miércoles, 29 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 71

Paula volvió al casa el jueves por la tarde, después del trabajo, sintiéndose como si hubiera caído por un acantilado. Le dolían el cuerpo y el alma, y sospechaba que sólo podía culparse a sí misma.
La reunión con la abogada había sido un desastre. La idea de que a Facundo le interesase Luz era una estupidez y le aterrorizaba que una profesional medianamente inteligente pudiera considerarla. Eso podía querer decir que un tribunal vería las cosas de la misma manera. Podían llegar a otorgarle a Facundo derechos de visita.
Deseó que Facundo desapareciera unos años. A veces lo hacía durante meses, pero ya no volvería a tener esa suerte. Verla en la feria de artesanía lo habría convencido de que tenía recursos y, por tanto, dinero. Sus visitas serían cada vez más frecuentes.
Cuando estacionó  ante la casa y bajó del coche, Luz corrió a recibirla.
—Mami, mami, ¡me encanta el cole! Hemos hecho un librito sobre el verano y he traído el mío para enseñártelo. Y hoy llevé mi comida pero mañana hay tacos. ¿Puedo comprar la comida allí mañana?
—Claro que sí.
La niña se lanzó sobre ella y Paula la abrazó con fuerza. Fuera lo que fuera mal en su vida, Luz era perfecta. Valía cualquier precio, cualquier sufrimiento, y Facundo no le pondría las manos encima.
—Así que ha sido un buen día, ¿eh? —dijo Paula, mientras iban hacia casa—. ¿Has sido buena con la señora Ford?
—Ella no está —dijo Luz con alegría—. Está jugando al bridge. Pedro está conmigo.
Paula se detuvo. Se ruborizó de vergüenza y se le cerró la garganta. Deseó desaparecer. No lo había visto desde el lunes por la noche, cuando había utilizado el sexo para callarlo y sacarlo de su casa.
Después se había sentido fatal. Rastrera y desagradable. Siete años antes había utilizado su cuerpo para conseguir un trabajo, después de que Carlos y ella rompieran; se había jurado no volver a hacer algo así nunca. Pero una vez acorralada, había vuelto a utilizar la salida más fácil.
Se odiaba por hacerlo y le aterrorizaba imaginar lo que él debía de pensar de ella. Aunque había sabido que no podía haber nada serio entre ellos, él lo había dejado muy claro, le había gustado saber que eran amigos y que él la respetaba. Eso se había perdido.
—Vamos, mami —Luz tiró de su mano.
Paula no podía evitar el encuentro, así que inspiró profundamente y entró. Pedro estaba en el centro de la habitación. En la mesita de café había un rompecabezas medio hecho y dos cartones de zumo.
—Hola, gracias por cuidar de Luz —dijo, avergonzada, sin atreverse a mirarlo a la cara—. Siento que la señora Ford te molestara. Es un día de trabajo.
—No importa.
No podía ser verdad y Paula deseó encontrar la manera de poner fin a la conversación.
—Tengo que cambiarme —dijo, señalando su uniforme, y casi corriendo al dormitorio.
Cerró la puerta a su espalda y evitó mirar la cama. Después de cambiarse deseó quedarse allí encerrada, pero no era una opción. Tendría que enfrentarse a él antes o después. Mejor hacerlo cuanto antes.
Pensó, esperanzada, que tal vez se hubiera ido. Era posible que él tampoco quisiera verla. Pero tenía la sensación de que no sería tan afortunada.
Por supuesto, cuando volvió al salón, vio a Luz absorta con un vídeo y a Pedro de pie en la cocina. Aunque anhelaba sentarse con su hija, sabía que Pedro se merecía una explicación, así que entró en la cocina y cerró la puerta a su espalda. Se preparó para la confrontación, pero él habló antes.
—Hay una plaza de ayudante de dirección en Alfonso's. Es el turno de comidas, pero tendrías que trabajar un par de noches a la semana. Puede que una los fines de semana. Incluye seguridad social completa y pagas extras. La dirección también tiene participación en beneficios, pero no entraría en vigor hasta pasados seis meses —nombró un salario que hizo que a ella le temblaran las rodillas—. ¿Te interesa?
—¿Estás ofreciéndome un trabajo? —preguntó ella con incredulidad.
—Sí.
