miércoles, 1 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 61

—Va a haber emociones muy fuertes, pequeño. Algo de llanto, y seguramente más de una palabrota. Pero no tiene nada que ver contigo, te quiero muchísimo y no va a pasar nada.
Paula respiró hondo, y entró en la casa. Se encontró a Dani hecha un ovillo en el sofá de la sala de estar, con los ojos rojos e hinchados y la cara desencajada. Era el sufrimiento en persona.
—Oh, Dani… —susurró.
La joven levantó la mirada hacia ella, y le dijo:
—Dime que Pedro ya te lo ha contado, y que no tengo que volver a repetirlo.
—Lo sé todo, y no sabes cuánto lo siento.
—Sí, yo también —Dani agarró su vaso de vino, y tomó un trago—. Que les den, ¿qué me importa a mí si soy o no una Alfonso? Son un atajo de perdedores, estoy mejor sin ellos. Y sin Gloria.
Sin embargo, sus ojos se llenaron de lágrimas mientras hablaba, y Paula dejó caer al suelo el bolso y el abrigo y se apresuró a ir junto a ella.
—No sé qué decir —admitió, al sentarse en el sofá. Posó una mano en el brazo de Dani, y añadió—: Ojalá lo supiera.
—Lo mismo digo. Dios, Paula, me duele tanto… más aún que enterarme de que Martín tiene una amante. Él traicionó mi confianza, y aunque no me hizo ninguna gracia, yo sabía que me recuperaría, pero esto es totalmente diferente. Ya no sé quién soy.
—Claro que lo sabes. Eres una mujer brillante, ambiciosa, trabajadora y fantástica, eres leal y cariñosa, y además eres la guapa de la familia.
Dani esbozó una sonrisa mientras se secaba las lágrimas.
—¿Me estás diciendo que soy más guapa que mis hermanos?
—Pues claro, aunque Federico te sigue de cerca.
—Sí, por sus ojos —empezó a temblarle la boca, y su sonrisa se desvaneció mientras su cuerpo entero se estremecía—. No puedo soportarlo, no puedo sobrevivir.
—Claro que puedes —le dijo Paula con firmeza—. Por mucho que te duela, vas a sobrevivir, ¿y sabes por qué?
Dani negó con la cabeza.
—Porque eres una mujer fuerte, y porque no vas a darle a la zorra de Gloria la satisfacción de ganar.
—En eso tienes razón —dijo Dani, con una sonrisa llorosa—. Estoy tan enfadada con ella, furiosa. Siempre supe que le gustaba el poder y dirigir nuestras vidas, pero no quería creer que fuera deliberadamente cruel. Me equivoqué.
—Es una persona horrible. Has hecho un gran trabajo para ella, pero se niega a verlo.
—Ya lo sé —admitió Dani, con un suspiro—. Además, la forma en que me lo ha dicho… creo que estaba contenta de poder arruinarme la vida.
—No digas eso. Ella no ha arruinado nada, si no permites que lo haga.
—Desde luego, no ha intentado suavizar el golpe. Ya no sé quién soy.
—No me vengas con chorradas.
—¿Qué? —dijo Dani, asombrada.
Paula se levantó, y le indicó que hiciera lo mismo.
—Ven aquí —la llevó al cuarto de baño que había en el pasillo, encendió la luz y la colocó junto a ella delante del espejo—. ¿En qué has cambiado? Mírate, y dime qué diferencia hay.
Dani hizo una mueca al ver su reflejo.
—Tengo la cara hinchada.
—Ignora eso. Me refiero a lo que ves diferente en ti, ¿qué ha cambiado en las últimas veinticuatro horas?
—Que no sé quién es mi padre, que no soy una Alfonso.
—Eso ya lo sé, pero tus experiencias siguen siendo las tuyas, y tu cuerpo sigue siendo tu cuerpo. Estás hablando del contexto y admito que eso puede cambiarlo todo, pero no es necesario que sea así. No si tú no lo permites.
—Pero…
—Nada de peros, jovencita. Sí, las cosas son un asco en este momento, un verdadero asco, y puede que éste sea el peor momento de tu vida. Pero vas a salir de él, y todo se arreglará. Porque sigues siendo la misma persona fantástica y llena de energía.
