miércoles, 29 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 74

Pedro  llegó al hospital poco después de la una. Matías lo había llamado para decirle que Sofía estaba lista, así que cuando llegó, Federico estaba en la puerta con buenas noticias.
—Una niña —anunció con una sonrisa satisfecha—. Está un poco roja y aplastada pero Sofía y Matías piensan que es preciosa, así que no digas nada.
—¿Ya has visto a Sofía?
—Un par de segundos. Está cansada pero feliz. Hacen unas pruebas a los recién nacidos y por lo visto salieron muy bien.
Pedro imaginó que Matías y Sofía se sentirían muy aliviados. Sofía había perdido su primer bebé hacía unos años.
—Dani está aquí —le dijo Federico conduciéndolo al ascensor—. Era la sustituta por si Matías era incapaz de presenciar el parto, pero lo consiguió. Me ha dicho que estuvo a punto de desmayarse un par de veces —Federico hizo una mueca de horror—. Nunca he pensado en tener hijos. Ahora me parece que no los tendré.
—¿Basándote en la experiencia de Matías? Me parece que tendrás que buscar una excusa mejor.
—¿Necesito una? —salieron del ascensor—. ¿La necesitas tú? —Federico  estrechó los ojos y lo miró—. Es Paula, ¿verdad? Su hija te está encandilando.
—Luz es un encanto de niña, pero eso no implica que esté listo para ser padre —dijo Pedro.
Nunca había pensado en tener familia porque había decidido hacía mucho que no podía casarse. No era un hombre de fiar. Pero lo cierto era que esa letanía ya no le sonaba a verdad. Tal vez, después de tantos años, estaba dispuesto a olvidar el pasado. Dispuesto a perdonarse a sí mismo.
Salieron del ascensor. El ala de maternidad era luminosa y amplia, pero seguía oliendo a hospital. Pedro recordó los hospitales de campaña, llenos de soldados heridos tras la batalla, y su visita a Charlotte tras la primera operación. Estaba asustada y él le había prometido que se pondría bien.
Se había equivocado. Y luego se había ido. Maldijo en silencio al recordar sus lágrimas cuando comprendió que era incapaz de quedarse a verla morir.
Debería haberse quedado. Haberla apoyado. Estaban enamorados y cuando las cosas se pusieron difíciles...
¿Tenía derecho a perdonarse? ¿Tenía derecho a reconocer su error y seguir adelante? Ella le había dicho que lo hiciera. Tal vez eso era lo que lo hacía todo tan difícil: ella había visto lo que no veía nadie. Que tenía corazón de cobarde.
Había luchado y había enviado a hombres a la muerte. Había sido herido y capturado y vivía para contarlo. Pero no sabía si eso lo había cambiado por dentro. No sabía si podía confiar en sí mismo.
—Eh, chico grande.
Pedro se volvió al reconocer voz. Pero la mujer que iba hacia él no era la misma morena alta y deslumbrante que recordaba. Seguía usando pantalones de cuero y botas altas, pero su forma de andar, su sonrisa... todo era distinto. Más suave. Feliz.
—Zaira.
—En carne y hueso —dijo ella. Sonrió y lo abrazó.
—Tienes buen aspecto —dio él.
—Me siento bien —respondió ella.
—Sigues siendo un monumento.
—No estoy mal —lo agarró del brazo—. ¿Has visto ya a la nena?
—No.
—Deja que te la enseñe. Es preciosa —lo condujo por el pasillo—. ¿Cómo te va? Sofía dice que diriges Empresas Alfonso. Nunca habría predicho algo así.
—Yo tampoco. Pero no había nadie más.
—Siempre hay alguien. Pero estoy segura de que agradecen haberse librado de la tarea —se detuvo ante un ventanal y miró dentro—. Aún están ocupados con ella. Acabarán en unos minutos. ¿Eres feliz?
—¿Y tú? —preguntó él, evitando una de las típicas preguntas directas de Zaira.
—Sí —sonrió—. Muchísimo. Mi marido y yo estamos juntos otra vez. El viejo bobo no se molestó en desenamorarse de mí, lo que no tiene mucho sentido.
—Sería muy difícil reemplazarte.
—Eres un encanto por decir eso —suspiró—. Tenemos que trabajar en la relación, pero vamos a hacerlo. También vamos a adoptar a una niña china. Hemos enviado los documentos y tenemos esperanzas.
