miércoles, 1 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 60

Al salir del coche, se preguntó si Martín habría dejado caer otra bomba; si era así, iba a tener que darle su merecido, aunque el tipo fuera en silla de ruedas. Fue hacia la casa, y Federico abrió la puerta antes de que tuviera tiempo de llamar.
—Menos mal, no ha querido decir nada hasta que estuviéramos todos. ¿Por qué tengo la sospecha de que Martín se acaba de ganar el título de capullo del año?
—Eso es lo que estaba pensando yo. Si ése es el problema, nos encargaremos de él.
—Pues claro.
Agustín  y Dani estaban esperándolos en la sala de estar. Él estaba sentado en el sofá y ella de pie junto a la chimenea, con un vaso en la mano y un brillo de dolor en la mirada.
—Dani, ¿qué te pasa? —le preguntó Pedro, mientras se acercaba a ella.
Dani esquivó el abrazo de su hermano, y le dijo:
—Sírvete algo de beber y siéntate.
—Dani…
—Pedro, es algo que no puedes arreglar con un abrazo. Por favor, sírvete algo.
Federico le dio una cerveza, y los dos se sentaron junto a Agustín en el sofá.
Dani se puso delante de ellos, y les dijo:
—He ido a ver a Gloria. Quería hablar con ella sobre mi puesto en la empresa, y le he dicho que no pensaba seguir trabajando en la hamburguesería, que o me ascendía o me largaba.
Pedro empezó a tener un mal presentimiento. De una conversación así no había podido salir nada bueno.
Dani agarró su vaso con ambas manos, los miró uno a uno a la cara, y siguió diciendo:
—Me ha dicho que no pensaba ascenderme nunca, y cuando le he contestado que tengo la preparación necesaria para asumir más responsabilidades, ella me ha dicho que no le importaba. ¿Adivinan por qué?
Pedro  mantuvo la mirada fija en su hermana, y al ver que sus ojos se llenaban de dolor, supo que Gloria había cumplido finalmente su amenaza de contarle lo de su padre.
—Dani, no… —empezó a decir, mientras se ponía en pie.
Ella se volvió hacia él con un movimiento brusco.
—No te atrevas a decir que no importa, claro que importa. Se trata de mi vida, de quién soy —Dani lo miró con ojos centelleantes, y entonces dejó el vaso encima de la mesa y se cruzó de brazos—. Oh, Dios mío… tú lo sabías.
Pedro no supo qué decir. Paula le había advertido en más de una ocasión que lo mejor era contarle la verdad, había insistido en que sería un desastre que Dani se enterara por su cuenta, y así había sido.
Agustín y Federico se levantaron, y después de cruzar una mirada, ambos se volvieron hacia Dani.
—Mira… —empezó a decir Federico.
—¡No! —Dani retrocedió dos pasos.
Pedro avanzó hacia ella.
—Lo siento, lo siento muchísimo —le dijo.
—Pensé que lo peor de todo era enterarme de que no soy la persona que yo creía —dijo ella, con los ojos inundados de lágrimas—. Pensé que lo peor era saber que no soy una de vosotros, pero estaba equivocada, ¿verdad?
—Eres una de nosotros —le dijo Pedro—. Eres mi hermana pequeña y te quiero, Dani.
—¿Desde cuándo?, ¿desde cuándo lo saben?
—Desde el instituto —admitió Agustín, después de lanzarle una mirada a Pedro—. Gloria me dijo que te contaría la verdad si me alistaba en los marines, pero hablé con Pedro y con Federico  y me enteré de que a ellos también les había amenazado. Utilizaba esa información para intentar manipularnos, pero yo sabía que, si no te había dicho ya la verdad, era porque tenía alguna razón para no querer hacerlo.
Pedro no había pensado en eso, pero Agustín tenía razón. Gloria recurría a las amenazas que podían funcionarle mejor, pero él no se había dado cuenta de que sólo era un juego para ella. Siempre había estado dispuesto a hacer lo que fuera necesario para proteger a su hermana.
—Te quiero muchísimo, no quería hacerte daño —le dijo.
—Venga ya, me has estado ocultando secretos durante toda mi vida —una sola lágrima se deslizó por su mejilla, pero ella se la secó con impaciencia—. ¿Qué más sabían?, ¿qué más me han ocultado? ¿La aventura de Martín?, ¿les dijo lo que estaba haciendo?
