viernes, 17 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 32

Él sabía a vino, sexo y promesa. Cuando notó que se apartaba, gimió, pero él empezó a besar su mandíbula y su cuello. Después le apartó el pelo y mordisqueó bajo su oreja.
Puro deseo liquido arrastró con su fuerza cualquier duda que ella pudiera tener aún. Estaba más que dispuesta a pasar a la siguiente fase. Quince fases más. Quería que estuvieran ambos desnudos, tocándose, montándose el uno al otro hasta agotarse.
Abrió la boca para decírselo. Él dio un paso atrás.
—Perdona —dijo él—. Esto no entra en tu plan.
«Al cuerno mi plan», pensó ella. Y lo habría dicho si tuviera la capacidad de hablar. Pero estaba demasiado asombrada por su increíble respuesta física a él. Tenía bastante con respirar.
—Incluso si estuvieras interesada —siguió—, soy el hombre incorrecto. Luz y tú necesitan a alguien que vaya a quedarse. Ése no soy yo.
—¿Vas a mudarte? —consiguió preguntar ella.
—No esta semana. Me refería en general. No soy una buena opción.
—¿Porqué no?
—Ví cómo abandonaban a demasiados hombres mientras estuve en el ejército.
—El amor es volátil.
—No tiene por qué serlo.
—¿Conoces algún caso en el que no lo sea?
«Mis padres», pensó ella. Pero no lo dijo. Ni siquiera sabía si sus padres seguían juntos.
—Yo no busco un «para siempre» —dijo ella—. Pero me parece raro que no lo busque alguien tan afectuoso como tú.
—¿Me consideras afectuoso?
—¿He violado el código masculino al decir eso? —sonrió débilmente—. ¿Quieres que lo retire?
—Soy un auténtico bastardo, Paula. En serio.
Ella casi soltó una carcajada. Un bastardo que llevaba a la señora Ford al hospital y dejaba que su hija Luz le enseñara su ropa nueva.
—Malo como un veneno —dijo—. Entendido.
—No hablo en broma —él estrechó los ojos.
—Lo sé. Eres un malvado.
—¿Estás burlándote de mí?
—Puede. Un poco. ¿Vas a vengarte?
—Deberías creerme. No soy buena opción.
—De hecho, eso sí lo creo —suspiró ella.
Y no por nada que hubiera dicho él, sino por su propio pasado, él podía no ser malo, pero ella era un desastre en cuanto a los hombres. Facundo era la prueba.
—Seremos amigos —dijo él—. Olvidaremos que ha ocurrido esto.
—Claro —dijo ella, sabiendo que mentía. Pensaba rememorar el beso cada noche de ese mes. ¿Repetirlo en persona? Probablemente no.
—Eres una auténtica tentación, ¿lo sabías? —dijo él, poniendo la mano en su nuca y atrayéndola.
Ella era de lo más normal. Altura media, aspecto normal, cuerpo normal con un par de estrías. ¿Una tentación? Él debía de estar de broma.
Pero había fuego en su mirada. Llamas que la excitaban y le hacían desearlo más.
—¿Y qué haces ante la tentación? —preguntó.
—Alejarme de ella.

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