miércoles, 23 de noviembre de 2016

Seducción: Capítulo 9

—Por las relaciones internacionales —dijo él con una sonrisa torcida.

—Por las fronteras internacionales —respondió ella, antes de dar un buen sorbo de vino—. Pedro, vamos a dejar esto claro de una vez, entonces tal vez podamos volver a disfrutar el uno de la compañía del otro. Lo que pasó ahí en la acera... Me ha dado mucho miedo. No quiero que vuelva a repetirse, ni quiero discutir las razones por las que me has asustado con ello. Y, por supuesto, confirma lo que ya te he dicho; que no estoy disponible. Nada de sexo, nada de aventuras. ¿Está claro?

Pedro se aguantó la rabia y le respondió en tono seco:

—Por supuesto que no lo he entendido; ¿Cómo puedo entenderlo si no tengo ni idea de por qué te he asustado tanto? Mi intención no ha sido desde luego ésa.

—Yo no he dicho que lo fuera —ella dió otro sorbo de vino con nerviosismo—. Somos dos extraños y lo seguiremos siendo. Es todo lo que digo.

—Yo quiero algo más que eso.

—No siempre consigue uno lo que quiere. Eres lo suficientemente mayor para saber eso.

—Pau, me has respondido; tú también me has besado. Conseguiré lo que deseo.

Ella se ruborizó de ira.

—No lo harás.

Rápidamente tomó el bolso. Había llegado el momento de llevar a cabo la línea defensiva habitual, la que utilizaba cuando se topaba con un hombre que no aceptaba un no por respuesta. ¿Acaso esa mañana cuando había salido del hotel no había sido consciente de lo que le haría falta con Pedro Alfonso? Sacó un sobre y lo plantó sobre la mesa.

—Échale un vistazo a esto.

—Dime si estás a punto de estropearme el apetito —dijo él.

—Míralo y ya está, Pedro.

El sobre estaba lleno de recortes de distintos periódicos y revistas del corazón de toda Europa. Paula aparecía fotografiada en cada artículo, con moño, con el pelo suelto, con trajes de noche y enjoyada, con vaqueros y botas, con bikinis minúsculos. Pedro la vió acompañada por una sucesión de hombres; aristócratas, hombres de negocios, artistas... todos ellos felices de ir en compañía de la rica, elegante y encantadora Paula.

—¿Qué estás intentando decirme? —preguntó él con cuidado.

—¿A tí qué te parece?

—Pues que sales con muchos hombres diferentes.

—¿Salir? —repitió ella, arqueando una ceja.

—¿Tratas de decirme que te has acostado con todos ellos?

—No, con todos no —dijo ella.

Era cierto, pero no era toda la verdad. Debería haberle dicho que no se había acostado con ninguno. Pero tener fama de ir de un hombre a otro era a veces extremadamente útil; en ese momento necesitaba tener a mano todas las armas posibles.

El camarero les colocó los platos delante.

—Espero que disfruten del almuerzo —les deseó antes de retirarse.

—Si quieres llevarme a la cama —dijo Paula como si no hubiera habido ninguna interrupción—, deberías saber en lo que te estás metiendo. Yo salgo con muchos hombres y eso es lo que me gusta.

—Entonces yo sólo sería un tipo más que añadir a la lista.

—No tienes que seguir viéndome si no te gusta cómo funciono —le dijo ella con suavidad.

No le gustaba. En absoluto.

—¿Me estás diciendo que si tenemos una aventura no me serías fiel mientras durara? —le preguntó él.

—Esa es la idea —respondió Paula, mientras se preguntaba por qué se sentía tan avergonzada por su duplicidad cuando lo que deseaba era conseguir su objetivo, que Pedro Alfonso  se alejara de ella lo antes posible.

Pedro bajó la vista a su cioppino. No tenía nada de hambre.

—Resulta que yo tengo unos cuantos valores importantes para mí. No me gustan los compromisos a largo plazo ni el matrimonio, pero cuando tengo una relación con una mujer, espero fidelidad y prometo lo mismo.

Ella se encogió de hombros.

—Entonces disfrutemos de nuestro almuerzo y despidámonos aquí.

 —Tal vez pueda hacerte cambiar de opinión —dijo él en tono suave.

—No tendrás esa ocasión.

—Hago frecuentes viajes a Europa. Si intercambiamos nuestras direcciones de correo, podemos seguir en contacto; podríamos quedar en algún momento.

Ella estaba devorando su lenguado como si no pudiera esperar a librarse de él.

—No. Lo cual, como estoy segura de que sabes, se escribe igual en inglés que en italiano.

Jamás le había rogado nada a una mujer en su vida. No iba a empezar con Paula Chaves.

—El compromiso es lo que estás evitando en realidad ¿Verdad?

Paula dejó el cuchillo y el tenedor y lo miró a él directamente a los ojos, que le brillaban con evidente sinceridad.

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