lunes, 13 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 21

—¿Por qué lo hiciste?
—No lo sé. Pensé que sería agradable. Que podríamos ser amigos.
—¿No te gusta mi mami? —le preguntó Luz.
De repente, la situación se volvió incómoda. Paula se arrepintió de haber permitido que Luz lo convenciera para quedarse a cenar.
—Luz, no hagas esas preguntas. Pedro ha sido muy bueno con nosotras y con la señora Ford. Se lo agradecemos, pero no podemos entretenerlo mucho.
Pedro se sintió fatal. Le había sorprendido la manipulación, pero no le había ofendido ni enfadado. No había pretendido avergonzar a Paula.
—No importa —dijo—. Todo está muy bueno —miró a Luz, que lo observaba con cautela—. Sí, Luz, sí me gusta tu madre. Es una persona bondadosa y sabe cocinar. Estoy deseando probar los pasteles de chocolate que has glaseado.
—No hace falta que... —Paula movió la cabeza.
—Quiero hacerlo.
—No, no quieres.
—¿Ahora me lees el pensamiento?
—Pedro.
Él no sabía por qué estaba insistiendo. Lo más fácil del mundo sería aceptar la escapatoria que le ofrecía y subir a casa. Pero odiaba la oscuridad que veía en sus ojos y quería oír a Luz charlar sobre El rey león, o amigos, o perros. No tenía mucha normalidad en su vida y apreciaba la oportunidad de experimentarla, aunque fuera a distancia.
—Déjalo —le dijo a Paula—. Cena.
—De acuerdo. Gracias —aceptó ella por fin.
—Cuéntame más cosas de la obra —le pidió Pedro a Luz—. ¿Qué llevaba puesta la gente?
Dos horas después, Pedro se levantó y se estiró.
—Una buena historia —dijo.
—No puedo creer que hayas visto El rey león entera —dijo Paula, sonriente.
—Siento que ella se haya perdido el final —respondió él, mirando a la niña dormida en el sofá.
—Sólo la ha visto cuatro billones de veces —dijo Paula, consciente del silencio nocturno y de lo cerca que estaba él.
—¿Quieres que la lleve a la cama?
—Ya has hecho bastante por un día —le contestó—. Puedo hacerlo yo.
—De acuerdo.
Ella lo siguió hasta la puerta. Allí tomó aire.
—Siento lo ocurrido. No debería haber permitido que Luz te presionara así.
—¿De veras crees que no soy capaz de resistirme a una niña de cinco años?
—Es bastante adorable.
—Estoy de acuerdo, pero soy un marine grande y malo. Al menos lo era.
Podía ser grande, pero no tenía ni un pelo de malo. Por lo que Paula había visto era de los buenos.
Y lo deseaba. Sin duda, había muchas razones por las que era un error, pero lo deseaba. Le temblaban las rodillas al pensar en sentir su cuerpo junto al suyo; sabía que si no la besaba sería incapaz de dormir durante horas. Si la besaba tampoco dormiría mucho.
Sintió cómo su cuerpo se tensaba, preparándose, aunque no había ocurrido nada. ¿Qué pasaría si alguna vez llegaba a tocarla?
Por lo visto, no iba a descubrirlo de momento.
Él sonrió, le agradeció la cena y salió. Ella se quedó en la puerta oyendo cómo subía la escalera.
«Ten cuidado con lo que deseas», se dijo mientras cerraba, «podrías conseguirlo».

No hay comentarios:

Publicar un comentario