viernes, 3 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles: Capítulo 63

Pedro estaba sentado en su despacho del Daily Grind, reflexionando sobre su vida. Después de poner en la balanza los beneficios y las pérdidas, se había dado cuenta de que distaban mucho de estar compensados, y eso significaba que tenía que replantearse las cosas y organizar una nueva estrategia de juego.
Dani estaba furiosa con él y con toda razón, porque hacía mucho tiempo que tendría que haberle contado lo que pasaba. Debería haber sabido que era lo bastante fuerte como para saber la verdad, y que a pesar del inevitable dolor que sentiría, era mejor que lo supiera por alguien que la quería que por Gloria, cuyos retorcidos motivos nadie podía entender. Dani lo superaría, pero el hecho de que se hubiera enterado poco después de saber lo de Martín lo empeoraba aún más.
Tendría que haberle hecho caso a Paula.
Sacudió la cabeza y se volvió hacia el ordenador, pero en vez de la pantalla, sólo vio el rostro sonriente de su ex mujer. Habían pasado tantas cosas en un periodo tan corto de tiempo, había habido tantos cambios… después del divorcio, había dado por sentado que ella estaba fuera de su vida para siempre. Se había resistido a aceptar el puesto en el Waterfront porque no quería tener que lidiar con Gloria, pero al final lo había convencido y gracias a eso Paula y él estaban…
¿Estaban qué?, ¿otra vez juntos? No se atrevía a ir tan lejos, pero eran importantes el uno para el otro. Otra vez había quedado cautivado por su sonrisa, su cerebro y su talento; era divertida, además de hermosa y valiente. Era una mujer fuerte, dispuesta a tener un hijo ella sola. Aquello sí que le había tomado por sorpresa, a pesar de que sabía cuánto deseaba tener hijos. Iba a ser una madre fantástica.
Pedro se levantó, y fue hasta la ventana. Su lado del edificio daba hacia el lago Unión, y con la mirada perdida en el cielo nublado, se la imaginó cada vez más voluminosa, y dando a luz… sola.
No, no estaría sola. Zaira estaría a su lado, y también Dani. Y Federico. De repente, se preguntó si quería estar con ella en el momento del parto. ¿Quería estar junto a ella tomándola de la mano, diciéndole que respirara?
La pregunta lo dejó inmóvil. ¿Qué tipo de relación quería tener con Paula?
Camila apareció de inmediato en su mente, pero por una vez, no pensó en todo lo que se había perdido al renunciar a ella, sino en cómo había sido la vida de su hija. Pensó en lo mucho que la querían sus padres, en el hecho de que era el centro del mundo de aquella pareja. No les importaba lo más mínimo no haberla creado ellos.
En ese momento, se dio cuenta de que también podía ser así entre el bebé de Paula y él. Querer a un niño no era un asunto de biología, sino del corazón.
Diecisiete años atrás, había optado por la única opción que parecía sensata, y se dio cuenta de que había sido la elección correcta. Había permitido que la culpa y la rabia que sentía lo cegaran y no le permitieran ver la verdad, y se había castigado a sí mismo negándose a ser feliz.
Soltó un juramento al darse cuenta de que aquella ceguera le había costado su matrimonio.
¿Cuánto tiempo llevaba protegiendo su corazón para no resultar herido?, ¿toda su vida? A lo mejor desde la muerte de sus padres, quizás había sido cuando Gloria había empezado a controlar su mundo con sus retorcidas normas y sus crueles amenazas.
—Maldita sea —murmuró—, ve a terapia y sigue adelante con tu vida, colega.
Iba a seguir adelante, pero no iba a hacerlo solo. Amaba a Paula, y había aprendido lo suficiente para conseguir que esa vez las cosas funcionaran, si ella le daba una oportunidad. Era consciente de que no iba a ser nada fácil. Paula sabía que en el pasado no había querido tener hijos, hijos propios, así que ¿por qué iba a creer que estaba dispuesto a aceptar al hijo de otro hombre?
Se dijo con firmeza que iba a convencerla, que lograría que ella entendiera lo que albergaba su corazón. Le diría que por fin había aprendido lo que significaba amar a alguien. Amarla a ella.
Volvió hacia su mesa para apagar el ordenador, pero antes de que el proceso acabara, su asistente le llamó por el intercomunicador.
—Dime.
—Tiene visita, Paula Chaves.
—Que entre —se apresuró a decir él, sorprendido.
Había esperado tener un poco de tiempo para planear lo que le iba a decir, pero quizás lo mejor sería decírselo ya. Cuanto antes empezara con su campaña para convencerla, antes podrían empezar su vida juntos.
Empezó a ir hacia ella cuando entró en el despacho, pero se detuvo en seco al ver el brillo de furia de sus ojos.
—Eres una serpiente —le dijo Paula, en una voz baja y cargada de tensión—. Una serpiente mentirosa, vil y rastrera. Creo que soy una persona razonable, y soy capaz de pasar por alto muchas cosas. Doy segundas oportunidades, pero tú eres repugnante.
Pedro se acercó a ella y alargó las manos para tomarla por los hombros, pero ella retrocedió.
—No te atrevas a tocarme, no vuelvas a tocarme en tu vida.
Pedro sintió que lo recorría una corriente helada de pánico.
—¿Qué demonios ha pasado?
—Te he defendido —dijo ella, echando chispas por los ojos—. No puedo creerlo, pero lo he hecho. Gloria ha venido a visitarme para uno de sus ataques emocionales y yo te he defendido, pero era verdad.
Pedro  abrió la boca para preguntarle de qué estaba hablando, pero de pronto lo entendió todo y soltó un gemido.
—Te largas de aquí —siguió diciendo ella—. En menos de un mes, harás las maletas y te irás de Seattle. Tengo entendido que todo el mundo está entusiasmado por la expansión de la empresa hacia el este, es una pena que no haya comprado acciones.
—Paula, no…
—Ni se te ocurra decirme que no es verdad, Pedro. Ya he hablado con uno de tus empleados. El hombre ha sido muy amable, y me ha explicado todos vuestros jodidos planes —sus ojos se llenaron de lágrimas, pero se los secó con un gesto impaciente de la mano—. Te creí, confié en tí.
—Lo siento, tendría que habértelo dicho —le dijo él.
—Sí, claro, pero supongo que se te olvidó.
—¡Sí, se me olvidó! —exclamó Pedro—. ¿Te parece raro, con todos los problemas que he tenido últimamente? Te dije que sólo sería el gerente durante cuatro meses, no pensé que te interesara saber lo que planeaba hacer después. Cuando nos liamos, decidí decírtelo, pero no era una prioridad. No te lo oculté de forma deliberada, simplemente pasó sin más. Además, he estado hablando con mis socios, porque he cambiado de opinión y he pensado que quizás sería mejor que me quedara aquí.

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