miércoles, 1 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 59

—Ya me has dicho eso antes, Dani —comentó Gloria, con un suspiro—. Varias veces. Sigues insistiendo en ascender, aunque yo intento quitártelo de la cabeza. ¿Por qué lo haces?
—Porque me he ganado la oportunidad de demostrar lo que valgo en otro puesto —Dani tragó, e hizo acopio de todas sus fuerzas—. O asciendo en la empresa, o dimito.
Gloria permaneció inmutable. No movió ni un músculo, ni una pestaña. La miró durante varios segundos, y finalmente dijo:
—No voy a tolerar que me amenaces, jovencita.
—No te estoy amenazando, sólo estoy constatando un hecho. Tengo la educación y la experiencia necesarias para asumir más responsabilidad, y me niego a permitir que mi vida laboral se quede estancada en la gestión de la hamburguesería; si tú no quieres darme una oportunidad, encontraré otra empresa que lo haga.
—Dudo que encuentres demasiadas empresas interesadas en tí —le dijo Gloria con desdén.
Dani ignoró la punzada de dolor que sintió. Había sabido que aquel encuentro sería difícil, de modo que tenía que recordar por qué había ido y mantenerse centrada.
—Yo no opino lo mismo —dijo—. Mi historial y mis logros hablan por sí mismos, y las dos sabemos que no me costará encontrar otro trabajo para poder progresar. ¿Qué problema tienes conmigo?, ¿por qué me tratas siempre como si fuera alguien de segunda fila? ¿Es porque soy una mujer? Me cuesta creerlo de ti, eres una mujer y mira todo lo que has conseguido.
—Tienes razón —dijo Gloria, con un brillo de furia en los ojos—. He sido yo quien le ha dado su grandeza a esta empresa, soy yo la responsable de su éxito. No te atrevas a presentarte ante mí con tu estúpida petición…
—No es estúpida, es muy razonable. No has frenado a nadie como a mí, ¿por qué me tratas así?
Su abuela se inclinó hacia ella, y la temperatura pareció caer diez grados.
—Piénsatelo bien antes de preguntarme eso —le dijo, en voz muy baja—. No creo que estés preparada para oír la verdad.
—Creo que estoy más que preparada, Gloria —le dijo Dani. De repente, no sentía ningún miedo; después de todo, ¿qué podría decirle?
—De acuerdo, pero después no me vengas lloriqueando y diciendo que es demasiado.
—Claro, lo que tú digas —a su abuela le encantaban los melodramas.
Gloria se reclinó en su silla antes de empezar a hablar.
—Hace muchos años, antes de que nacieras, tu madre se lió con un individuo, le fue infiel a mi hijo. A mi hijo. Su aventura continuó durante varios años, y tuvo como consecuencia una hija… tú, Danielle. No eres una Alfonso, sino la hija bastarda de tu madre. Lo mantuve en secreto para ahorrarle a mi hijo el escarnio público, pero nunca lo he olvidado. Cada vez que te miro, veo la prueba de que aquella zorra traicionó a mi hijo. Eres la hija de tu madre, y nada para mí.
Dani oyó las palabras, pero no logró entenderlas. ¿Que no era una Alfonso…? Pero ella siempre había sido una Alfonso…
—Estás mintiendo —le dijo.
—No, no estoy mintiendo, pero si quieres, podríamos hacerte una de esas pruebas de ADN. No me cabe duda que probará que no eres una de los nuestros.
Dani no recordaba haberse levantado, pero de repente se dio cuenta de que estaba junto a la puerta.
—La hamburguesería es todo lo que te mereces, da gracias que te dejo trabajar allí —añadió Gloria.
Qué curioso. Hacía apenas una hora, Dani había creído que su vida no podía empeorar más; obviamente, se había equivocado.
—Quédate con tu trabajo, lo dejo —le dijo a su abuela.
—No puedes dejarlo.
