viernes, 11 de noviembre de 2016

Hechizo De Amor: Capítulo 30

Alejandra, que presidía la mesa, al lado de Pedro, intentó conversar con él. Tal vez ella no hubiera estado detrás del dinero de su padre, pensó Pedro, de igual modo que Paula no había estado tras el suyo. Por lo poco que los había visto juntos, tenía la impresión de que Alejandra y su padre eran felices juntos. De pronto recordó unas palabras: «Serás un lince en los negocios, pero estás totalmente verde en las relaciones personales».

—… qué opinas, Pedro?

—Lo siento, Alejandra, ¿Qué has dicho? —preguntó él.

Sirvieron el primer plato.

—He traído tu vestido, Paula—le dijo él. También le había llevado las demás cosas que ella se había dejado en NuevaYork.

 Paula recordó aquella noche, en que se había marchado precipitadamente. Dejó caer un tortellini de su tenedor. Nunca le habían gustado demasiado. De pronto se apartó de la mesa y dijo:

—Perdonen —y salió corriendo al cuarto de baño.

Pedro empezó a levantarse. Luego se sentó y dijo:

—Alejandra, estoy preocupado por ella.

—Yo también. Pero le molesta que se lo diga.

—Le diré que bailemos cuando vuelva. Tal vez me entere de qué le pasa.

—Eres muy amable, Pedro —dijo, agradecida.

Pedro se sintió mal consigo mismo por haber sido tan poco amable con Alejandra. Luego  prestó atención a su tío, pero no dejó de estar atento al regreso de Paula.

Cuando la vió aparecer al otro extremo de la habitación, se levantó de la mesa y fue hacia ella. Paula lo vió caminar hacia ella. Marcos le había advertido de que iría Pedro, así que al menos no la había sorprendido. Alzó la barbilla y lo esperó. Era inútil evitarlo. Lo sabía.

 —Bailemos, Paula —le dijo él. Al menos así no tendría que ver comida, pensó ella.

—Paula, ¿No vas a decirme qué ocurre?

—No —dijo ella, cerrando los ojos.

 No había negado que había algo que la estaba aquejando. Solo se negaba a contárselo. De pronto, Pedro pensó que su comportamiento de aquella mañana en Nueva York había sido censurable. La tomó en brazos, y en ese momento lo traicionaron los recuerdos.

—Hay algo que quiero decirte —le dijo Pedro.

Ella no lo miró. Luego, de pronto, a él se le cruzó algo por la mente:

—¿Te pasa algo grave… como tener un cáncer?

—No —dijo ella.

Él se sintió aliviado. Estaba seguro de que ella no mentía nunca.

—Una vez tuve disentería, en India. No lo pasé muy bien.

Paula no respondió.

—Cuando tu madre me ha dicho que solías trabajar para los chicos de la calle y las mujeres maltratadas, fue un golpe para mí. No has buscado jamás mi dinero, Paula. Ahora lo sé… Y siento haber dicho que sí.

—Mi madre habla demasiado —dijo Paula.

¿Se había imaginado que si se disculpaba, ella se echaría en sus brazos? Él nunca se había disculpado con ninguna mujer. Pero si se había imaginado que podía haber algún tipo de reconciliación, se había equivocado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario