domingo, 19 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 37

—Es agradable —dijo Dani, colocándose detrás de Pedro, mientras miraban a Sofía abrir una enorme caja que había enviado su amiga Zaira.
—Eso opino yo.
—También me gusta su hija.
—Es una buena niña —dijo él. Luz, sentada a los pies de su madre, observaba la apertura de regalos.
—Me alegra que salgas con alguien —dijo Dani.
—No estamos saliendo.
—Puedes simular cuanto quieras, hermano mayor —dijo ella acercándose más—. Pero estás coladito.
—De eso nada, nada de nada.
—Puedes mentirte cuanto quieras, pero no me mientas a mí. Es obvio. Cómo la miras, cómo te mira ella. Todos notamos la onda de calor.
Él no se molestó en decirle que «calor» no implicaba «relación». Claro que deseaba a Paula, ¿qué hombre no la desearía? Era una combinación irresistible de dulzura, inteligencia y bondad. Además, desde que la había besado, sabía que la química era fantástica.
—Hay complicaciones —dijo.
—¿Por ejemplo la de que rechaces el compromiso? ¿Por qué lo haces? Si la dejas escapar, eres tonto.
Había demasiadas cosas que ella no sabía ni sabría nunca. Eran una familia con secretos, y él tenía unas cuantos.
—Ni siquiera me conoces —dijo Sofía, mirando las dos cajas que había llevado Paula—. No tenías por qué traer nada.
—Pero ya he probado tu comida. Considéralos regalos de adoración —dijo Paula sonriente.
—Vale —rió Sofía—. Ese tipo de halago me gusta —abrió la caja pequeña. Contenía un par de pendientes largos, obra de Paula—. Me encantan —exclamó.
Dani se acercó y se inclinó para mirarlos.
—A mí también. ¿Dónde los has conseguido?
—Los he hecho yo —Paula alzó los hombros—. Es una especie de segundo trabajo a tiempo parcial.
—Los quiero —dijo Dani.
—Pues consigue los tuyos —Sofía se los quitó.
—Me gustaría —miró a Paula—. ¿Puedes hacer otros como éstos?
—Sí, claro. O distintos. Tengo muchos diseños.
—Bien —Dani se sentó a su lado—. Hablaremos cuando ésta acabe de abrir sus regalos.
—Me gustaría señalar que Paula es la única persona lo bastante sensible para haberle traído a la futura mamá un regalo personal.
—El bebé es tu regalo —dijo Matías.
—Ja, ja —Sofía quitó el papel a la segunda caja y la abrió. Sacó una pequeña manta en tonos amarillos—. Es preciosa. ¿La has tejido tú?
—Ojalá —dijo Paula—. Las hace mi vecina. Es perfecta, ¿verdad? Me encanta lo suave que es.
—La señora Ford me hizo una manta —intervino Luz—. Es rosa con el borde dorado.
—Suena como una manta perfecta para una princesita —dijo Sofía, poniéndole un dedo en la naríz.
—Lo es —Luz sonrió de oreja a oreja.
—Deberíamos haberla traído —dijo Pedro. Quizá con la anciana allí, no habrían dado tantas vueltas a su relación con Paula.
—Hoy es uno de sus días de casino —le dijo Paula a Pedro. Luego miró a Sofía—. Mi vecina es fabulosa. Tiene noventa años y hace exactamente lo que quiere. Es dulce y alegre, la adoro.
—Todo lo que Gloria no es —masculló Dani.
—Paula conoce a Gloria —dijo Pedro.
—Lo siento por tí —dijo Dani, dándole una palmadita en el brazo.

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