—Claro que puedo. Si soy una zorra como mi madre, puedo hacer lo que me dé la gana.
Paula salió de la cocina justo antes de los postres. Mientras cruzaba el comedor hacia la mesa de su familia, sus padres y sus hermanas se levantaron y empezaron a aplaudir.
Ella se quedó pasmada, y se detuvo en seco.
—¡Mi hija es la chef! —le dijo su padre al resto de comensales—. ¿A que la cena está increíble?
Ante la mirada atónita de Paula, todo el mundo se puso en pie y empezó a aplaudir, y no supo cómo reaccionar al contemplar las caras sonrientes que la rodeaban. Al oír que la puerta de la cocina se abría se volvió hacia ella, con la esperanza de que alguien hubiera ido a rescatarla o a proporcionarle alguna razón para escapar, pero Zaira y casi la totalidad del personal de cocina salieron y empezaron a aplaudir también. Entonces Pedro se acercó a ella, y se detuvo a su lado.
—¿Creen que acerté al contratarla? —bromeó él.
Todo el mundo se echó a reír, y entonces aparecieron los camareros con copas de champán.
—¿No brindamos hace poco? —le susurró Paula.
—Aquel brindis fue por el éxito del restaurante, éste es por tí. Sonríe y bébete tu refresco sin alcohol.
Paula aceptó el vaso que él le dió, y esperó a que todo el mundo estuviera servido.
—Por Paula—dijo Pedro.
—Por Paula—repitió todo el mundo.
Un cuarto de hora después, cuando el comedor por fin recuperó la normalidad, Paula fue al despacho de Pedro.
—Ha sido surrealista, ¿lo tenías planeado?
—No. Zaira vino a la cocina a avisar de que el comedor entero estaba en pie ovacionándote, y ordené que descorcharan el champán. Deberías sentirte orgullosa de todo lo que has conseguido.
—Lo estoy, pero jamás me habría esperado una reacción así —admitió, mientras se sentaba—. Antes le he dicho a mi madre que mi padre y ella debían de estar contentos de que por fin hubiera descubierto a qué quería dedicarme, pensé que estaban decepcionados conmigo porque había dejado a medias la universidad y había ido de un trabajo a otro. Pero ella me ha dicho que se alegraba de que me hubiera tomado mi tiempo hasta decidir lo que realmente quería hacer. Le gusta que no me conformara con la vía fácil.
—Así que te han sorprendido positivamente.
—Es más que eso. Tenían una opinión de mí completamente diferente a la que yo creía, pero nunca se me ocurrió hablar con ellos del tema. Supongo que no quería que me confirmaran mis peores temores, pero di muchas cosas por sentado.
—Ya sabes lo que suele decirse sobre eso.
—Voy a fingir que no te he oído. El meollo de la cuestión es: ¿en qué más estaba equivocada?
—Puede que en nada.
O quizás en todo. Había estado completamente segura de que dejar a Pedro era la decisión correcta, había estado convencida de que lo sabía todo sobre él, pero empezaba a darse cuenta de que no sabía nada de nadie.
—¿Huí de nuestro matrimonio? —le preguntó.
—Sobre ese tema se podrían llenar páginas y más páginas, pero la verdad es que yo tampoco fui tras de tí. En aquel momento había tantas complicaciones, Paula… los dos estábamos intentando aclararnos; además, tendría que haberte contado lo de Camila.
Paula pensó en ello durante unos segundos, y finalmente admitió:
—Esa información habría supuesto una gran diferencia.
—¿Pero habría cambiado el resultado final? En aquel entonces, no podía ni imaginarme tener otro hijo.
¿Había cambiado de idea al respecto? Paula sabía que era un hombre diferente, que había cambiado y había madurado, pero él mismo había admitido que no la había querido lo suficiente durante su matrimonio.
—Parecíamos incapaces de encontrar un término medio —siguió diciendo él—. Yo quería protegerte, pero tú pensabas que no lo necesitabas y creías que mis acciones pisoteaban tus sueños.