Dani le dio un gran abrazo, y le dijo:
—Gracias por intentar ayudarme.
—Oye, que no sólo lo estoy intentando.
—Vale. Gracias por ayudarme —dijo Dani, con una débil sonrisa.
—Mucho mejor.
—Debes de estar muy contenta con lo del bebé, ¿verdad? —comentó Dani, al posar una mano sobre su abultado vientre.
—Sí.
—Yo también tendré hijos algún día. Tienes razón, me duele muchísimo y no sé cómo voy a superarlo, pero lo conseguiré y seguiré adelante, y algún día lograré todo lo que quiero.
—Claro que sí. Y cuando eso suceda, voy a estar a tu lado para recordarte que ya te lo dije.
La semana siguiente pasó en relativa calma, y Paula supuso que se habían ganado el descanso.
El restaurante seguía funcionando bien, Camila recibió el alta del hospital, y Dani iba recuperándose a pesar de que seguía destrozada emocionalmente. Ni siquiera había ratas, gracias a la eficiencia de Al.
Estaba sentada en su despacho planeando varias combinaciones para los especiales de la semana siguiente. La temporada de pesca en Alaska ya había empezado, así que podía disponer de algunas variedades de marisco y pescado muy suculentas, y ya había empezado a recibir productos de la zona de Walla Walla y de algunas partes de Oregón. Las cebollas de Walla Walla le daban ideas para unos platos fantásticos.
—A lo mejor podemos organizar una cena especial de degustación, y servir los platos más nuevos y selectos —murmuró.
Hizo varias anotaciones en su libreta, y decidió comentarle la idea a Pedro más tarde. Estaba en un punto en el que tenía que ser brillante.
—¿Salmón? —le encantaba el salmón, era su pescado favorito. Pero tal vez sería mejor optar por algo diferente, algo…
—¿Interrumpo?
Paula levantó la cabeza, y vio a Gloria en la puerta del despacho. Genial. En su cocina ya no había ratas, pero acababa de aparecer una serpiente. Sintió un deseo casi irrefrenable de decirle que se largara, pero técnicamente el restaurante le pertenecía y era la jefa de su jefe.
—Estoy trabajando en los especiales de la semana que viene, tengo que hacer el pedido pronto.
—Qué interesante. Supongo que no hay posibilidad de que elimines tus patatas fritas con pescado del menú, ¿verdad?
—Es nuestro plato con más éxito —Paula se obligó a esbozar una sonrisa.
—Qué lástima, siempre pensé que la gente de Seattle tenía mejor gusto.
—¿Has venido a insultarme, o por alguna otra razón?
Gloria entró en el despacho y se sentó.
—No te he insultado, Paula. Me sorprende que digas algo así. Sólo he comentado que no me gusta uno de tus platos, y que desearía que no estuviera en el menú. No creo que sea un insulto —con un suspiro, añadió—: eres la chef ejecutiva, así que supongo que es normal que te sientas un poco posesiva en lo concerniente al menú; de hecho, es bastante elogiable.
Paula frunció el ceño. Gloria parecía muy razonable de repente, pero sabía que aquello sólo era el principio; sin embargo, antes de que pudiera preguntarle para qué había ido, la mujer bajó la mirada hacia su abultado vientre y dijo:
—Ya se te nota el embarazo, querida. ¿Cuándo sales de cuentas?
—En septiembre.
—Una época del año muy agradable. Tengo entendido que no sabes quién es el padre, ¿es eso cierto?
—Me sometí a una fecundación in vitro con el esperma de un donante.
—Así que no sabes nada sobre él, ¿verdad?
—Tengo alguna información general, y su historial médico.
—Pero no sabes nada de su personalidad. Es como comprar una lata sin marca en el supermercado, es muy probable que al llegar a casa una descubra que lo que hay dentro está en mal estado.
—Gracias por el aviso.
—Es cierto que quiero avisarte, querida. Sé que tienes las miras puestas en Pedro, pero ya puedes olvidarte de él. Nunca te ha perdonado por abandonarlo, y no está interesado ni en ti ni en tu hijo bastardo. Él mismo me lo ha dicho.

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