miércoles, 8 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 13

Tres horas después, las tuberías estaban limpias y el caos resuelto. Paula había insistido en que la señora Ford se fuera a ver una película con sus amigas.
Tras fregar la bañera tres veces, Paula la desinfectó con lejía. Aun así, durante unos días ducharía a Luz en vez de bañarla, hasta que no quedara un germen vivo.
Fue a casa de la señora Ford y encontró a Pedro, terminando de enjuagar el lavabo.
—No hacía falta que limpiaras —le dijo—. Ya te estamos muy agradecidas por solucionar el atasco.
—No me ha importado hacerlo —dijo él, cerrando el grifo—. La señora Ford es demasiado mayor para arrodillarse a fregar una bañera y tú no tenías por qué ocuparte de limpiar dos.
—Pero Pedro...
—He hecho cosas peores, créeme. He cavado agujeros para letrinas. Esto ha sido fácil.
—Si tú lo dices... Pero le enviarás la factura del alquiler de la culebrilla al casero, ¿verdad?
—Oh, sí. Exigiré un reembolso.
Ella tuvo la sensación de que no iba a molestarse en hacerlo y eso le incomodó, pero sabía que no merecía la pena discutir.
—Ven a cenar —ofreció impulsivamente—. Es mi forma de darte las gracias. Voy a hacer pollo a la parrilla y ya he preparado ensalada de patatas. Incluso hay tarta de fresa de postre.
—Tienes tus reglas —él enarcó una ceja.
—No te burles de mí. Luz  estará allí, y también la señora Ford, cómo sabes muy bien. No es una cita.
—Ni sexo —añadió él.
—Correcto —se sonrojó—. Ni sexo. Venga, Pedro. Sé que te gusta como guiso y no creo que odies la compañía. ¿Cuál es el problema?
Él tardó tanto en contestar que ella pensó que no iba a hacerlo.
—No quiero pasar tiempo con Luz —dijo.
Ella se debatió entre la ira y el instinto protector. Estrechó los ojos.
—¿No te gusta mi hija? —preguntó con voz gélida.
—Es fantástica —replicó él—. Me gusta mucho… Pero no soy el tipo adecuado para estar con ella.
Paula pensó en lo paciente que había sido enseñándole la culebrilla a Luz y explicándole cómo funcionaba. Había tenido cuidado para que no tocara las cuchillas, pero le había dejado encender el motor.
—Eso no tiene sentido —murmuró—. ¿Es un tema de soldado? ¿Estás demasiado afectado emocionalmente por lo que has visto para tener contacto con una niña?
—No hace falta que lo cuentes como si fuera la película de la semana —encogió los hombros—. No estoy cómodo con ella. No quiero hacerle daño.
Esas palabras no concordaban con cómo había actuado antes. Ella se preguntó si había algo más, algo que no le había contado. Tal vez había perdido a un hijo, o se había enamorado de una mujer con hijos y las cosas habían salido mal. Debía de haber una explicación, pero no se creía con derecho a pedirla.
—Respetaré tus deseos. Pero si no quieres comer con nosotras, ¿vendrás al menos a por una ración?
—Claro. Gracias —asintió y se fue.

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