lunes, 13 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 22

La mejor parte del día de Paula era ver a su hija cuando regresaba del trabajo. Y en segundo lugar, quitarse los zapatos y mover los dedos desnudos sobre la alfombra del dormitorio.
Echó el uniforme en la cesta de la ropa sucia y se puso pantalones cortos y una camiseta. Una mesa de ocho, muy generosa, le había dado una propina de quince dólares. Una persona sensata los habría guardado para emergencias, pero Paula estaba pensando en una celebración.
Tal vez Luz y ella irían al centro comercial a dar una vuelta. Podía obtener ideas de lo que se llevaría ese otoño, para ella y su hija, y comer en uno de los restaurantes. Era viernes. Incluso podrían ir al cine.
Miró el reloj de la mesilla. Eran casi las tres. Luz estaría jugando en casa de una amiga hasta las cuatro, cuando Paula iría a recogerla. Decidió que saldrían. Sería algo especial y divertido.
Fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua. Llamaron a la puerta.
El corazón de Paula dio un bote cuando pensó «ojalá sea Pedro» y eso le irritó. Él había dejado más que claro que no le interesaba en ese sentido. También era posible que sólo estuviera acatando sus deseos, y entonces sólo podía culparse a sí misma. Pero no podía saberlo.
Fue a la puerta y abrió. En vez de a Pedro encontró a una mujer mayor, bien vestida, en el porche.
—¿Paula Chaves? —inquirió la mujer.
—Sí.
—Bien. Invíteme a entrar, por favor.
—No la conozco —Paula parpadeó.
—Soy Gloria Alfonso y conoce a mi nieto. Invíteme a entrar.
El tono imperioso de la mujer, unido a su parentesco con Pedro, llevaron a Paula a aceptar.
Gloria Alfonso tenía su altura, era muy delgada y erecta. Su vestido a medida clamaba «diseño» a gritos y con lo que debían de valer sus zapatos, Paula habría cambiado todas las ruedas del coche y, probablemente, también la transmisión.
Gloria entró en la sala y miró a su alrededor lentamente. Paula se negó a reaccionar cuando miró el gastado sofá o el desorden que había sobre la mesa que utilizaba para montar sus joyas. Era su casa y si a la vieja no le gustaba, podía irse.
—¿Vive aquí? —preguntó Gloria, como si le pareciera increíble algo así.
Hasta ese momento, Paula había pensado ofrecerle un asiento y algo de beber, pero empezó a dudar.
—Ya conoce la respuesta a esa pregunta —dijo.
—Tiene usted razón. Así es. Sé muchas cosas, pero me pregunto si tú puedes decir lo mismo. Por ejemplo, respecto a mi nieto. Es un hombre rico e importante. Pronto se hará cargo de la empresa familiar.
—No lo ha mencionado —no le sorprendió que fuera rico e importante, pero sí lo de la empresa.
—¿Por qué iba a hablar de algo así con usted?
—¿Qué quiere decir? —le devolvió Paula.
—Aspira demasiado alto, señorita Chaves. Muy por encima de sus posibilidades. ¿Sabe quién soy?
—Se muere de ganas de decirlo, hágalo —Paula sospechaba que no se refería sólo a ser abuela de Pedro—. No me importa escucharla.
—Soy la razón de que nuestra familia tenga tanto éxito. Yo sola he convertido nuestros cuatro restaurantes en...
—¿Restaurantes? —Alfonso. ¿Se refería al Alfonso especializado en carnes? Había oído hablar de él, pero nunca había comido allí. Un plato debía de costar más que los zapatos de la vieja.
—Tenemos cuatro establecimientos —afirmó Gloria con orgullo—. Pedro nació rico. Cosa que usted no.
—Eso es obvio —dijo Paula, confundida e irritada— . ¿Quiere ir al grano de por qué ha venido?
—Quiero que salga de su vida.
Paula no había sabido qué esperar, pero eso no.
—¿Está loca? ¿Quiere que salga de su vida? No estamos en 1890. Usted no dicta quiénes son las amistades de su nieto. Además, ¿cómo sabe que soy amiga de Pedro?
—Eso no importa. Lo que importa es quién y qué es. ¿Cree usted que quiero a una ex drogadicta y rockera en mi familia? ¿Lo sabe él, señorita Paula Chaves? ¿Le ha dicho que dormía por ahí? ¿Que se acostaba con hombres para conseguir trabajos?
Paula contuvo un gemido de sorpresa. ¿Cómo diablos se había enterado Gloria de eso?
—Nunca he utilizado drogas. En cuanto a lo demás, a nadie le importa.
—A mucha gente le importa. A mucha gente le interesaría saber que el padre de su hija no ha muerto. Está vivo y es tan adicto como siempre. Por lo que sé, la busca de vez en cuando, para pedirle dinero. ¿No sería horrible su vida si le quitara la custodia de su hija? ¿De la niña que usted le robó?

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