domingo, 26 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 59

—Tengo que trabajar —dijo Paula dos horas después; ya en el dormitorio y tras haber utilizado el tercer preservativo—. Se supone que voy a dedicar el fin de semana a hacer joyas. La feria de artesanía es dentro de dos semanas y no estoy ni medio lista.
—Te ayudaré —Pedro besó su hombro.
—Perdona, ¿qué has dicho? —ella parpadeó.
Pedro se tumbó de espaldas y la arrastró sobre él.
—¿Tan raro te parece? —preguntó—. Iré a por provisiones, luego volveré y te ayudaré. Puedes decirme qué hacer y seguiré tus instrucciones.
Sólo un par de días antes, Paula  había creído que no volverían a hablarse. De repente, se habían convertido en amantes y él estaba dispuesto a pasar más tiempo con ella. Se preguntó si era eso lo que quería. Si era seguro. Conocía la respuesta a la segunda pregunta, pero en ese momento le dio igual.
—No hace falta que vayas a la tienda —dijo Paula—. Tengo comida suficiente para los dos.
—No hablaba de comida —se inclinò y sacudió la caja de preservativos vacía.
—Oh. ¿En serio crees que vas a querer repetir?
—Puedes apostar a que sí —tomó su rostro entre las manos y la besó con firmeza.
—No puede ser tan difícil —dijo Pedro, cuando Paula lo sentó ante la mesa y le dio instrucciones detalladas para que rodeara un topacio con alambre.
—Requiere práctica —dijo ella. No sabía si sentirse insultada porque a él le pareciera fácil lo que hacía.
Volvió a su mesa de trabajo y empezó a clasificar piedras. Tenía ideas para varios conjuntos, que serían los artículos más caros, así como para pendientes, anillos, pulseras y collares de estilos diversos.
Había hecho una lista de diseños y otra con un inventario completo. Si se concentraba podría...
—Esto no está bien —Pedro le mostró un amasijo de alambre torcido que ocultaba la piedra.
—¿Preguntas o afirmas?
—Esto no es lo mío —dejó la pieza en la mesa—. ¿Por qué no hago etiquetas o embalo cosas?
—Pero dijiste que era fácil, que no sería problema —ella contuvo una sonrisa.
—Estaba equivocado —farfulló él.
—¿Tú? ¿Equivocado? Me asombras.
—No es fácil —gruñó él—. ¿Es lo que quieres oír? ¿Te basta con esa humillación?
—Casi —sonrió ella—. Un minuto más bastará.
—Bien. Tienes un talento que yo no tengo. Tenías razón y yo estaba...
—¿Sí?
—Equivocado.
—Me encanta oír esa palabra —suspiró.
—Te estás pasando. Sólo se me ocurre una forma de hacer que calles de una vez —tiró de ella para levantarla y la besó con pasión.
—Tengo que trabajar.
Él puso una mano en su pecho y deslizó la otra entre sus piernas.
—¿Qué decías? —preguntó sobre su boca.
—Nada. No decía nada.

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