domingo, 19 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 38

Mientras el The Waterfront era luz, aire y vistas del agua, Alfonso's era ambiente del viejo mundo e intimidad.
Pedro llegó al restaurante poco después del almuerzo para reunirse con la plantilla. Entró en el fresco y oscuro local e intentó recordar cuándo había estado allí por última vez, ¿Dos años? ¿Tres?
Había mesas adosadas a todo el perímetro del comedor principal y más en el centro. Las únicas mesas para grupos grandes estaban en dos apartados y en el comedor privado.
Oyó voces en la parte de atrás. Los cocineros estarían haciendo lo preparativos para la cena. Alfonso's contaba con un carnicero encargado de cortar toda la carne, artífice de la reputación del restaurante. En la carta había un plato de pollo y un par de variedades de pasta, y entre los platos especiales siempre incluían un pescado. Pero la gente iba a Alfonso's a comer buenos filetes.
Miró las paredes forradas de madera, los asientos de cuero rojo y las anticuadas lámparas. En un aparador había manteles blancos doblados y platos, listos para preparar las mesas. Para las cuatro de la tarde el local estaría vibrante de actividad, pero en ese momento sólo se oían voces bajas y el tráfico de la calle.
Se abrió una hoja de la puerta vaivén y Ron Alcorn entró al comedor. El gerente de Alfonso's se detuvo al ver a Pedro, sonrió y fue hacia él.
—Pensé que entrarías por la puerta de atrás —dijo, estrechándole la mano.
—Quería echar un vistazo antes —dijo Pedro—. Sigue teniendo muy buen aspecto.
—Eso creemos nosotros. El negocio va de maravilla —su sonrisa se apagó—. Sentimos mucho lo de tu abuela, le deseamos una pronta recuperación.
Pedro, por lo que había visto en la oficina central, lo dudaba mucho. Era obvio que trabajar para Gloria era un infierno.
—Gracias —dijo—. Tardará unos meses en recuperarse. Entretanto, voy a hacer algunos cambios.
Ron se tensó, sutil pero visiblemente. Pedro se imaginaba qué le preocupaba, pero decidió ocuparse de eso después. Antes quería hablar con el personal de cocina.
—¿Están todos atrás? —preguntó Pedro.
—Sí. Dijiste que no hacía falta que vinieran los camareros, pero algunos han venido aunque aún no ha empezado su jornada de trabajo.
—Muy bien. Puedes contarles los detalles a los demás cuando vengan a cumplir su turno.
Fue hacia la cocina. Era enorme; allí podían trabajar dos docenas de personas cómodamente.
La parrilla ocupaba una pared y estaba junto a un viejo horno. Para que la carne no se secara, sellaban los filetes en la parrilla, los cubrían de mantequilla y terminaban de hacerlos al horno.
Ese día había menos de diez cocineros, uno de ellos encargado de las ensaladas.
—Buenas tardes —dijo Pedro—. Gracias por tomarse el tiempo para verme.
Los hombres se miraron entre ellos extrañados, como si nunca se hubieran planteado otra opción.
—La mayoría saben que mi abuela ha sufrido un infarto. Al caer se rompió la cadera. Mientras esté inhabilitada, yo dirigiré la empresa, incluido Alfonso's. He revisado las cuentas y están haciendo un trabajo fantástico. Las ventas suben y los clientes están contentos, eso me facilita el trabajo —se volvió hacia Ron—. Tienes un buen equipo. Eliges a buena gente. Trabajan duro. Me preocupó ver las condiciones de baja por enfermedad. No son nada generosas, así que voy a incrementarlas dos días. Seguirá siendo necesario traer justificante, pero el cambio es efectivo desde este momento.
Hubo un momento de silencio atónito, seguido por una salva de aplausos.
Pedro comentó un par de puntos más y finalizó la reunión. Tras hablar con cada empleado en persona, hizo un aparte con Ron.
—¿Queda algo pendiente? —le preguntó al gerente.
—Nada que no pueda solucionar —dijo Ron.
Pedro se había preguntado si el hombre se decidiría a hablar o sí tendría que sacar el tema él. Estaba seguro de que el silencio de Ron se debía a su miedo a Gloria, no a su carácter.
—Alguien está robando bebida —afirmó Pedro—. Revisé lo que compráis y lo que vendéis y las cifras no cuadran. Incluso si se rompiera una botella al día, falta bebida.
—Lo sé —Ron tragó saliva—. Estoy intentando descubrir quién es. Lo sospecho, pero quiero pillarlo en el acto. No lo mencioné antes porque... —encogió los hombros—. Quería plantear el problema y su solución.
Pedro pensó que no quería perder su trabajo, y no lo culpó por ello. Gloria habría despedido a Ron de inmediato si se enteraba de que faltaba bebida.
—Te daré una semana —dió Pedro—. Si para entonces no lo has solucionado, vendré y lo arreglaré yo —estaba dispuesto a concederle algo de tiempo a Ron, pero no a que se aprovecharan de él.
—Eso es justo —dijo Ron—. ¿Cuánto tiempo llevas en el negocio de la restauración?
—Unos diez días.
—Pues se te da muy bien —dijo Ron, sorprendido.
—Estuve en los marines. Conduje a hombres a la batalla, consciente de que muchos perderían la vida luchando. En comparación, esto es fácil.

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