miércoles, 8 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 15

—¿Alguna suerte con el tema de Ashley? —le preguntó Matías en voz baja, acercándose.
—No. Ya he visto a más de la mitad de la lista.
—La encontrarás.
—No tengo otra opción.
Pedro había emprendido una misión y no descansaría hasta cumplirla. Sin pretenderlo, pensó en Ben. El chico siempre había tenido una broma en los labios. Por mal que fueran las cosas, encontraba algo bueno de lo que hablar. Lo echaba de menos.
Recordó la vez que el chico...
Vio la escena; todos en la nieve. No había huellas que llevaran a la cueva. No debería haber habido nadie dentro.
Pero antes de que Pedro pudiera comprobarlo, se oyó un grito y el sonido de una bala. Ben se lanzó contra él con todas sus fuerzas. Pedro se había tambaleado, sin llegar a caer. Pero bastó con eso. Ben recibió la bala...
Intentó alejar el recuerdo centrándose en la conversación de los demás. Siempre que pensaba en Ben se sentía débil. Impotente. Él debería haber protegido al chico. Sin embargo, Ben había muerto por él.
El sábado, Paula llegó a casa después del anochecer y, considerando lo largos que eran los días en verano, eso era decir mucho. Estaba agotada, pero excitada por el éxito de su reunión de venta de joyas.
Bajó del coche y se planteó dejar las cosas en el maletero hasta el día siguiente. Pero los domingos siempre tenía millones de cosas que hacer, así que decidió sacar las cajas.
—¿Necesitas ayuda? —se oyó en la oscuridad.
Se sobresaltó tanto que dio un grito y giró en redondo.
—Deja de hacer eso —le dio un empujón a Pedro, pero él no se movió ni un centímetro—. ¡Me has asustado! ¿No sabes andar haciendo algo de ruido?
—He hecho ruido. No lo has oído. ¿Quieres que te ayude a meter esas cosas en casa?
Iba a negarse, por principio, pero comprendió que sería una estupidez.
—Tú mismo —dijo ella, dando un paso atrás—. Hay que llevarlo todo dentro.
—¿Qué es? —preguntó él, agarrándolo todo de una brazada.
—Joyas. Utensilios. ¿Recuerdas los pendientes que te di para la hermana de Randy?
Él asintió. Ella cerró el maletero.
—Hago ese tipo de cosas. Pendientes, collares, pulseras. Suelo utilizar piedras semipreciosas. No puedo permitirme comprar de las buenas. Controlo los costes y presto mucha atención a las modas. Solía vender sólo a amigas o a conocidas de ellas, pero este verano he empezado a organizar reuniones de venta. Hoy ha sido la tercera. Están teniendo mucho éxito.
—Bien por ti.
Ella abrió la puerta delantera y entraron. Como siempre, la señora Ford había dejado una luz encendida en la sala. Paula hizo un gesto a Pedro para que lo dejara todo sobre la mesa de la cocina y fue a echarle un vistazo a su hija.
Luz dormía profundamente. Paula besó su mejilla y volvió a la cocina. Cerró la puerta que comunicaba su piso con el de la señora Ford.
—Hago piezas individuales —dijo, sacando una pulsera—. O conjuntos —abrió una caja que tenía pendientes, collar y pulsera a juego.
—Muy bonitos.
—No podría interesarte menos —rió ella—. No te preocupes, no me ofendes —fue al frigorífico y sacó una botella de vino blanco—. La buena noticia es que cuando cobre todos los cheques tendré bastante para pagarte la rueda.
—No hace falta. ¿Por qué no utilizas el dinero para comprar una rueda nueva para el otro lado?
Ella agradeció su preocupación y la sugerencia.
—La verdad es que estaría bien, si no te importa que siga pagándote a plazos.
—Sabes que no.
Ella, de hecho, sospechaba que no le importaría que no le pagase nunca.
Sacó dos copas y fue hacia la sala. Mientras colocaba todo en la mesita de centro se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Era tarde, había sacado una botella de vino y asumido que él se quedaría.
Oh, oh.
—Yo pensé que podíamos charlar un rato —dijo—. No pretendía implicar o sugerir que...
