viernes, 10 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 20

Paula sabía que era de mal gusto e incluso rayaba en lo vergonzoso. Sólo alguien desesperado permitiría que su hija de cinco años manipulara la situación. Pero allí estaba ella siendo ese alguien.
—He sacado las servilletas de las flores, mami —dijo Luz, dando un paso atrás y admirando la mesa—. Son bonitas.
—Estoy de acuerdo.
Paula miró los tres platos. Tres porque cuando Paula había explicado que la señora Ford no cenaría con ellos esa noche, Luz había dicho que Pedro  podía ocupar su lugar. Si él quería explicarle a Luz por qué no podía, perfecto. Pero Paula habría apostado a que no lo haría.
Ya le había llevado una cena ligera, sopa y tostadas, a su vecina. La señora Ford había comido un poco y había vuelto a dormirse. Paula se dijo que iría a ver cómo estaba un par de horas después.
Llamaron a la puerta.
—Iré yo —dijo Luz, corriendo a abrir—. Hola, Pedro. Mami ha hecho espaguetis, porque es mi comida favorita. También hay una ensalada grande. Pero sin cebolla. No me gusta la cebolla. ¿Tienes hambre? Tenemos pasteles de chocolate para el postre. Yo puse el glaseado, con un dibujo. Se supone que son lazos, pero no parecen mucho. Por eso te lo digo, para que lo sepas.
Entraron en la cocina; Luz arrastraba a un Pedro obviamente incómodo.
—Tú te sentarás aquí —dijo Luz,señalando una silla—. La señora Ford está durmiendo, pero no importa porque ahora te tenemos a ti.
Sonrió encantadora. Él lanzó a Paula una mirada de súplica, que ella ignoró.
—¿Te has lavado las manos? —le preguntó a la niña—. La cena está lista.
—Voy —Luz corrió hacia el cuarto de baño—. Pedro, ven. Tienes que lavarte las manos.
Él decidió no seguirla. Se acercó a Paula.
—Juego sucio, Chaves, eso de utilizar a la niña.
—«Utilizar» es una palabra muy fuerte —dijo ella, conteniendo la sonrisa—. Luz siente curiosidad por tí. Sé que te preocupa que se encariñe, o lo que sea, pero te ve casi todos los días. Una cena no la marcará para siempre. Sólo intento darte las gracias.
—¿Y no se te ha ocurrido darme las gracias cumpliendo mis deseos? —preguntó él.
—La verdad es que no.
—¿Y si yo ignorara los tuyos?
Clavó en ella sus ojos oscuros y Paula recordó su vehemente afirmación de no querer sexo con él. ¿Y si ignorase sus deseos e intentara seducirla?
No tendría tanta suerte.
—Estoy lista, mami —dijo Luz, regresando.
Llevaron la comida a la mesa y se sentaron. Cuando todos estuvieron servidos, Luz se inclinó hacia Pedro y le sonrió.
—¿Tienes niños? —preguntó.
—No.
—¿Te gustan los niños? A algunos mayores no les gustan. ¿Y a tí?
—Están bien.
—¿Te gusta El rey león? Quienes más me gustan son Simba y Pumba. Mamá me llevó a ver la obra —sus ojos avellana se agrandaron—. Era en un teatro y nunca había ido a uno. Los animales eran personas disfrazadas, no como los dibujos animados. Era mágico, y cantaban.
—Fue el regalo de cumpleaños de Luz —intervino Paula, para darle un respiro a su invitado.
—¿Has visto la obra tú? —preguntó Luz.
—No —respondió Pedro.
—Deberías ir. Es mágica.
—Eso has dicho.
—Come, cielo —pidió Paula, sintiéndose un poco culpable por haber atrapado así a Pedro.
—Vale —Luz probó los espaguetis. Masticó y volvió a mirar a Pedro—. ¿Tienes mascotas? Nosotras queremos un perro, pero no estamos mucho en casa. Mami dice que un perro necesita mucha atención. Podríamos tener un gato... —su voz se apagó.
—No somos gente gatuna —le dijo Paula  a Pedro—. Sé que se supone que su independencia es un rasgo de nobleza, pero si voy a pagar su comida, espero gratitud de mis animales.
—Me asustan las garras —susurró Luz.
—Una niña de su clase recibió un montón de arañazos. Había estado molestando al gato, así que fue culpa suya. Pero tenían un aspecto horrible y debían de dolerle bastante. ¿Cómo está la cena?
—Buena —dijo él, partiendo un trozo de pan de ajo.
Parecía estar inhalando la comida. Ella deseó preguntarle si quería batir el récord de velocidad al cenar, pero sabía que eso no era justo. Lo pondría en una situación incómoda. No era una buena forma de darle las gracias, a pesar de que lo había dicho antes.
¿Por qué había comprometido sus principios? ¿Por qué él? ¿Por qué en ese momento?
—Discúlpame —dijo ella, consciente de que Luz escuchaba—. Por..., bueno, ya sabes. No debí hacerlo.

2 comentarios:

  1. 2 huesos duros de roer son Pedro y Paula. Qué lentos que son x favor, ya quiero que empiecen a seducirse y que pase algo entre ellos jajaja.

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  2. Lindos capítulos!!! Me mata como habla Luz, tan arrebatada como Paula! Ojalá den un primer paso pronto!

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