—Las órdenes son para los blandengues —miró el coche—. Nunca he subido a uno de ésos.
Él miró sus cortas piernas, abrió la puerta del pasajero, la alzó en brazos y la sentó con cuidado.
—Hacía mucho que un hombre no me hacía eso —soltó una risita—. Había olvidado cuánto me gusta.
Fantástico.
Pedro  abrió la botella de agua, reclinó el asiento al máximo y le abrochó el cinturón de seguridad.
—Ponga la mano en el reposabrazos, tiene que estar en alto —le dio la botella—. Tome sorbos de agua, pero despacio, y deje de beber si siente náuseas.
—Eres muy competente —dijo ella—. Paula necesita eso en su vida.
—No, gracias.
—Soy una anciana, Pedro —sonrió—. ¿Cómo crees que vas a impedir que haga de casamentera?
Era una buena pregunta. Pedro cerró la puerta y fue a su lado del coche. Segundos después iban de camino al hospital.
—¿Tienes móvil? —preguntó la señora Ford.
—Sí —pulsó el botón que activaba el manos libres—. ¿A quién quiere que llame? —esperaba que le diera el nombre de un pariente, o de su médico; pero no.
—A mi grupo de lectura. Me estarán esperando. Vaya, hoy me tocaba a mí llevar el vino.
Él contuvo un gruñido y le pidió el número. El sonido de un teléfono llamando inundó el vehículo.
—Impresionante —comentó la señora Ford.
—¿Hola? —contestó una mujer.
—¿Phyllis?
—¿Betty? ¿Eres tú? Tu voz suena rara.
—Llamo desde un coche. Te oigo por el altavoz. ¿No es fantástico? Alta tecnología —la señora Ford soltó una risita—. Me temo que no podré ir hoy. Me he cortado la mano.
—Betty. ¿Estás bien?
—Pedro dice que necesito puntos, así que vamos al hospital.
—¿Al hospital?
—Estaré bien —le aseguró la señora Ford.
—Eso espero. ¿Está ese Pedro ahí contigo?
—Conduce el coche.
—Estoy aquí, señora —Pedro  contuvo un suspiro.
—¿Está cuidando bien de...? Betty, ¿has dicho Pedro?
—Sí. Mi nuevo vecino de arriba.
—¿El que es tan guapo como un actor?
—Ese mismo.
—Tierra trágame —masculló Pedro para sí.

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