—No sabes nada de mí.
—Sé lo suficiente —cruzó los brazos sobre el pecho.
—Me refiero a que no sabes nada de mí vida laboral — se puso roja como la grana—. Si soy puntual, cómo trabajo. No tengo experiencia directiva y el único restaurante en el que he trabajado es Eggs 'n' Stuff. ¿Por qué crees que estoy cualificada?
—Te he visto trabajar hasta que se te hinchan los dedos. Sales de casa muy temprano, así que llegas a tiempo al trabajo. El puesto se considera de iniciación a puesto directivo. Aprenderías sobre la marcha.
Era una oportunidad sensacional. Sin embargo, ella tenía un nudo en el estómago.
—Me gusta el trabajo que tengo —dijo.
—Éste es mejor —la miró con fijeza.
—No quiero trabajar por las noches. No quiero renunciar a mi tiempo con Luz.
—Estamos hablando de un par de noches.
—Yo no... —tragó saliva—. No quiero trabajar para alguien con quien me he acostado.
Ya estaba dicho. Él saltaría sobre ella y querría saber por qué había actuado como lo había hecho.
—Diablos, Paula —dijo Pedro, sin alzar el tono de voz, cosa que ella agradeció—. ¿A qué juegas? Sabes que es un buen trabajo. ¿Por qué no lo piensas? Si el problema soy yo, no te preocupes. Soy temporal.
—¿Crees que las cosas irán mejor cuando vuelva tu abuela? ¿Crees que no me despedirá el primer día?
—Haremos un contrato. No podrá.
—Fantástico. Así que la presidenta de la empresa tendrá que soportarme a su pesar. Será divertido.
—Intento ayudar.
—Eso no es ayudar. Además, estoy bien.
—No estás bien —él hizo una pausa y tomó aire, como si intentara controlar la ira—. Algo va mal. ¿Crees que soy estúpido? Lo que quiera que sea es muy serio para que llegaras a esos extremos para distraerme. ¿Qué ha ocurrido?
—Nada que quiera comentar contigo.
—Mira a tu alrededor. No tienes a nadie más. Me necesitas.
—Menudo ego tienes —ella nunca había necesitado a nadie, y eso no iba a cambiar—. Me iba perfectamente antes de que aparecieras.
—No hablo de dinero ni de aflojar tuercas de ruedas —emitió una especie de gruñido—. Soy la única persona con la que puedes hablar. ¿A quién vas a contárselo? ¿A la señora Ford?
—No me dedico a hablar de mis problemas.
—Así que algo va mal —él estrechó los ojos.
—No. Hablaba en general. Mira, Pedro, si quieres formular una queja, hazlo por escrito. En otro caso...
—Ni se te ocurra decir que me vaya.
—Es mi casa.
Ella percibió cómo la frustración crecía dentro de él. A pesar de su tamaño y fuerza, no sintió miedo. Sabía que nunca le haría daño.
—Ocurrió algo en la feria de artesanía —insistió él—. Yo lo sé y tú lo sabes. ¿Podemos dejar este juego y hablar de qué demonios ocurrió?
Paula abrió la boca para negarse pero, de repente, no pudo. Él tenía razón. No tenía a nadie más.
—El padre de Luz apareció el domingo —confesó—. Está en Seattle con un grupo. Quería dinero. Es igual siempre... si no le doy dinero amenaza con convertirse en parte de la vida de Luz.
—¿Le diste dinero?
—Todo lo que había ganado ese día.
—¿Y crees que volverá?
—Sé que sí.
En vez de hablar, Pedro se acercó y la rodeó con los brazos. Ella se resistió.
—Estoy bien —dijo—. Puedo manejar esto.
—No lo dudo, pero incluso los marines piden refuerzos a veces.
La atrajo hacia él y ella se rindió porque no tenía fuerzas para seguir en pie por sí sola.
—Tengo mucho miedo —susurró.
—Estoy aquí. Podemos solucionarlo. Te ayudaré.
Ella deseó pedirle que prometiera que hablaba en serio. Que no cambiaría de opinión.
Era una mujer que no confiaba en los hombres de su vida y él un hombre que no confiaba en sí mismo. Pero su instinto le decía que debía creerlo. A pesar de todo, Pedro estaba resultando ser un héroe de primera.

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