lunes, 27 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 69

Después de la clausura de la feria, Paula recogió las últimas cajas y las llevó al todo terreno de Pedro. Un hombre de un puesto vecino la había ayudado a desmontar las mesas que había alquilado.
—Te veré el año que viene —se despidió él.
—Desde luego. Gracias —saludó con la mano y arrancó el motor.
Anhelaba llegar a casa. Estar tranquila y poder pensar. O tal vez no pensar, necesitaba dormir.
Porque la noche anterior no había dormido. Había pasado la noche despierta, mirando al techo y preguntándose qué hacer respecto a Facundo.
No había dicho cuánto tiempo iba a pasar en Seattle, pero ella dudaba que hubiera hecho el viaje por unas cuantas noches de trabajo. Podría estar semanas en la zona, quizá incluso un mes. Podía aparecer en cualquier momento, exigiendo más dinero, y obligándola a pagar o a ver a Luz. Se le tensó el estómago al pensarlo. Luz creía que su padre había muerto, y era lo mejor para todos. Pero si las cosas se ponían feas, Paula tendría que hablarle a Luz de Facundo, y estaba dispuesta a casi cualquier cosa para evitarlo.
El miedo creció hasta que no pudo pensar en otra cosa. Se planteó la posibilidad de huir. Hacer las maletas y marcharse con Luz. ¿Pero adónde? ¿Y qué harían cuando llegaran? Si no conseguía una identidad nueva y documentos falsos, Facundo la encontraría antes o después. ¿Cómo podía explicárselo a Luz? Además, odiaba la idea de salir corriendo, se parecía demasiado a otorgarle el triunfo a él.
Lo más lógico sería recurrir a un abogado. Algo que debería haber hecho años antes. Facundo no era una buena influencia para una niña pequeña. El tribunal lo vería claro. La mejor solución sería un acuerdo, y pagar a Facundo para que firmara algún documento de renuncia. Lo malo era que no tenía bastante dinero para darle una cantidad que lo convenciera.
Pensó que podía pedir un préstamo a Frank o a sus padres. A pesar de sus discrepancias, sus padres la ayudarían si se trataba de Luz. Pedro tenía dinero de sobra, pero a Paula le incomodaba hablar de Facundo con él. Además, no creía que ninguno de ellos aprobara su decisión de pagar a un drogadicto para que se mantuviera alejado de su hija. Quizá le pidieran que fuese más razonable y permitiera a Facundo demostrar que podía ser un buen padre. Facundo era un manipulador nato que utilizaba a la gente; era capaz de convencerlos de que se merecía una oportunidad.
Llegó a la puerta de casa y echó el freno. Pedro salió de su casa y fue hacia ella. Era casi de noche y parecía más una sombra que un hombre. A pesar de eso, se sintió atraída hacia él. Deseó saltar del todo-terreno y lanzarse a sus brazos. Quería confesarlo todo y que él la abrazase y dijera que todo iba a solucionarse. Llevaba sola ocho años y estaba cansada de ser la única responsable de todo.
—¿Buen día? —preguntó él, yendo a abrir la puerta trasera—. ¿Has hecho millones?
—Casi —esbozó una sonrisa—. Ha habido gente hasta el último momento. Vendí casi todas las piezas.
—Me alegro. ¿Estás cansada?
Paula  asintió. Estaba agotada, por razones que no iba a explicar. No soportaba la idea de que Pedro la mirase con lástima o desdén. Sólo una estúpida se habría liado con Facundo y sólo una estúpida seguiría dándole dinero a esas alturas.
Él sacó las cajas que quedaban y cerró la puerta.
—Mañana iré a devolver las mesas.
—No hace falta. Pensaba llevarlas después del trabajo —aunque eso suponía volver a utilizar su coche.
—Está de camino a la oficina. No te preocupes.
—Vale, gracias. Le dejé un cheque como depósito que tendrán que devolverte.
Entraron en casa y él puso las cajas en la mesa.
—¿Qué tal se ha portado Luz? —preguntó ella.
—Bien. Se acostó a su hora y se durmió en medio minuto. Fuimos al centro comercial, vimos una película y cenamos allí.
—¿Fue horrible? —preguntó ella.
—Sobreviví.
—¿Por qué tengo la impresión de que la película fue una tortura? —ella hizo una mueca.
—Al menos era corta.
La ultima vez que habían estado allí, había sido haciendo el amor. Pero todo era distinto. No estaban solos, aunque Luz estaba dormida en la cama; además, Paula tenía la sensación de que esa experiencia íntima le había sucedido a otra persona.
