domingo, 5 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 5

—Sabes a qué me refiero —Matías le dio un puñetazo en el hombro—. No puedes estar solo para siempre.
—¿Por qué no? No necesito a nadie.
—Todos necesitamos a alguien. La diferencia está en que algunos lo admitimos antes que otros.
—Esto me molesta —dijo Paula, removiendo el cazo de chile que había al fuego—. Me molesta sentirme manipulada, aunque sea por sentido de culpabilidad.
Mientras ponía la masa del pan de maíz en una bandeja de cristal aceitada, pensó que todo era culpa de Pedro. No había sido capaz de dejar de sentirse estúpida por malinterpretarlo cuando le ofreció un «trueque». Su comentario sobre el olor de sus guisos se había asentado en su mente y estaba haciendo chile con el propósito expreso de pedirle disculpas. Además, aún tenía que darle los cinco dólares que había evitado aceptar cuando le dio la tarta.
Veinte minutos después, llamó a la puerta que comunicaba su casa con la de la señora Ford.
—Huelo el chile —dijo la anciana risueña—. Hace un rato me tomé una pastilla contra la acidez, así que estoy lista para probar y repetir.
—Bien. Entra y siéntate. Voy a subir a decirle a Pedro que la cena está lista.
La señora Ford alzó las cejas. Paula suspiró.
—No es lo que piensas. Aún tengo que darle el primer pago y quiero disculparme por... ya sabes.
Le había contado a su vecina el desafortunado malentendido. La señora Ford se había esforzado por dejar claro que una dama no dormía con un caballero si no era por amor, o una poderosa atracción sexual. Ni siquiera la donación de un riñón era aceptable. Como si Paula no lo supiera de sobra.
—El chile es una excelente elección —dijo la señora Ford—. Un plato muy masculino. Nada de verduras con salsitas o sorpresas de tofu. Buena estrategia.
—No es una estrategia.
—Debería serlo. Paula, es un hombre muy guapo.
Paula abrió la boca y volvió a cerrarla. No tenía sentido intentarlo.
—Volveré enseguida. Luz, la cena está lista —gritó hacia la sala—. Ve a lavarte las manos, por favor.
—Vale, mami.
Paula  subió las escaleras, cruzó el diminuto porche y llamó a la puerta con determinación. No iba a admitir que se sentía avergonzada por su última conversación. Aparte de guisar para él, iba a actuar como si nunca hubiera tenido lugar.
—Hola, Paula —saludó él.
En algún momento de los últimos tres o cuatro días, había olvidado su aspecto. Por supuesto que lo habría reconocido en un careo, sin dudar que era su vecino, pero había olvidado los rasgos específicos.
No recordaba que sus oscuros ojos parecían observarlo todo sin desvelar nada. Que sus rasgos marcados inspiraban confianza inmediata y que su boca era dura e intrigante a un tiempo.
Parecía sólido, estable... fiable. Todas ellas características muy apetecibles, dado su historial con el sexo opuesto.
—Hola. El otro día no aceptaste el dinero —extendió el billete hacia él y mantuvo el brazo firme hasta que él lo aceptó.
—Gracias. No tenías que...
—Sí —lo cortó con un giro de muñeca—. Me ayuda a dormir por las noches. También quería pedirte disculpas por el malentendido. Saqué conclusiones poco halagadoras y no debería haberlo hecho.
—Entiendo por qué ocurrió.
Ellas se preguntó si sería verdad o si sólo intentaba ser cortés. Y después se preguntó qué tacto tendría su piel si tocaba su brazo. ¿Aspera o suave? ¿Cederían sus músculos o serían...?
Echó el freno mentalmente y sonrió para que él no adivinara sus pensamientos. No sabía qué le estaba pasando. Había visto muchos hombres guapos. Incluso conocía a algunos en persona. Pero nunca había reaccionado así. Era peor que sentirse culpable, así que decidió ir al grano.
—He hecho chile —dijo—. Mencionaste que olías mis guisos y que querías que pagara mi deuda con comida. Me parece bien. Así que he hecho chile y pan de maíz. Me queda tarta, pero supongo que a ti también, así que no creo que te interese. Pero tengo helado. Es de chocolate.
Cuando comprendió que estaba parloteando, apretó los labios y carraspeó.
—Lo que quiero decir es que eres bienvenido — le pareció que eso no sonaba muy bien—. La señora Ford ya está en casa. Esto no es más que una devolución. No te estoy pidiendo que salgas conmigo ni nada de eso. No salgo con nadie. Nunca. Tampoco estoy intentando tentarte. Sé que muchos hombres suponen que si una mujer está sola, es un reto. Yo no. No me interesa una relación ni una aventura ni nada de eso. No es buen momento para mí. Luz es muy pequeña y hay otras complicaciones.
Pensó para sí que las otras eran grandes; Facundo medía al menos uno ochenta y no iba a desaparecer del mapa nunca.
—Estás diciendo que no quieres salir ni practicar el sexo conmigo —clarificó él.
—Correcto —corroboró ella.
—Es bueno saberlo.
Su mirada no flaqueó ni su expresión cambio lo más mínimo. Ella deseó poder decir lo mismo de sí misma, pero no podía. Notaba cómo el rubor teñía sus mejillas. Debía haberse puesto roja como la grana. Seguramente porque el pobre hombre en ningún momento había indicado interés por ella. Había pedido comida, no una noche de sexo.
—Ay, Dios —jadeó—. No es que tú hayas sugerido nada. Sólo...
—Paula —alzó una mano para detenerla—. Déjalo mientras aún lleves ventaja.
—Buena idea.
—He captado el mensaje.
—Fantástico.
—Entiendo por qué lo has dicho. Respeto tu sinceridad. Duerme tranquila. No intentaré seducirte.
Eso debería haberla hecho feliz, pero no estaba segura de si él intentaba ser agradable o si se burlaba de ella. Deseó poder empezar desde el principio.
—¿Quieres chile y pan de maíz?
—Sí, pero bajaré y me subiré un plato. No quiero interferir en tus planes de cena.
—¿Quieres decir que sí quieres la comida, pero que no te unirás a nosotras?
—¿Es un problema?
—Puedes hacer lo que prefieras —era una sorpresa, no un problema.
—Vale. Voy a por un plato y ahora bajaré.
—No hace falta. Tengo platos.
—Así no tendré que bajar a devolvértelo.
Ella hizo una mueca. Pensó que sin duda se estaba mofando de ella. Pero, a decir verdad, se lo había ganado. Se dio la vuelta y bajó a su piso.
La solución más sencilla sería dejar de hablar con él. Así tendría menos oportunidades de comportarse como una tonta. Ésa era otra cosa que debía añadir a su lista de deseos para «otra vida». Además de dinero, tenía que ser un poco menos directa al hablar.

2 comentarios:

  1. Ya me encantó esta parte de la historia. Buenísimos los 5 caps.

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  2. Muy buen comienzo de esta segunda parte! Que lindo leer también de los PyP de la primera!

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