viernes, 17 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 31

El viernes, poco después de las nueve, llamaron a la puerta de Paula. Su primer pensamiento fue que la horrible mujer había regresado. Que había descubierto cuánto echaba Paula de menos a Pedro y volvía para vengarse. Miró por la mirilla: era Pedro.
Abrió la puerta y su primer impulso fue lanzarse a sus brazos y preguntarle dónde había estado. El segundo, arrancarse la camiseta y seducirlo. Optó por algo un poco más sutil y se limitó a invitarlo a entrar.
—¿Estás bien? —preguntó él, cerrando la puerta.
—Sí. ¿Y tú?
—No estoy mal —le mostró una botella de vino tinto—. He pensado que podríamos hablar.
No era algo que estuviera acostumbrada a oír decir a un hombre.
—¿Y antes necesitas emborracharme? —preguntó.
—No había pensado hacerlo —sonrió él.
Ella pensó que era una pena.
Lo condujo a la cocina y le dio el sacacorchos. Él abrió la botella rápidamente y sirvió dos copas.
—¿Cuál será el tema de conversación? —preguntó ella. Probó el vino y sintió una deliciosa explosión de sabor. Debía de ser agradable poder permitirse comprar una botella de más de tres dólares.
—Mi abuela.
—¿Qué me dices de ella? —Paula fue hacia la sala, intentando no mostrar ninguna reacción.
—Sé que estuvo aquí.
—Vale.
—¿Luz está en la cama? —preguntó él.
—Sí, profundamente dormida. Fui a verla hace unos minutos.
—Me alegro.
—Porque...
—Porque es posible que utilice un lenguaje poco apropiado para una niña de cinco años —se sentó en un sillón y señaló el sofá.
—Pedro, no sé qué... —ella no sabía por qué estaba allí. Si estaba de parte de su abuela, o de la de ella.
—Gloria te amenazó —aseveró él—. Lo sé, pero no los detalles específicos. ¿Quieres contármelos?
—En realidad no —como él no dijo nada, siguió—. Es obvio que no quiere que tengamos una relación. Como no la tenemos, no veo ningún problema.
—Mi abuela no es una persona sutil. Adivino que te amenazó con hacerte perder el trabajo, o incluso a Luz. ¿Me acerco?
Ella encogió los hombros. Pedro frunció el ceño y se recostó en el sillón.
—Lo siento. Ella no me gusta. No le gusta a nadie de la familia. Es una bruja manipuladora capaz de hacer cualquier cosa para salirse con la suya.
Paula se relajó un poco. Al menos él no había asumido que la culpable era ella.
—Vale, entonces. Sí. Amenazó con hacer que perdiera el trabajo y la casa si no salía de tu vida.
—Lo siento —soltó una palabrota—. De repente desapareciste. Ojalá me hubieras contado lo ocurrido.
—No es problema tuyo.
—Ocurrió por mí.
—Puede. No quería...
—No sabías de qué lado estaría yo —interrumpió él—. Estoy del tuyo. No te preocupes.
—No estaba preocupada, exactamente.
—No sufras —le sonrió—. No volverá a molestarte.
—¿Ha subido a su escoba y ha volado?
—No. Está en el hospital. Tuvo un infarto, se cayó y se rompió la cadera.
—Oh, Dios.
Paula no supo qué pensar ni qué decir. Gloria había sido horrible, pero no le habría deseado eso.
—Se pondrá bien. Pasará un tiempo en el hospital y luego en una clínica haciendo rehabilitación.
—Vale. Estoy un poco desconcertada.
—Yo también. Nadie en la familia esperaba algo así. Mi hermano Federico se ocupa de buscar enfermeras privadas y yo de dirigir la empresa —tomó un sorbo de vino—. No soy exactamente material ejecutivo.
—Yo no diría eso. Sólo hace falta cierta actitud y llevar traje.
—Tengo la impresión de que hace falta algo más —rezongó él con sarcasmo.
—Claro, si quieres complicar las cosas —apretó la copa consciente de que debía sincerarse—. Mencionó que eres parte de la cadena de restaurantes Alfonso.
—Sólo son cuatro. Eso no es una cadena.
—Aun así. Se trata de un mundo muy distinto. Estoy segura de que te habló de mí y de mí pasado.
—No me importa, Paula —aseveró él—. Tú ya me habías contado mucho, y no soy quién para juzgar.
—Quiero dejar claro que nunca utilicé drogas. No me interesaban. Sé que tampoco sería un problema moral tan grave, pero para mí es importante. El resto, bueno, parte es verdad —sobre todo lo referente al padre de Luz. Volvió a preguntarse cómo diablos podía haberse enamorado de Facundo.
—Lo he dicho en serio —insistió él—. No te juzgo. Ni a ti ni a nadie.
—Pero yo...
—¿Qué? —se inclinó  hacia delante y dejó la copa en la mesilla—. ¿Te divertiste? ¿Te acostaste con hombres? Paula, yo he matado a personas. De acuerdo que cumplía con mi deber, era mi trabajo y seguramente salvé otras vidas, pero esas personas están muertas. Algunas se lo merecían, otras no eran más que niños jugando a ser soldados. Algunas no deberían haber muerto. Ni en un bando ni en el otro.
—¿Te refieres a tu amigo Ben? —preguntó ella.
—Él recibió una bala destinada a mí. Fue todo muy rápido. No sé cómo entraron en la cueva. Pero allí estaban y él murió para salvarme. Era un chaval enclenque, de Seattle. Ni siquiera era buen marine, pero tenía un gran corazón. No tenía a nadie, excepto a mí y a los marines, y ahora está muerto.
Ella sintió su dolor como si fuera propio. Sintió su vacío y supo que eran esos fantasmas los que lo hacían gritar y forcejear en sueños.
—Pedro, no hiciste nada malo —susurró, dejando la copa y acercándose. No sabía qué iba a hacer, pero sí que él necesitaba consuelo.
Pero cuando se acercó, él se puso en pie y la rodeó con sus brazos, sus labios atraparon su boca.
Todo ocurrió tan rápido que ella no tuvo tiempo de pensar. Mejor así, porque la sensación de sus labios besándola le dejó la mente en blanco.
Su beso fue firme, sin ser exigente. Sintió su calor, su fuerza. Él restregó la boca contra la suya, explorando, excitando, obligándola a apretarse contra él para convencerlo de que sería buena idea ir más lejos.
Se deleitó con el cálido apoyo que le ofrecían sus músculos. Mientras él le acariciaba la espalda, ella exploró sus hombros y brazos.
Notó la caricia de su lengua en el labio inferior y entreabrió la boca. Cuando él la invadió una oleada de calor recorrió su cuerpo. Se le tensaron el vientre y los muslos; sus rodillas, en cambio, se volvieron gelatina. Sus senos se endurecieron.
El deseo la atenazó. Necesidad, hambre. Había pasado tanto tiempo que las sensaciones le resultaban casi extrañas, pero aun así muy bienvenidas.

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