viernes, 10 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 18

Tres horas, varios puntos y una buena dosis de calmantes después, la señora Ford salió de urgencias. Pedro condujo de vuelta despacio, para impedir que la hinchada mano vibrase. Aunque no debería haberse molestado. En su estado, dudaba que ella notara nada.
—La doctora era muy agradable —dijo ella con un suspiro—. Una mujer. Guapa. ¿Te has fijado?
—En realidad no.
—¿Por Paula? Eso es muy dulce de tu parte. Es una buena chica. Bondadosa y trabajadora. Necesita un hombre. No sólo para cuidar de ella, sino también en la cama. Una mujer sólo puede pasarse sin eso un tiempo. A mi edad no importa. No cuento con tener suerte. Pero Paula es muy joven.
Él no podía creer que estuvieran teniendo esa conversación. Había creído que lo peor del día sería saber que les decía a sus amigas que parecía un actor, pero se había equivocado.
—Hemos llegado —dijo con alivio poco después.
Paula salió corriendo y abrió la puerta del pasajero.
—¿Estás bien? —le preguntó a la señora Ford. Luego lo miró a él—. ¿Está bien?
La había llamado desde el hospital para explicarle la situación. Era irónico que se hubiera trasladado a un piso en ese barrio donde no conocía a nadie, para vivir tranquilo y en el anonimato. Nada más lejos de la realidad.
—Está bien —dijo—. Un poco ida por los calmantes, pero bien.
—Tengo puntos —anunció la anciana—. Y la doctora era muy guapa, pero Pedro ni siquiera la miró. Sólo tiene ojos para ti.
—Qué emoción —dijo Paula—. Deja que te ayude.
—La llevaré en brazos —dijo Pedro—. Ocúpate de su bolso y de abrir la puerta—. Alzó a la señora Ford en brazos y fue hacia la casa.
—Por lo menos no tienes que subir escaleras —dijo ella con una risa cascada.
—No sería problema —dudaba que pesara más de cuarenta kilos.
—Ya le he abierto la cama —dijo Paula—. Necesitará descansar. Túmbala. Luego la desvestiremos.
Él asumió que el plural de «desvestiremos» sólo incluía a Paula y a Luz, porque había límites que no estaba dispuesto a saltarse.
—Me has asustado —Paula se sentó en la cama y acarició el pelo de la señora Ford.
—Estoy bien, querida. Ha sido culpa mía. No estaba prestando atención —bostezó—. Oh, cielos. Deben de ser los calmantes. Nunca me echo la siesta.
Se le estaban cerrando los ojos.
—¿Quieres que ponga la televisión?
—Estaría bien. El canal de ventas. Esta semana hay un especial de joyería.
Paula encontró el canal y salió de la habitación.

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