Aunque su cuerpo clamaba por él, su cerebro sabía que ir a más era peligroso. No sólo por su propio instinto de conservación, sino porque la aparición de Facundo lo cambiaba todo. Si Pedro  se enteraba querría, como macho típico, ocuparse del tema. Y eso empeoraría las cosas.
Aunque no dudaba que Pedro llevaría las de ganar en una pelea limpia, Facundo nunca jugaba limpio. Sin duda, hablarle a Pedro de lo ocurrido conllevaría problemas.
Antes de que encontrara una forma cortés de pedirle que se fuera, él hizo un gesto para que se sentara en el sofá. Había hecho tanto por ella que le debía al menos eso. Charlaría con él un rato, luego alegaría estar agotada y lo sacaría de allí.
—Me alegro de que el puesto fuera un éxito —dijo él—. ¿Eso significa que te invitarán el año que viene?
—Eso espero. Disfruté viendo a la gente mirar mis diseños. Pude hacer preguntas y descubrir qué se vende mejor y por qué —lo miró—. Toda tu familia pasó por allí. Son muy amables. No tenían por qué ir, pero agradecí mucho su apoyo.
—Les caes bien —dijo. Soltó un largo suspiro—. Dani ha descubierto que Ryan está casado.
—¿Qué? —lo miró atónita—. ¿Estás de broma?
—Su mujer pasó por el restaurante ayer. Él nunca la había mencionado. Y tienen un niño.
—¿Cómo está Dani? —Paula  pensó que nunca era fácil aceptar la traición.
—Es dura. Lo superará. Pero que haya ocurrido sólo un par de meses después de que Martín la dejara y descubriera que le era infiel es mal asunto.
Por lo visto, ella no era la única que tenía un gusto pésimo al elegir a los hombres.
—Dile que estoy pensando crear un club de mujeres que han dejado a los hombres por imposibles.
—Lo haré —dijo él, mirándola fijamente. Paula captó lo que acababa de decir y no supo cómo rectificar.
—Es sólo que, antes de tí... He tenido problemas. En el pasado, quiero decir.
Pedro  asintió sin hablar. Se hizo un largo silencio.
—Algo va mal —dijo por fin—. ¿Qué ha pasado?
—Nada. Estoy bien. Agotada. Han sido tres días muy duros, pero han merecido la pena.
Él no desvió la mirada. Escrutó su rostro con tanta intensidad que la puso nerviosa.
—Estoy bien —repitió.
—Pasa algo. Lo veo en tus ojos.
—Te equivocas. Déjalo.
Pedro sabía que sería mejor dejarlo. Había dejado claro que no quería contárselo. Pero parecía... derrotada. Nunca había visto eso en ella antes. Era dura y capaz. Algo debía de haberlo provocado.
—¿Te han robado? —preguntó con voz áspera.
—¿Qué? No. Claro que no —sacó un fajo de billetes del bolsillo del pantalón—. He ganado mucho dinero.
—¿Pasó tu madre por allí y te dijo algo sobre Luz?
—Vale ya —protestó ella—. Estoy bien.
Cuanto más protestaba más seguro estaba él de que no era así.
—Paula, puedo ayudarte.
—No vas a dejarlo, ¿verdad?
El instinto le decía que había algo muy serio en juego. Que su aspecto derrotado surgía del miedo. Pero quién podía haberla asustado y por qué...
Ella se deslizó por el sofá y se sentó a horcajadas sobre él. Antes de que pudiera reaccionar, puso las manos en sus hombros y lo besó.
Un beso ardiente y agresivo. Introdujo la lengua en su boca reclamando, tentando, excitando. Aunque su cerebro sabía que no era más que una distracción, su cuerpo deseaba aceptar el juego. Aun así, luchó contra su deseo y su erección hasta que ella agarró sus manos y las puso sobre sus senos.
Las suaves curvas lo sedujeron. Se encontró explorándolas, apretando suavemente, frotando sus pezones con los pulgares. Bajó las manos hasta su cintura y luego volvió a subirlas, pero debajo de la camiseta. Después de desabrocharle el sostén, volvió a sus pechos, esa vez tocando piel desnuda.
Ella, exigente y ardorosa, se restregaba contra él, lo besaba profundamente y mordisqueaba su cuello y su oreja. Le sacó la camiseta por la cabeza y luego se quitó la suya. Después se alzó sobre las rodillas y se inclinó hasta que un pezón rozó sus labios.
Pedro  no tuvo más remedio que rodearla con sus brazos y lamer y succionar. El deseo lo quemaba con su intensidad. Pasó la boca al otro pecho. Ella sujetó su cabeza y le pidió que la hiciera suya.

2 comentarios:

  1. Wowwwwwwwww, qué intensos los caps de hoy. Seguro que Pedro la va a ayudar a Pau.

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  2. Muy buenos capítulos! cuantas cosas pasaron! entre lo de Facundo y lo de Ryan!!! un horror esos hombres!

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