—Porque no me ayudaste a conseguir el puesto en el Alfonso's.
—Lo siento.
—No pasa nada, ahora entiendo tu comportamiento.
—Pero en aquel entonces no. Te hice daño, a pesar de que nunca fue mi intención. Lo siento.
Era obvio que ella le había importado hasta cierto punto, y Paula no entendía por qué no se había permitido amarla. ¿Acaso había tenido miedo? Su corazón pareció expandirse, y sintió un profundo dolor.
—Yo también lo siento —susurró.
Habían tenido tanto en sus manos, pero lo habían perdido. Ojalá hubieran hablado. Aunque quizás era así como tenía que ser, a lo mejor ambos habían necesitado la oportunidad de cambiar y madurar, para poder llegar a aquel momento concreto.
De repente, Zaira asomó la cabeza por la puerta y les dijo:
—Siento interrumpir, pero hay un incendio en la cocina.
Paula se levantó de un salto.
—Estás de broma, ¿verdad?
—Pues no.
Los tres fueron a toda prisa a la cocina, y se la encontraron llena de humo.
—Sólo era un poco de grasa, está controlado —les dijo Jaime, mientras abanicaba el aire con las manos.
En aquel momento, la pequeña impresora escupió varios pedidos.
—¿Podemos volver al trabajo? —dijo Paula—. ¿Está todo bajo control, o tengo que patearle el culo a alguien?
—Todo controlado —dijo Jaime.
El móvil de Pedro empezó a sonar, y él contestó de inmediato.
Paula se acercó al mostrador para limpiar los daños provocados por el fuego. Una sartén estaba deformada y dos platos de comida estaban para tirar, pero las llamas se habían apagado y el sistema de ventilación ya se había ocupado del humo.
—¿Estos platos iban a mesas diferentes?
Seguro que sí. Era inevitable, pero tenía derecho a hacerse ilusiones.
Zaira se encargó de hacer que se desvanecieran al confirmar la mala noticia.
—¡Preparen dos más ahora mismo!, ¡son nuestra prioridad! —Paula se volvió hacia Jaime, y vió que Pedro colgaba el teléfono. Al ver su expresión de preocupación, le preguntó—: ¿qué pasa?, ¿está bien Camila?
—¿Qué? Ah, sí, está bien. Era Dani, quiere que vaya a verla cuando salga del trabajo. Está bastante alterada, pero no ha querido explicarme qué ha pasado.
Uno de los camareros los interrumpió desde la puerta.
—Paula, tu familia se va, quieren despedirse.
—No podemos hacer nada por ahora —le dijo Pedro—. Vendré a recogerte antes de marcharme, y podemos ir juntos a tu casa.
—Seguramente es algún asunto familiar, así que me quedaré aquí hasta que hayas hablado con ella. Cuando acabes, puedes llamarme para avisarme de que tengo vía libre.
—Seguro que no es nada tan importante.
—Pedro, eso no lo sabes. Si Dani me quisiera allí, me habría pedido que fuera. Me quedaré aquí.
Paula volvió al trabajo, pero aunque parte de su cerebro procesaba detalles como el número de comensales y los pedidos que había que preparar, el resto de su mente se centró en el problema de Pedro.
¿Había renunciado a su matrimonio demasiado pronto?, ¿habrían aprendido ambos sus lecciones si se hubiera quedado? La de Pedro era aprender a dar con todo su corazón, y la suya creer que él quería que tuviera éxito. Habían recorrido un largo camino, pero no sabía si él podía quererla, quererla de verdad.
Paula se preguntó si era posible, o si estaba pidiendo demasiado.
Pedro estacionó detrás del coche de Federico y de una furgoneta que supuso que era de Agustín, y se dió cuenta de que Dani había convocado una reunión familiar. A lo mejor Paula había tenido razón, porque aquello parecía realmente serio.

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