domingo, 26 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 63

A media mañana, Paula estaba tan contenta que se sentía capaz de volver a casa flotando. Iba muy bien. Las ventas habían sido constantes desde que abrió la feria. Si el fin de semana seguía así, superaría sus ambiciosas esperanzas con creces y podría meter al menos tres mil dólares en el banco.
Sólo pensar en esa cifra la mareaba. Implicaba no tener que seguir soportando los chirridos del coche. No sentir pánico si tenía que comprarle un abrigo nuevo a Luz. Implicaba paz mental.
Ayudó a una mujer a elegir unos pendientes para ella y una pulsera para su hermana. Después de cobrar, tomó un largo trago de agua. No había comido nada, pero estaba demasiado excitada para pensar en comida. Se sentía como si su vida hubiera dado un súbito giro positivo. Las cosas mejoraban de verdad.
No quería pensar que Pedro era el responsable, pero no podía evitar concederle cierto crédito. Había sido bueno con ella y para ella. Le costaba reconciliar lo que le había contado sobre su novia con el hombre que ella conocía. Sabía que él creía que no era de fiar en cosas serias. Que para Luz y ella suponía un riesgo. Pero Paula no lo veía así.
Él había sido un crío. Aquello había ocurrido hacía mucho tiempo. Sin duda, había hecho algo horrible, pero podía entender su miedo.
—¿Qué tal vas?
—Hola —saludó al ver a Matías y Sofía ante el puesto. Miró el enorme vientre de Sofía—. ¿Cómo te encuentras?
—Fatal. El bebé llegará en cualquier momento. Pensé que andar un poco me iría bien —se puso una mano en la panza—. Andar muy, muy despacio.
—Vas muy bien —Matías la besó en la mejilla—. Ya falta poco.
—Poco es demasiado —suspiró Sofía—. ¿Dónde está Luz?
—Estuvo aquí antes. Pasará el resto del día en casa de una amiguita.
—Está divirtiéndose —Sofía hizo girar los hombros— . Yo solía divertirme antes.
—Volverás a hacerlo —Matías  contuvo una sonrisa.
—No creo. Me parece que siempre estaré así de enorme —miró las joyas—. Quiero unos pendientes. Toda mi ropa es enorme y me merezco algo bonito.
—Elige todos los que quieras —dijo Matías.
—Sí, por favor —sonrió Paula—. Te haré descuento.
—Nada de eso —protestó Sofía—. Los amigos no dejan que sus amigos pierdan dinero.
Señaló un par de pendientes y luego otro. Matías los recogió y se los dio a Paula.
—¿Dónde está Pedro? —preguntó Sofía, mientras Matías pagaba.
Paula se sonrojó porque asumiera que lo sabía.
—Ha ido a por mi vecina, la señora Ford. Ha quedado aquí con sus amigas para ir al cine.
—Bien por ellas. Quiero ser así cuando me haga mayor —dijo Sofía—. Suponiendo que no reviente como un globo y se me salgan las tripas.
Matías aceptó la bolsa que le daba Paula y puso una mano en la espalda de Sofía.
—Tras ese agradable comentario, nos vamos — dijo Matías con firmeza—. Al coche, Sofía. Te llevaré a casa y te daré un masaje en los pies.
—Vale.
—Dani ha dicho que vendría después —dijo Matías.
—Bien. Gracias. Pronto estarás bien, Sofía.
—Imposible. Creo que nunca me encontraré bien.
—Yo pensé lo mismo en mis tres embarazos —dijo una anciana que había al lado—. Claro que eso fue hace mucho tiempo —soltó una risita.

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