viernes, 10 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 19

—¿Qué ha pasado? —le preguntó a Pedro, ya en su cocina. Se oía un vídeo de fondo, que debía de estar viendo Luz.
—Dice que estaba viendo la televisión y se cortó. Era un corte profundo, así que fuimos a que le dieran puntos — sacó una botella de cápsulas del bolsillo de la camisa—. Esto son calmantes. Tendrá que tomarlos con la comida, para que no le hagan daño al estómago. Y tiene que pedir cita al médico de cabecera para que le quite los puntos dentro de diez días. Lo bueno es que se cortó la mano izquierda y es diestra. Podrá seguir haciendo cosas.
—Me alegro mucho de que estuvieras aquí —Paula se apoyó en la encimera—. Si no hubieras estado...
—Habría llamado a urgencias.
—Me gustaría creerlo, pero es tan independiente... —le tocó el brazo—. No sé cómo agradecértelo.
—Tú no tienes por qué darme las gracias.
—Poca gente se habría molestado.
—No conozco a mucha capaz de dejar desangrarse a una anciana.
—Ya sabes lo que quiero decir. Has sido fantástico y no tenías por qué serlo —sonrió—. Sigue sorprendiéndome que no estés casado. Tiene que haber habido mujeres en tu vida.
—¿Por qué estamos hablando de eso?
—No hace falta que lo hagamos si no quieres. ¿Se trata de un problema con el compromiso?
—Paula, déjalo —gruñó él—. Me dijiste que no querías sexo y te creí. Así que créeme tú a mí. Estoy a gusto solo. No intentes salvarme, no merezco la pena.
—Claro que la mereces, pero es interesante que tú no lo creas. Además, en el fondo, nadie quiere estar solo.
—Yo podría utilizar el mismo argumento y decir que en el fondo nadie quiere pasar sin sexo.
—Sólo pretendo actuar de manera inteligente.
Era casi una pena que no pretendiera volverlo loco, porque esa conversación serviría para darla por vencedora.
—Yo también —apuntó él.
—Bien. La cena es dentro de dos horas. Estaré ocupándome de la señora Ford, así que tendrás que bajar a recogerla. ¿Quieres que dé golpes en el techo cuando esté lista? —preguntó con una sonrisa.
—Vale. O podrías llamar.
—Es mucho menos interesante, pero de acuerdo.
Él empezó a marcharse, pero se detuvo.
—No sabía a quién más llamar —dijo—. Por lo de la señora Ford. Familiares. Como no sugirió a nadie, no quise preguntar.
—No hay nadie más —dio Paula con un suspiro—. Perdió a sus dos hijos en la guerra de Corea. Su único nieto murió en Vietnam. Todos sus hermanos y hermanas han fallecido ya. Está sola en el mundo.
—No. Te tiene a tí y a Luz.
—Tienes razón. Somos su familia y ella la nuestra.
Él asintió y se marchó. Pero mientras subía las escaleras se preguntó por la familia de Paula. Había dicho que era de esa zona. ¿Dónde estaban sus padres, hermanos, tías y tíos? ¿Estaría tan sola como la señora Ford o tenía a gente que se preocupara por ella? Y si la tenía, ¿por qué no la ayudaban?

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