—Me alegro por ustedes —sabía que había perdido a su hijo y que el dolor casi había acabado con ella.
—¿Has encontrado a Ashley?
—Aún no. Empiezo a creer que no existe —quedaban muy pocos nombres en su lista.
—Existe y la encontrarás. Ten fe —agarró su mano—. Eres un buen hombre, Pedro Alfonso. Uno de los mejores que conozco. No te rindas y no dejes de salvar a gente, y menos a ti mismo.
—No he salvado a nadie —rezongó él.
—Me salvaste a mí —musitó ella—. Salvaste mi vida en más sentidos de los que imaginas —se puso de puntillas y le dio un beso en los labios—. Por los viejos tiempos, signifique lo que signifique eso.
—Me alegro de que encontraras tu camino —acarició su mejilla.
—Yo también. Ojalá tú... —suspiró y maldijo—. Hay una mujer muy atractiva, de veintitantos años, mirándome como si yo fuera el mismo diablo. Adivino que la conoces.
Pedro  contuvo un gruñido, se dio la vuelta y vio a Paula a un par de metros. Era obvio que había ido a casa a cambiarse, porque no llevaba el uniforme de gallina. Y tampoco parecía nada contenta.
Se apartó de Zaira, pero sabía que era tarde y que tendría que dar explicaciones. Zaira soltó sus manos y fue hacia Paula.
—Hola, soy Zaira —dijo sonriente—. Una vieja amiga de Sofía y de la familia. En serio. Incluso he visto a Matías desnudo... una historia fascinante. Estoy felizmente casada y Pedro nunca me tuvo demasiado en cuenta, aunque admito haberlo intentado.
«Demasiada información», pensó Paula, sintiéndose avergonzada y expuesta. Tenía la sensación de haber interrumpido una escena íntima.
—Encantada de conocerte —se obligó a sonreír. Había sabido que Pedro tenía fallos, pero no había pensado que besar a otras mujeres fuera uno de ellos.
—Voy a ver a Sofía—dijo la mujer.
Paula la observó mientras se alejaba. Zaira era todo lo que ella no: alta, elegante, segura y bella. Peor aún, Paula podía imaginarse a Pedro con ella. Serían una pareja deslumbrante.
—Paula —dijo Pedro—. Zaira y yo somos amigos. Nada más.
—Ahora —murmuró Paula, luchando contra las náuseas — . Antes fueron mucho más.
—Nunca tuvimos una relación romántica —dijo él—. Quiero que lo sepas.
—Pero fueron amantes —no pretendía decir eso, pero las palabras se escaparon de su boca.
—Una vez —admitió él tras un largo silencio.
Paula se preguntó si quería decir «una» vez, o «una vez» que duró semanas y semanas. Tomó aire.
—Así que no fue importante.
—No —se acercó y la miró a los ojos—. Podría haber dicho que no fuimos amantes, pero no quiero mentirte. Ocurrió una vez. Éramos almas perdidas que buscaban un poco de paz, nada más.
Paula pensó que estaba mejorando y empeorando la situación al mismo tiempo. Intelectualmente, sabía que su deseo de aclarar las cosas era bueno. Significaba que su relación con ella le importaba. Pero ¿por qué tenía que haberse acostado con una amazona de belleza arrolladora? ¿No podía haber sido una rubia desvaída con la personalidad de un pepino?
—¿Está bien y claro? —preguntó él.
Paula asintió y señaló con el dedo. Estaban poniendo a «bebé Alfonso» en su cunita. Ambos miraron.
Pedro comentó que a Federico no le había parecido gran cosa, pero que a él le parecía bien. Paula no contestó. Su cerebro era como un ordenador que se hubiera quedado colgado en mitad de un proceso. Sólo cabía en él un pensamiento, que se repitió una y otra vez hasta quedar grabado a fuego en sus neuronas.
Que nunca sería bella y deslumbrante como Zaira o cualquier otra de las mujeres a quienes Pedro rescataba. Que ella también era un alma perdida y que era muy mal momento para darse cuenta de que estaba enamorada de él.

2 comentarios:

  1. Hermosos los 4 caps Naty. Cada vez me gusta más esta historia.

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  2. Muy buenos capítulos! terrible lo de Dani, espero q sepa manejarlo! Por fin nació ese bebé!

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