lunes, 13 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 23

¿Cómo podía saber la abuela de Pedro que Paula le había dicho a todo el mundo, Luz incluida, que Facundo había muerto? ¿O que le pedía dinero?
Paula dió un paso atrás. Podía soportar que su pasado volviera a perseguirla, pero no que amenazaran la seguridad de Luz.
—Salga de aquí.
—Aún no. Tengo más que decir. Evitará a mi nieto a toda costa. Se negará a verlo. ¿Me entiende?
Paula pensó que eso no podía estar ocurriendo. Su vida era normal, casi aburrida.
—Tengo muchos amigos aquí —siguió Gloria—. Buenos amigos. El señor Frank Church, por ejemplo. Un hombre caritativo. Él y yo participamos en varios comités de beneficencia. Creo que es el propietario del sitio donde trabaja, señorita Chaves.
Paula se sintió vacía y más asustada que nunca. Frank apoyaba a varias asociaciones benéficas. Y estaba en la junta de dos. Podía conocer a Gloria.
—Si no sale de la vida de Pedro, haré que Frank la despida —dijo la mujer con calma—. Y disfrutaré haciéndolo —hizo un pausa y miró la mesa con las joyas—. Dígame, ¿sabe su casero que tiene un negocio en casa? Estoy segura de que es consciente de que es una violación del contrato de arrendamiento.
Paula se repitió que eso no podía estar ocurriendo. Esa mujer no podía estar amenazando su medio de ganarse la vida ni su vivienda.
—No la creo — dijo—. No creo ni una palabra.
—No se enfrente a mí —la mirada de Gloria se volvió gélida—. La aplastaré como al insecto que es. Pedro se trasladará pronto. Hasta que lo haga, manténgase alejada de él. Si no lo hace, la destruiré y destruiré a su hija. ¿Ha quedado claro?


Pedro llegó a casa poco después de las cinco. Vió que el coche de Paula no estaba y se maldijo por haberse dado cuenta.
Sabía que no debía involucrarse con ella. No estaría bien. Había elegido ese barrio porque no conocía a nadie allí.
Mientras subía las escaleras se encontró deseando que estuviera en casa, que asomara la cabeza y pensara en una excusa para invitarlo a cenar. Quería que fuera una lo bastante buena para no poder negarse, aunque sabía que se trataba de un juego peligroso.
Vió algo en su puerta. Un sobre. No conocía esa letra, pero supo de quién era.
Sintió cierta excitación y deseo. Necesidad de tocar y ser tocado, de reclamar, de dar y recibir. Ya conocía su olor y su forma de moverse. Ahora quería conocer su sabor, sus sonidos, su singularidad.
Entró en casa y abrió el sobre. Tres billetes de diez dólares cayeron al suelo. Desdobló la nota.
"Gracias por toda tu ayuda, Pedro. Aquí está el resto de lo que te debo. Has sido fantástico y lo agradezco, pero ambos sabemos que esto no va a ningún sitio. Tienes razón al preocuparte por Luz... es muy impresionable. Así que despidámonos como amigos y retomemos nuestro rumbo. Te deseo lo mejor."
                                                                                                                       Paula.

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