viernes, 24 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 57

Paula sabía que era mala idea. La última vez que Pedro y ella habían hecho eso, las cosas se le habían disparado y había terminado sintiéndose dolida.
Pero la besaba con tanta suavidad y cuidado que no supo cómo resistirse.
—No vuelvas a actuar como un idiota—le dijo cuando él se apartó un poco.
—Te prometo que seré un perfecto caballero —dijo él ladeando la boca.
—Tampoco estoy segura de querer eso.
—Entonces, ¿qué quieres?
Una pregunta interesante que no sabía contestar.
—Por favor, Paula—se inclinó hacia ella y volvió a rozar su boca con los labios.
La queda súplica derrumbó sus defensas. Se entregó a la petición y al gesto apoyando las manos en su pecho y entreabriendo los labios.
Él acarició su boca con la lengua. Sabía a café y a algo dulce. Olía a jabón. Era obvio que se había duchado hacía poco, porque tenía el pelo húmedo y estaba recién afeitado.
Mientras sus lenguas jugueteaban, ella deslizó las palmas de las manos por los planos de su pecho. Bajo la camiseta y la suave piel había una capa de músculo que se ondulaba con cada caricia.
De repente ella deseó tocar esa piel. Tiró de la camiseta. Él interrumpió el beso el tiempo suficiente para sacársela por la cabeza. Después agarró sus manos y las oprimió contra su piel, como si él deseara sentir sus caricias tanto como ella hacerlas.
Mientras exploraba su pecho, hombros y brazos, se inclinó hacia ella y besó su mandíbula y cuello. La rodeó con un brazo. Puso la otra mano en su vientre y ascendió hacia los senos. Los pezones se endurecieron y Paula sintió pesadez, humedad y calor entre las piernas.
Pedro  volvió a su boca y le quitó el aliento. Se perdió en las sensaciones mientras él exploraba sus senos y excitaba sus pezones.
Una llamarada de fuego la recorrió de arriba abajo. Fuego, necesidad y una desesperación que hacía que se sintiera débil y poderosa a un tiempo.
—Te deseo —dijo él—. Paula, te deseo.
Esas palabras fueron como un bálsamo para su alma. Mordisqueó su labio inferior, se puso en pie y le ofreció la mano. Él se levantó y dejó que lo condujera por el corto pasillo hasta el dormitorio.
Aún no había hecho la cama, pero el lío de sábanas y mantas no parecía un problema. En cuanto se detuvieron, Pedro  se sentó y se quitó calcetines y zapatillas deportivas. Mientras lo observaba, se desabrochó los vaqueros y se deshizo de ellos junto con los calzoncillos.
Era el hombre más bello que había visto nunca. Tenía el pecho liso y de músculos bien definidos. Varias cicatrices, algunas antiguas y desvaídas, otras aún rojas y recientes, marcaban su piel. El torso llevaba a una cintura estrecha que guiaba la vista a una impresionante erección.
Paula tensó de anticipación. Le costó no arrancarse la ropa y suplicarle que la tomara allí mismo. Había pasado tanto tiempo que apenas recordaba lo que era sentir un hombre en su interior, llenándola una y otra vez hasta no dejarle más opción que rendirse.
Era su objetivo, pero una mujer debía ser práctica.
—Preservativos —dijo, abriendo el cajón de la mesilla y empezando a rebuscar.
—No lo pensé —Pedro maldijo—. Tengo arriba.
—Creo que yo también tengo.
—¿Y el plan de evitar a los hombres? —ella casi oyó como enarcaba las cejas a su espalda.
—Es un objetivo, pero soy humana y a veces débil. Quería estar preparada por si acaso. Ajá.
Sacó un pequeña caja y se la mostró. Él se acercó, se la quitó y la dejó sobre la mesilla.
—Sólo tres —dijo—. No son suficientes.
