viernes, 24 de julio de 2015

Tentaciones Irresistibles Parte 2: Capítulo 55

Pedro estacionó ante The Waterfront. El restaurante no abriría hasta horas después, pero tenía una reunión con el nuevo director general.
Su móvil sonó cuando bajaba del coche.
—Alfonso —contestó.
—Hola, soy Vicki. Siento molestarlo, pero lo ha llamado Bob Rickman. Dice que sabe quién es —le dictó el número de teléfono.
—Me ocuparé de ello —dijo, y colgó. Hacía un par de años que no hablaba con Bob; desde que dejó el ejército para montar su propia empresa de seguridad. Marcó el número y preguntó por su amigo. Transfirieron la llamada de inmediato.
—He oído que lo dejaste —dijo Bob con voz sonora—. Pensé que seguirías allí hasta que te sacaran en una caja, con las piernas por delante.
—Yo también, pero las cosas cambian.
—Eso parece. ¿A qué te dedicas?
—Estoy dirigiendo el negocio familiar.
—Eso no durará —Bob soltó una risotada—. Tengo una oferta mejor. Voy a expandirme, Pedro, y necesito buena gente. Gente como tú. Hablo de mucho dinero, seguridad internacional y lugares peligrosos. Muchas horas y muchas compensaciones. Vacaciones en las islas, mujeres a mansalva, lo que quieras. Podrías hacer una fortuna trabajando para mí.
—O morir —dijo Pedro. Morir sería lo malo. Lo bueno, que cuando viera a un hombre armado sería real, no un sueño.
—Claro, nada es gratis —rió Bob—, pero eres listo. Sabes cómo protegerte. Además, no aguantarás donde estás. Venga, Pedro. Conozco a hombres como tú. Diablos, fui uno de ellos. El mundo civil está muy bien, pero no somos así. Vivimos al borde del abismo. Tu sitio es éste.
—No creo.
—No digas que no —le pidió Bob—. Piensa en mi oferta. Ya tienes mi número.
—No cambiaré de opinión.
—Dale tiempo. Te aburrirás y te estaré esperando.
Pedro colgó. Tal vez Bob tuviera razón, quizá nunca encajaría, pero no iba a volver a lo otro.
Entró en el restaurante, fresco y oscuro. Olía a ajo y a un guiso que le hizo la boca agua. Pero en vez de pensar en comida, se encontró pensando en Paula.
Hacía varios días que no la veía y no contaba con verla. Entendía que, ahora que sabía la verdad, quisiera mantener las distancias.
Fue hacia el despacho de Dani. La puerta estaba entreabierta. Entró sin llamar y vio a su hermana pequeña en brazos del nuevo gerente.
—Debo de llegar pronto a la reunión —dijo con ironía, cuando ambos se volvieron hacia él.
—Perdona —dijo Dani con una sonrisa, apartándose de Ryan.
Pedro ignoró a su hermana y siguió mirando al hombre. Ryan le ofreció la mano.
—Ryan —dijo.

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