Pedro la agarró de los brazos, y la miró directamente a los ojos.
—Maldita sea, Dani, déjalo. Lo siento, todos lo sentimos, y ninguno de nosotros sabía lo del capullo de tu marido. Sí, te hemos ocultado algunos secretos, pero sólo porque no queríamos hacerte daño.
—¿Crees que no duele no encajar?, ¿crees que no duele no ser uno de ustedes?, ¿saber que ustedes tres tienen una camaradería que yo jamás podré compartir?
Pedro la abrazó, y cuando ella intentó zafarse, la apretó con más fuerza contra sí.
—Te queremos con todo nuestro corazón.
—No me vengan con ésas, me tratas como a una niña. ¿Saben lo que ha sido para mí seguir intentándolo sin descanso? Me dejé la piel año tras año intentando contentar a Gloria, pero nunca era bastante para ella. ¿Cómo pudisteis permanecer de brazos cruzados viendo cómo fracasaba sin decirme lo que estaba pasando?, ¿por qué no me ahorrasteis todo eso?
Pedro se dio cuenta de que tenía razón y cuando ella volvió a intentar apartarse, no se lo impidió.
—No era decisión de ustedes—añadió Dani.
—¿Cómo puedes decir algo así?, eres nuestra hermana —protestó Federico.
—Una busca las palabras, y si cuesta encontrarlas, sigue intentándolo. Y no soy su hermana.
—Siempre serás mi hermana, Dani —le dijo Pedro con firmeza—. No me importa quién fuera tu padre, eres mi hermana.
—Técnicamente, sólo soy su hermana a medias. Larguense de aquí.
—¿Qué?
—Fuera. No quiero hablar con ninguno de ustedes ¡vayanse de aquí! —gritó.
Pedro miró a sus hermanos, y después se volvió de nuevo hacia ella, indeciso. Se preguntó si lo mejor sería darle tiempo para que se calmara, o intentar insistir para que entendiera que sólo habían querido protegerla.
En ese momento, se dio cuenta de que lo había estropeado todo intentando proteger a Paula años atrás y que acababa de equivocarse aún mas con Dani; al parecer, no se le daba demasiado bien cuidar de sus seres queridos.
—Dani… —empezó a decir Federico.
Ella retrocedió un paso.
—Salgan de aquí. No quiero verlos ni hablar con ustedes.
—De acuerdo, te llamaremos mañana —le dijo Agustín.
Dani se fue de la sala de estar sin responder, y segundos más tarde, oyeron un portazo.
—Maldición —dijo Pedro, mientras se frotaba la mandila—. ¿Qué bicho le ha picado a Gloria?, nunca pensé que fuera capaz de contarle la verdad.
—Tendríamos que habérsela contado nosotros —dijo Federico.
—¿Y ahora te das cuenta?
Agustín se interpuso entre ellos, y comentó:
—Tenemos que darle tiempo, algunas heridas deben sangrar un poco.
Pedro  sabía que tenía razón, pero no quería imaginarse a su hermana sangrando. No quería que la hiriera nada, y no soportaba saber que podría haber hecho algo para aliviar un poco su dolor.
—Creo que no debería estar sola —comentó Federico.
—Paula llegará pronto —le dijo Pedro.
—¿La avisamos de lo que pasa? —les preguntó Agustín.
Pedro dudó por unos segundos. Paula sabía la verdad sobre Dani, así que no se sorprendería.
—Voy a llamarla —dijo al fin—. Estará aquí tan pronto como pueda.
Paula dudó un segundo antes de enfilar por el camino de entrada de su casa, ya que aún no sabía lo que iba a decirle a Dani. Una pelea familiar era algo natural, pero enterarse de que una no formaba parte de la familia era totalmente diferente.
Dani era la que más dependía de ser una Alfonso de todos los hermanos, porque siempre se había definido en función de su apellido, tanto a título personal como por su conexión con el negocio. Cuando se había casado con Martín, se había negado a cambiar de apellido.
Tras estacionar y bajar del coche, se llevó una mano al vientre, preocupada por la posibilidad de que todo aquel ajetreo afectara al bebé.

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