Si intentaba impresionarla, lo había conseguido. Mientras ella aún daba vueltas a su queja, él le quitó la camiseta y el sujetador. Mientras se inclinaba y succionaba uno de sus pezones, le desabrochó los pantalones cortos y los bajó, junto con las bragas.
Paula le agarró la cabeza, deseando que la deliciosa succión no acabara nunca. Con cada movimiento de esa boca, una espiral de deseo descendía de su pecho a su entrepierna. Ya estaba hinchada, húmeda y ardiente de deseo.
—Pedro—pidió—. Te quiero dentro de mí.
—¿Ahora? —alzó la cabeza y la miró.
—Hace mucho tiempo.
Él se tumbó en la cama.
—¿Cuánto?
—Desde antes de que naciera Luz.
—Entonces, era en serio. Lo de nada de hombres ni relaciones —se arrodilló entre sus muslos.
—Oh, sí —esperaba que le preguntase por qué había cambiado de opinión y agradeció que no lo hiciera. En vez de hablar, él metió un dedo en su interior.
De inmediato su cuerpo intento aferrarse a ese dedo. Él lo sacó e introdujo dos.  Paula notó que se destensaba un poco.
—Pensé que tener un bebé distendía esa zona.
—Tuvieron que coserme después —era algo que casi había olvidado—. Podría resultar interesante para ambos.
—Me gusta lo interesante —sonrió él.
Se inclinó y la besó. Mientras sus lenguas se enzarzaban, agarró una de sus manos y la llevó a su miembro. Ella acarició su erección, después abrió las piernas y lo guió hacia su centro.
Estaba húmeda y dispuesta, e increíblemente estrecha. Mientras luchaba contra la necesidad de dejarse ir en ese mismo instante, Pedro sintió cómo se distendía lentamente mientras él la llenaba. La presión era casi insoportable, en el mejor sentido posible.
—Me estás matando —masculló.
—¿Es incómodo?
—No en el sentido al que te refieres. ¿Cómo se supone que voy a evitar explotar ahora mismo?
—Piensa en Inglaterra.
Pedro dejó escapar una risa ahogada, en parte gruñido, y entró hasta el final.
Paula  rotó las caderas y, conscientemente, contrajo y relajó los músculos. Él retrocedió y volvió a penetrarla. Esa vez lo aceptó con más facilidad. A la tercera embestida ella se rindió a los gritos desesperados de su cuerpo y agarró sus caderas para atraerlo aún más. Él empujó con fuerza y ella sintió la primera espiral del orgasmo.
—Oh, sí —gritó.
Él gruñó. Paula notó que su erección crecía pero siguió llenándola una y otra vez, durante cada espasmo de liberación. Se aferró a él, perdida en el placer, suplicándole que siguiera hasta que Pedro también gritó y todo su cuerpo se puso rígido.
Pedro se tumbó de espaldas y atrajo a Paula. Ella apoyó la cabeza en su hombro y trazó con el dedo una de las cicatrices de su pecho.
El corazón de Pedro por fin volvió al ritmo normal, algo que había dudado volviera a ocurrir. Su plan había sido durar más. Pero, al igual que el de Paula, ese plan no había llegado lejos.
—Ha estado bien —dijo ella.
—Ay.
—¿He herido tu orgullo masculino? —alzó la cabeza y le sonrió—. ¿Debería deshacerme en cumplidos?
—No estaría mal.
—Ha sido fantástico.
—Eso está mejor.
Ella volvió a apoyar la cabeza y tocó otra cicatriz.
—Hacía tanto tiempo que no estaba segura de acordarme cómo se hacía. Gracias por tu ayuda.
—De nada —sonrió él—. ¿Vas a preguntar?
—¿Por?
—Las cicatrices. ¿Quieres saber qué ocurrió?
—No.

3 comentarios:

  1. Excelentes los 5 caps. Qué vieja bruja la madre de Pau. Pero Pedro no la va a dejar sola y se va a enamorar de ella.

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  2. Muuy buenos capítulos! al fin Pedro dio el brazo a torcer, ojalá que no se borre ahora!

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  3. Buenisimos! Espero que Pedro se haga cargo de lo que siente ahora!
    Me encanta esta novela!

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