—¿Qué? —él alzó las cejas.
—No te pongas difícil. ¿Quieres una copa de vino o no?
—¿Vas a intentar seducirme? —bromeó él.
—No —gruñó ella.
—Entonces me quedaré —se sentó mientras ella servía las copas. Ella se sentó al otro extremo del sofá, mirándolo.
—Por este buen día —dijo, alzando la copa.
—Buen día.
Ambos bebieron. Ella dudaba que estuviera acostumbrado a beber algo tan barato, pero no iba a pedirle disculpas. Encajaba en su presupuesto y no era demasiado malo.
—Te gustan los colores, dijo él —mirando a su alrededor.
—Sí. Al casero no le importa que pinte las paredes.
—Claro que no. Asumes el coste y el trabajo. ¿Por qué no iba a gustarle?
—Deberías ver el dormitorio de Luz. Es la sede de las princesas. Pinté un mural que parece un castillo. Todo es color lavanda o rosa. Muy femenino. Supongo que tú tuviste un dormitorio todo azul.
—Creo que tenía algunos toques verdes. Pero sí, era típico de chico.
—¿Por qué te hiciste militar? ¿Era tu sueño?
—Había pensado en ello. No sabía si quería ir a la universidad. Mis padres murieron cuando era pequeño y me crió mi abuela. Es una anciana dura de roer.
—Como la señora Ford.
—Aparte de ser mujeres y tener más de setenta años, no tienen nada en común —aclaró él—. Gloria es rígida y manipuladora. Espera que todo el mundo haga lo que ella quiere y hace lo que sea necesario para conseguirlo. Cuanto más me presionaba, más me rebelaba yo. En parte por ella, en parte porque era un adolescente. Al final, me irritó tanto que me alisté el día después de acabar el instituto.
—¿Para fastidiarla?
—Sí. Mereció la pena, sólo por ver su expresión.
Ella no se imaginaba tener una relación así con su abuela. Ya no vivía, pero Paula y ella habían estado muy unidas antes de su muerte.
—No parece una relación muy familiar —dijo ella.
—Gloria no es una persona de familia. A veces aún lo intento con ella. No entiendo por qué es tan inflexible. Pero me llevo bien con mis dos hermanos y mi hermana.
Paula  tuvo la sensación de que Pedro desearía una relación mejor con su abuela. Tal vez, habiendo dejado los marines y viviendo cerca de ella, llegaría a conseguirla.
—¿Y tú? ¿Has vivido siempre en Seattle?
—Exceptuando un breve periodo en Los Ángeles, sí —titubeó y se encogió de hombros—. Era la típica chica de clase media. En el último año de instituto me enamoré de un músico de rock. Era sexy y peligroso, al menos así lo veía yo a mis diecisiete años. Cuando se marchó a Los Angeles me fui con él.
—¿El padre de Luz? —preguntó él.
—No. Eso sería demasiado sencillo. Cuando llegué a Los Ángeles comprendí que Mitch no era una estrella del rock. No era tan bueno. Ni fiel. Rompimos. Me sentí dolida y humillada y no quería volver arrastrándome a casa de mis padres con las manos vacías. Me gustaba el negocio de la música. Acabé trabajando como organizadora de giras. Encargada de viajes, comidas y ese tipo de cosas. Se me daba bien.
—Organizadora de giras de rock —sonrió—. Nunca lo habría adivinado. ¿Qué pasó después?
—Conocí a Facundo—hizo una mueca—. Aún no sé por qué nos juntamos. Está muy metido en el mundo de las drogas y nunca fue mi caso —suspiró—. No me malinterpretes. Era muy juerguista, pero salgo barata en las citas. Un par de margaritas y ya he bebido más que suficiente. En fin, Facundo era emocionalmente tortuoso, egocéntrico y abusivo. Perfecto para una chica de diecinueve años que se hacía la adulta. Me dí un buen trastazo. Cuando descubrí que estaba embarazada de Luz, volví aquí.

2 comentarios:

  1. Espectaculares los caps de hoy Naty!!! Qué bueno que se estén abriendo y se hayan contado sus inicios.

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  2. Muy buenos capítulos! me sorprendió que Paula le cuente sobre su pasado!

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